Una multitud de historias palpitan, vivas y únicas aún, en cualquier esquina de los barrios capitalinos destrozados por el tornado de enero, el fatídico cuarto domingo de un mes icónico en la épica de un país nuevamente encumbrado en su estatura humana, solidaria.
La gratitud de Osmany Rodríguez Delgado y de su familia es tal, que no cabe en Mangos 114, entre Delicias y San Luis, la casa ubicada en Jesús del Monte, testigo fiel de cómo en el municipio de Diez de Octubre la angustia ha ido mutando de esperanza a certeza.
“Cuando se sacan cuentas del gasto que está haciendo el Gobierno en tiempos de tanta crisis financiera, hay que estar agradecidos y comparar nuestra realidad con la de países como Puerto Rico, que después de un año de haber pasado un ciclón, ahora está recibiendo un poco de dinero… Debemos comparar”, dice Osmany, mientras dos albañiles laboran en el portal de su vivienda.
“Hay que darles gracias al contingente Blas Roca y a las cooperativas que han venido desde Matanzas. De no ser por la llegada de los matanceros, se hubiera demorado más la recuperación de este pedazo, de esta…”, la voz se le encoge, mira al piso y choca con aquella noche, el breve instante en el que todos perdieron algo.
“Suerte que mi mamá haló a mi abuela de la sala para el comedor, la única parte que tenía techo de placa… Las tejas comenzaron a caer arriba de los sillones donde ellas estaban sentadas viendo el noticiero de las ocho… Eso me contaron, porque yo llegué como a los 10 minutos y la verdad que no conocí esto… Lo más terrible fue el amanecer del lunes 28, una mañana muy fea.
“Imagínese, en un momentico perdimos nuestro sueño de una casa mejor. Nos habían otorgado un subsidio y estábamos construyendo por esfuerzo propio. Ya habíamos sustituido, la viga y losas por cubierta ligera… No recuperamos ni la mitad de las tejas.
“Como los cuartos estaban en alto, se perdieron ropas, colchones, ventiladores. El televisor de la sala, el teléfono. Mi primo, enfermero, se quedó con uno solo de sus varios uniformes… Un desastre. Lo único bueno fue verlas a ellas, a mi abuela y a mi madre vivas”.
Siempre sale el sol
Osmany, trabajador de la Comercializadora de Partes y Piezas de Automotor, perteneciente al Ministerio de Transporte (MITRANS), reconoce a la cantidad de personas que desde aquel mismo lunes fueron a ver cómo estaban, a llevarles agua, comida… “Esa primera noche, después de la del tornado, hizo tremendo frío, pero la ayuda vino de todas partes, del Gobierno, la Iglesia, de Palmares… Y ahora llegó Cabildo, la cooperativa no agropecuaria (CNA) de Matanzas, y mírelo, me están dejando la casa como yo nunca pensé ponerla…”.
Eso es verdad, sonríe Rodolfo Pagán y su colega Alexander Rodríguez lo imita. Me descubren el acento, se miran, vuelven a reír y dicen a una voz: ¡santiaguera como nosotros! Y por unos minutos las cucharas se detienen. “Sí, todos los días viajamos desde Cárdenas a La Habana, son más de 140 kilómetros y lo hacemos en camión, y con el gusto inmenso de devolverles sus casas rápidamente.
“Cuando ellos llegaron, ya el Blas Roca había puesto el techo, pero no hay dudas de la calidad con la que Cabildo trabaja y del impulso dado en esta zona”, considera Osmany, una opinión compartida por la vecina Yaneisis Lescaille Heredia. “Ellos han sido un tornado, pero en el sentido contrario. ‘Están arrasando’, son buenos, rápidos y profesionales, garantía de la calidad. Estamos contentos con ellos, todo terminará bien”, augura.
Al lado de Mangos 114 hay un pasillo, donde han crecido tantas casas como la imaginación suponga. A la entrada, justo a la izquierda, la tropa de José Samé Lamorú se las ingenia para que cada losa cuadre en el desnivelado piso, antes de cemento. “Ya tuvimos que recortar la puerta”, apunta un joven, nivel en mano, mientras con la otra bebe agua.
Varias viviendas, incluidos derrumbes totales y parciales, constituyen, por ahora, el encargo de Cabildo, asegura Héctor Santana Omil, jefe de producción. “Las dejaremos mejor que como estaban antes del tornado. Ese es nuestro propósito”, un acto solidario al que sumarán el donativo de equipos electrodomésticos para una de las familias afectadas.
Según Santana Omil, las labores en esta localidad capitalina se unen a obras grandes, algunas de continuidad relacionadas con el aniversario 325 de la ciudad de Matanzas y otras vinculadas con el sector turístico. “Todas, acota, bajo el principio de hacerlas bien desde la primera vez”.
Los otros amaneceres
Jesús del Monte renace. De eso no tiene la menor duda Osmany. “Cuando usted compara el amanecer del lunes 28 con el que hay ahora, la gente anda un poco más sonriente. Por lo menos el pedacito del barrio se está levantando”.
La sugerencia de Osmany me lleva a bajar Mangos, a detenerme frente a Iraida Ramos, escurridiza para las entrevistas. Casi se esconde detrás de Pedro Hernández, al frente de la CNA de reparación y construcción, Comixvar, para agradecer la casa nueva que pronto tendrá. El hombre sonríe, se aparta el sudor de la frente, vuelve a colocarse el casco, mira la vivienda, y sabe que dentro de poco tiempo habrá allí un paraíso.
En la esquina siguiente, en San Luis, Pedro López Benavides le recuerda a su hijastra Yaquelín Peñate la importancia de divulgar por la prensa la buena obra de la CNA Sagebien, también de Matanzas.
“Allí mismo, al doblar, o en la calzada, en cualquier lugar por donde han pasado las CNA, la gente tiene otro semblante. Se nota, hay otro amanecer”, pondera Osmany.
“También alientan mucho las visitas del Gobierno, que siempre entran por aquí. El ministro de Transporte, vino, se interesó por los trabajadores… Eso es bonito, como también las personas ayudándose, sacando escombros, cargando bloques, porque el cubano es así, tira el cabo cuando hay que hacerlo”.
Al momento de este reporte, en la casa de la esposa de Osmany aguardaban su madre y su abuela. A la anciana de 81 años todos los días lleva una foto para que vea cómo está quedando Mangos 114, una vivienda fruto de la épica de una nación sostenida en su arquitectura humana.