Más allá de la diversidad de criterios —favorables o no— que promovió esta convocatoria entre artistas, especialistas y público, y a pesar de las adversidades y contratiempos provocados por los enemigos de la Revolución y de la cultura cubanas, con el interés de ensombrecer la gran fiesta de las artes visuales, no puede negarse que la XIII Bienal de La Habana, oficialmente concluida ayer, dejó significativos saldos, entre estos la extensión del evento a otros territorios del país, como Matanzas, Pinar del Río, Cienfuegos, Sancti Spíritus y Camagüey, lo que propició una mayor y mejor interrelación de esta cita y sus participantes, de más de medio centenar de naciones, con los 12 mil creadores de las artes visuales existentes en Cuba.
Si tuviera que seleccionar las mejores propuestas de este suceso cultural convocado bajo el lema de La construcción de lo posible, y dedicado al aniversario 500 de la fundación de La Habana, elegiría, en primer lugar, el suntuoso proyecto del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) La posibilidad infinita. Pensar la nación, lidereado por el director de esa institución, Jorge Fernández; HB Exposición de Arte Cubano Contemporáneo, en la que intervienen las instituciones comercializadoras del arte en el país; la admirable propuesta presentada bajo el título de Ríos Intermitentes, en Matanzas, y varias —imposible mencionar todas las mejores— de las más de 200 muestras colaterales.
El proyecto del MNBA se caracterizó por un gran despliegue museográfico que abarcó todo el tercer nivel, la sala transitoria del segundo piso y el patio del Edificio de Arte Cubano, donde se presentaron Nada personal; Más allá de la utopía. Las relecturas de la historia; Isla de azúcar; El espejo de los enigmas. Apuntes sobre la cubanidad y Museos interiores, este último diseñado de conjunto con el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam. También ocupó un área del Edificio de Arte Universal, con la poética creativa de Gabriel Orozco (Xalapa, Veracruz, 1962).
HB, por su parte, está considerado uno de los momentos más trascendentales de la presencia del arte cubano en la Bienal. Se trata de una idea interdisciplinaria concebida en el año 2009 durante la X edición, en la que intervienen varias instituciones comercializadoras del arte. Una heterogénea multitud asistió a su apertura en el bulevar de San Rafael, donde ocupó los espacios de la galería Collage Habana y el Taller Ensamble —estrenado en esa ocasión—, y la Sala Alejo Carpentier del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Arte diverso —pinturas, dibujos, instalaciones, fotografías, esculturas y videoarte…— de 103 creadores, muchos de ellos Premios Nacionales de Artes Plásticas.
Entretanto, en Matanzas, pudimos apreciar que Ríos Intermitentes superó todas las expectativas. Con la participación de más de 40 artistas cubanos e internacionales y con la curaduría de María Magdalena Campos- Pons —también su fundadora y directora artística—, la tesis de esta admirable propuesta aboga por devolverle a la Atenas de Cuba su relevancia histórica y cultural. Y de cierta manera ese empeño fue materializado a través de las obras colocadas en la céntrica Plaza La Vigía y en un amplio segmento de la calle Narváez, en las márgenes del río San Juan, donde radica el célebre taller de Osmani Betancourt (el Lolo), sitio de obligada visita por quienes acuden a la urbe.
Desde su surgimiento en el año 1984, la Bienal de La Habana atrae a prestigiosos creadores contemporáneos, con propuestas esencialmente significativas por sus valores socioculturales. En esta edición arribaron a Cuba más de 300 artistas de todos los continentes, con proyectos individuales y colectivos, para conformar un jubileo al que se unieron 80 destacados exponentes de la plástica insular, mientras que otros 800, de diferentes generaciones y provincias, se sumaron a esta reunión del pensamiento y el diálogo, para exhibir sus quehaceres dentro de un variado abanico de estilos y tendencias e integrarse al programa colateral, uno de los más polisémicos y diversos de los que conformaron esta fiesta concebida por sus organizadores para disfrute del pueblo; y devenida, además, excepcional oportunidad para galeristas, críticos, curadores y especialistas de distintas latitudes de apreciar la magnitud, libertad expresiva y trascendencia internacional del arte cubano contemporáneo.
Sin embargo, entre esas exhibiciones anexas al evento, Detrás del muro, curada por Juan Delgado a partir del año 2012 (XI Bienal), estuvo muy por debajo de las expectativas promocionales, pues a todas luces no ganó la hasta ahora recurrente preferencia de las multitudes, las que no lograron, en buena parte de los casos, dialogar y comunicarse con las obras, quizás debido a la inclusión de algunos trabajos cuyas soluciones iconográficas, para muchos, más bien deberían de exponerse en un evento de diseño contemporáneo. Bajo la premisa de Espacio líquido, unos 70 artífices de cerca de una decena de países —incluida Cuba— utilizaron un segmento del Malecón habanero, el Prado y algunas zonas antiguas de la ciudad con pinturas, esculturas, videoarte, performance e instalaciones.
Por su parte, el Centro Lam, patrocinador de la Bienal junto con el Consejo Nacional de las Artes Plásticas, inauguró una decena de muestras de artistas de Chile, Perú, Egipto, Alemania, Cuba y Mali. Las que ocuparon la planta baja de la instalación, de la salvadoreña Alexia Miranda —patio central— y la de fotografías del haitiano Adler Guerrier, originaron fundados criterios desfavorables. Esta institución no reservó para sus salones relevantes proyectos como sí lo ha hecho en oportunidades anteriores.
De Mali expuso también allí Abdoulaye Konaté, quien durante una de las jornadas del evento recibió el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de las Artes (ISA, donde se formó), en reconocimiento a su obra artística y social.
Otros espacios igualmente recibieron encomios por parte del público, tales como la colectiva La pauta, en la Fábrica de Arte Cubano; Mar Adentro, en Cienfuegos, donde varios creadores dialogaron con aquella ciudad; Factoría Habana, Intersecciones, con artífices cubanos, mexicanos y africanos; Farmacia: una concepción, una escuela, en Pinar del Río, con exposiciones, talleres y eventos teóricos realizados por nacionales y foráneos; y Utopía, de Gabriel Guerra Bianchini, que convirtió al Prado en una galería fotográfica. El proyecto Corredor Cultural de Línea pasó prácticamente inadvertido para los transeúntes de la popular avenida del Vedado capitalino.
Como acertadamente sucede en disímiles encuentros internacionales —Feria del Libro y el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano—, la XIII Bienal de La Habana se caracterizó por ser, además, exponente interactivo de más expresiones del arte y la cultura, en espacios y lugares especialmente concebidos para tal fin, como el proyecto Espacio con Acosta Danza, Teatro El Público, Glenda León, La Colmenita, Milton Raggi y El Ciervo Encantado; así como Las joyas, de Laura Lis Peña, inspiradas en la obra de Pedro de Oraá.
Otras muestras del programa central de la Bienal se presentaron en el Centro de Desarrollo de Artes Visuales, la Fototeca de Cuba, el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño, las galerías Villa Manuela y La Acacia, el Museo de Artes Decorativas, la Alianza Francesa, y en algunas instalaciones de la Oficina del Historiador de la Ciudad, y más.
Al cierre de esta edición el cantante Alain Pérez ofrecía un concierto en La Punta, como parte de un programa artístico —música, danza, teatro— de Detrás del Muro, proyecto que también contó el fin de semana último con la presentación de varias compañías de bailes, en el Malecón, y la actuación de Isaac Delgado en la barriada de San Isidro, en Centro Habana, en tanto se realizó la ceremonia de premiación del Concurso de Cabello Afro Lo llevamos rizo, de lo más atractivo de esta cita; mientras que el Proyecto Lasa, de San Agustín, acogió un concierto de Raúl Paz y sus invitados, junto con actividades previstas en el guion de clausura de la Bienal.
Concluyó el esperado encuentro del arte internacional, en el que, si hubiese que seleccionar un ganador, sin duda tal título correspondería al arte cubano.