Ocupadas en junio de 1967 por las tropas del ejército de Israel, durante la denominada Guerra de los Seis Días, las estratégicas alturas del Golán sirio han sido una permanente fuente de provocaciones, agresiones y conflictos armados, causados por la ambición del Estado sionista de pretender anexarse ilegalmente ese territorio, parte inalienable e indivisible de la República Árabe de Siria.
Desde esa fecha las autoridades de Tel Aviv han violado impune y flagrantemente las normas del Derecho Internacional, la Carta Naciones Unidas y todas las resoluciones de su Consejo de Seguridad, en particular la No. 497 del año 1981, que reconoce la soberanía siria sobre esa porción de su territorio y establece como nula y sin efecto la decisión del ente israelí de anexarla al mismo.
Ese mismo año, el Parlamento sionista aprobó extender su ley civil a todos los habitantes sirios de las áreas ocupadas en el Golán, acción que fue inmediatamente declarada nula por Naciones Unidas, y rechazada por esa población, que organizó manifestaciones y un paro general en protesta por la arbitraria decisión, violatoria de sus legítimos e históricos derechos de autóctona residencia.
El Gobierno de Sirio ha afirmado que jamás hará dejación de la más mínima porción de estas estratégicas alturas, que abarcan mil 200 kilómetros cuadrados de la superficie de su territorio y su irrenunciable voluntad de su pueblo a recuperarlas, a pesar de las constantes declaraciones de Benjamín Netanyahu y demás halcones sionistas.
En sus pretensiones anexionistas, Israel ha contado con el permanente y público respaldo de Washington, su más fiel aliado, que lo utiliza como su gendarme en la región.
Es notorio que en su informe del 2018 sobre derechos humanos en los Altos del Golán, Cisjordania y Gaza, el Departamento de Estado de los Estados Unidos eliminó las referencias a la ocupación israelí.
Una señal más de creciente apoyo son las recientes declaraciones del senador estadounidense Lindsey Graham, que aseveró, después de un recorrido por la región en disputa, que presionaría a la administración Trump para que la reconociera formalmente como parte de Israel.
El mes pasado, los legisladores republicanos en ambas cámaras del Congreso presentaron proyectos de ley «para garantizar que Israel mantenga el control de los Altos del Golán.
No es obvio recordar que en 2018, EE.UU. se opuso a la última moción de las Naciones Unidas que pide a Israel que ponga fin a su ocupación del área en disputa.
Declaraciones, que como ha denunciado la Cancillería siria no solo ignoran los hechos históricos y geográficos, sino que también representa una nueva prueba del desprecio de la Administración norteamericana a la legitimidad internacional, y de sus continúas violaciones del Derecho Internacional, sobre el estatus legal del Golán sirio ocupado.
No escapa a la opinión publica internacional que la gran derrota propinada por el ejército sirio a las hordas mercenarias y terroristas de el Estado Islámico y Al Nusra y la expulsión de su territorio han exacerbado, los planes norteamericano-israelíes, que apoyaron en armas y logística a estas bandas contrarrevolucionarias, en gran parte organizadas por la CIA y la Mossad.
Los últimos bombardeos de la aviación israelí, las amenazas de nuevas incursiones militares sionistas en el Golán, las injerencistas declaraciones del Presidente Donald Trump y de miembros del Congreso norteamericano a favor de Tel Aviv, evidencian sus fracasos e impotencia por no haber podido lograr sus objetivos.
Su error es no tomar en cuenta que se han producido nuevos cambios en el panorama político del Medio Oriente, introducido por la victoria del pueblo sirio, los acuerdos políticos, socioeconómicos, de paz y seguridad rubricados por Irán e Iraq y las justas posiciones sostenidas por Rusia y China ante un conflicto alentado por las ambiciones e intereses imperialistas.