Cualquier lector amante de la poesía puede entrar a estas páginas, siempre y cuando no lo atenace el temor de convertirse en hombre lobo.
No son los de este libro como el Aullido de Allen Ginsberg, el inquietante aeda de la poesía beat, que recontextualizó intensamente Alexis Díaz Pimienta con sus décimas beats.
Los aullidos de Boca de lobo, poemario con que Rolando Ávalos Díaz (La Habana, 1988) mereció el Premio Francisco Riverón en el 2018, son de estirpe tropical, con esa inclinación, que tal condición implica, a las sorprendentes rupturas de sistema, a la contrastante fusión nostalgia-picardía, al deleitoso claroscuro que trasciende de sus giros poéticos. Véase en el poema en una estrofa que da título al volumen:
Desde mis labios oscuros
yo te padezco, señora.
Nunca preguntes la hora
a un hombre lobo en apuros.
Pregunta por mis seguros
marginales.
Por fortuna
se refleja en la laguna
tu pelo de girasol.
Trae tu vientre de sol,
tu espalda de virgen,
luna.
Se trata de uno de esos libros que reflejan la fortaleza de la vida literaria en la décima escrita cubana de hoy y ahora, y la saludable articulación de sus agrupaciones y certámenes. Un asunto no visible, claro está, para un lector no avisado previamente: En Boca de lobo, Roly Ávalos atesora, con una arquitectura nueva y propia, concebida con maestría, poemas que —en conjuntos de reducido formato— ya merecieron el parabién de otros evaluadores.
Tal es el caso del breve cuaderno Voces en off, ganador del Premio Ala Décima 2018, tras lo cual ingresó el autor a la agrupación homónima. De aquel sencillo florilegio de versos es el siguiente texto en una estrofa, que ahora aparece en el libro Boca de lobo con una nueva misión poética:
LOBO DE MAR
Océano tu cintura,
hurto de dorados peces.
La luz es mil y una veces roja como la locura.
Soy un anzuelo:
procura vivir en el agua apenas.
De las célibes arenas tipografié pies de loto.
Huellas de sabor remoto.
Nunca supe de sirenas.
Los aullidos con que el sujeto lírico enhebra graciosamente el corpus de esta obra, no mueven al miedo por el feroz canino, sino al acompañamiento del aeda en su canto a las soledades que asume con criolla desenvoltura. Las suyas —al decir del poeta Argel Fernández Granado— son “voces (en off) que desean ser escuchadas y comprendidas, que no apuestan por el hermetismo a ultranza tan al uso en la poesía cubana actual”.
En lo que al novel autor respecta —junto a Elizabeth Reinosa, forma el dúo de los más jóvenes poetas que han conquistado este lauro—, Boca de lobo es un peldaño de triunfo que de paso atestigua el valor de espacios de formación por los que Roly Ávalos ha transitado: los talleres de repentismo infantil y juvenil, desplegados en todo el país mediante el método de enseñanza elaborado por Alexis Díaz Pimienta; el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, fundado y dirigido por Eduardo Heras León; los talleres literarios, sistema de larga data en el país; y por supuesto, sus estudios universitarios hasta graduarse como Licenciado en Comunicación Social.
Al tiempo que asimilaba tan aportadoras bases pedagógicas, Roly Ávalos ha moldeado su talento individual, su ejercitación como escritor y como repentista, y más recientemente, la fundación y conducción, junto al poeta Alex Díaz Jr., del Proyecto RolleX, experimento de escenificación poética y de interrelación con otras disciplinas artísticas, en cuyas presentaciones nos invitan a sumarnos a sus aullidos, un modo otro, contemporáneo y novedoso, de clamar por el mejoramiento humano.