Como en la popular copla española, Jair Bolsonaro tiene entre dos amores su corazón repartido: Donald Trump y Benjamín Netanyahu. De su arrobamiento ultraderechista ha dado fehacientes muestras desde que asumió la presidencia de Brasil.
Sus primeras visitas oficiales a Washington y Tel Aviv testimonian los puntos cardinales de su proyección ideológica neofascista, pronorteamericana y sionista.
En su reciente encuentro en Israel con el primer ministro judío, le fue extendida al mandatario brasileño una virtual alfombra roja desde la escalerilla del avión hasta la Casa de Gobierno, confirmación de cuánto aprecian las autoridades del Estado mesoriental el estrechamiento de relaciones políticas, económicas, diplomáticas e ideológicas bilaterales.
El anuncio de que abrirá en Jerusalén una oficina diplomática y para la promoción del comercio, inversiones, transferencia e intercambio tecnológico, de explotar de conjunto materiales estratégicos y de su intención de trasladar la embajada de Brasil de Tel Aviv a Jerusalén, fueron parte de los presentes que en su valija de viaje cargó Bolsonaro. Favorecido con la visita al Muro de las Lamentaciones, acompañado por Netanyahu, tuvo un “privilegio” no concedido antes a otro Jefe de Estado.
En reciprocidad a ese gesto por parte de su anfitrión, durante su recorrido por el Museo del Holocausto, Bolsonaro expresó emocionado: “Amo a Israel”.
Tan obsecuente conducta ha concitado el repudio y rechazo de los países árabes, que reconocen en Jerusalén ocupada la capital de Palestina.
En su encuentro anterior con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, presentó con genuflexiones sus credenciales políticas e hizo profesión de fe de sus ideales ultranacionalistas, tan similares y gratos a la Casa Blanca.
Aunque en los acuerdos suscritos por ambos mandatarios no se hace pública referencia a la colaboración de carácter militar, los antecedentes golpistas y dictatoriales de la alta jerarquía de las fuerzas armadas brasileñas parecen no estar ajenas a este propósito.
El inhumano bloqueo económico y otras medidas coercitivas contra el pueblo cubano, más la posibilidad de una intervención castrense en Venezuela para derrocar al Gobierno Bolivariano y Chavista son también objetivos coincidentes y compartidos por ambos mandatarios, empeñados en mantener la doctrina Monroe como una espada de Damocles sobre nuestras tierras de América.
Para analistas y observadores, los pasos dados por Bolsonaro en sus primeras visitas al exterior evidencian el alejamiento de la política internacional practicada por los expresidentes Lula y Dilma, hacia el mundo árabe y en particular hacia Palestina, lo que consideran será un mayor obstáculo a la solución pacífica, negociada y global del conflicto árabe-israelí, agravado por las posiciones de fuerza asumidas por Trump y Netanyahu, violatorias de las normas del derecho internacional, la Carta de Naciones Unidas y las resoluciones del Consejo de Seguridad Nacional de la ONU.
No obstante, el pueblo brasileño, que desborda calles y plazas del país contra las medidas de choque neoliberales aplicadas por el presidente, tiene la última palabra.
Se escribe BOLSONARO NO BONSONARO.