Cuando la noticia se supo, una especie de alegría nerviosa contagió a los más de 160 hombres y mujeres de la UEB Gases Industriales de Camagüey. Nadie se quedaba quieto. Era el mejor regalo, el mejor estímulo, para quienes solo quieren trabajar bien. Por eso, cuando finalmente la acogieron en sus predios, la algarabía y el entusiasmo fueron aun mayores.
Maribel Morell Vega, la secretaria de la sección sindical, fue –junto al director de la entidad– la primera en sostener la Bandera 80 Aniversario de la Fundación de la Central de Trabajadores de Cuba. Ocurrió el 28 de enero pasado, durante la celebración de la fecha fundacional de la organización. Ese día se sintió tan honrada, que todavía no puede hablar del hecho sin emocionarse.
“Aquí está a buen resguardo, pues significa mucho para todos; es resultado de nuestro quehacer y del compromiso de continuar trabajando a pesar de las dificultades. Luego de décadas recibiendo otras distinciones –las de Vanguardia Nacional y Colectivo de la Victoria, entre las más destacadas– esta bandera nos enorgullece y compromete”, aseveró.
Más que fábrica, familia, escuela
Desde su surgimiento, como resultado de una idea del Che, Gases Industriales ha sabido ganarse epítetos de eficiencia generando soluciones a problemas tecnológicos y conformando una familia de la cual no quieren irse ni los recién llegados.
“Nos crearon para apoyar la industria ganadera, cuando iniciaron los planes de inseminación artificial y urgía asegurar la conservación del semen. Desde entonces se hizo tradición el sentido de pertenencia”, explica Juan Carlos Sanz Parra, jefe de mantenimiento, con casi cincuenta años de trabajo en la entidad.
En tiempos de endémica inestabilidad de las plantillas, Gases ha encontrado en la fidelidad de sus trabajadores un arma decisiva para superar retos. A veces fue a causa de un sentimiento transmitido entre generaciones, como bien sabe Onel González Calveira, electricista automotriz, quien heredó el cariño por la fábrica de su abuelo y padre, quienes también laboraron allí.
Hoy, solo lleva dos años, pero está seguro de que no se va.
O Yainier Miranda Palacios, otro de los jóvenes, cuya madre le fue inculcando el orgullo desde que era un niño. “Cuando ella venía a trabajar me traía y esto me fue gustando. Luego hice las prácticas preprofesionales en Capital Humano y me quedé. Casi cumplo diez años y no pienso irme. Y cuando tenga hijos también los traeré”.
El diálogo constante con todos, y más con los que permanecen menos tiempo en la sede de la factoría, dice Maribel que bien pudiera ser la clave de tanto gusto. “Los salarios no son los más altos, el promedio apenas rebasa los 600 pesos, por lo que la estimulación es primordial.
“Realizamos una emulación interna y el desempeño es lo esencial para premiar a los destacados. No sobrecumplimos porque es contra plan, pero hacemos otras elaboraciones que permiten cobrar estimulación en divisa, algo que ayuda”.
De esfuerzos y resultados
La UEB tiene como objeto social producir y comercializar los gases industriales, ya sea los permanentes como los medicinales, entre ellos el oxígeno, el acetileno, el argón o el óxido nitroso.
“Todas nuestras producciones van hacia las dependencias de salud, razón suficiente para tratar siempre de ser eficientes”, asegura Marlene Rodríguez Aguiar, especialista principal de la industria.
Pero, ¿cómo lo logran? La UEB es una de las más antiguas y de las más grandes del país y aún cuentan con tecnología de principios de 1900. “Nos conocían como el reloj de Cuba porque no fallábamos gracias, sobre todo, al mantenimiento preventivo planificado que aún aplicamos. Y a los innovadores que realizamos modificaciones, piezas nuevas y todo lo que sea necesario”, comenta Juan Carlos.
Por ejemplo, al compresor más antiguo se le tenía que cambiar los juegos de aros cada tres meses y costaban cerca de 25 mil dólares; ya ese dinero no se gasta, porque ellos, con tornos viejos y otros equipos encontraron la forma de crearlos.
Por años fueron conocidos por las más de 50 mil válvulas que hacían en un pequeño taller, “mejores que las actuales chinas que se compran –dice Juan Carlos–, pero lo cerraron. Ahora anunciaron que se valora su reapertura, ojalá, algo muy útil”.
La materia prima también ha sido uno de sus retos. El año pasado les faltó algo de carburo de calcio y tampoco les llegó oxígeno. Sin embargo la población ni se enteró, ajustaron números con lo que tenían en la fábrica, controlaban constantemente lo que sucedía en las instalaciones de salud y con la ayuda de otras instituciones se paleó la situación.
Evitar que se les rompa un camión, ya que estos tienen sus propias características, garantizar la entrega de los cilindros a tiempo e incluso colaborar con otras empresas en la reparación de equipos especializados, son algunas de sus tareas diarias. Su máxima es simple: mantener la fábrica activa, crear soluciones con lo de aquí y no botar nada.