Auscultar el alma

Cada experiencia, en cualquier entorno, nos permite hilvanar sabiduría y dilucidar dónde situamos las buenas obras. Con tal agudeza vivió Ana Julia Quesada Font durante 17 meses, tiempo en que, como especialista en Medicina General Integral, prestó su colaboración al pueblo del gigante suramericano, en la región de Guarujá, Sao Paulo.

Más que su entereza por cumplir con lo encomendado, fue el apego personal de ayudar a quienes sentían que con la atención nueva, llegada de otra realidad, se les abría un horizonte hasta entonces ajeno.

“Me tocó atender pacientes con 340 de glicemia, que en Cuba son cifras impresionantes; sin embargo allí es algo normal debido al desconocimiento existente, por lo que no tienen control ni cuidados. Una de las cosas que hicimos fue facilitarles una cultura sobre cómo convivir con la diabetes mellitus y hacerlo responsablemente”, explica la doctora bayamesa y agrega:

“Luego de un tiempo logramos que una gran parte de los que llegaban a nuestras consultas se compensaran  con las dietas, ejercicios físicos y otras prácticas, incluso sin tratamiento medicamentoso”.

“Contradictoriamente los pacientes, sin importar la patología, no llevan un seguimiento, se atienden con varios profesionales y eso limita apreciar la evolución que tendrán.

“Tratamos siempre de insertarnos con el conocimiento, la preparación y la experiencia que tenemos, de manera muy sutil y con humildad para que en la Unidad Básica donde trabajábamos con otros galenos nacionales, no pensaran que queríamos imponer algo. Lo más importante siempre fue perfeccionar esa parte que es también calidad de vida.

“Nunca dejamos a nadie sin atender, aunque ya hubiéramos concluido el horario laboral. Todo eso, y el buen trato, conllevaron a que ganáramos prestigio, al extremo que una parte significativa de los que llegaban al centro sólo quería ser asistida por las doctoras cubanas.

“Fue una experiencia muy bonita pero también difícil; vimos situaciones que ni imaginábamos: familias disfuncionales por el consumo de drogas ilícitas, además del alto nivel de ignorancia sobre prevención y todo aquello que puede mejorar el estado de salud.

“Comenzamos a dar charlas educativas al respecto y llegamos, en este corto tiempo, a ver los frutos”.

Un punto de ruptura hizo dejar inconclusa la labor de Ana Julia y sus compañeros. La política inhumana de orden, que ingenuamente se defiende en el país, hizo colapsar un servicio que ofrecía una seguridad sanitaria y de supervivencia sin precedentes:

“Durante las elecciones —alude la especialista— ya se vislumbraba la posibilidad de tener que concluir la colaboración. Vivimos momentos de indignación por la forma en que el candidato Jair Bolsonaro se refería a los médicos cubanos en cualquier escenario, además de su incredulidad en relación a la capacidad de las mujeres. Muchos de los pacientes no lo creían posible y se preocupaban por lo que sería de ellos sin esa atención que le estábamos brindando.

“Me conmovía que en ocasiones estas personas nos comparaban con diosas que habíamos llegado para salvarlos. Su forma de agradecer era un abrazo, un beso en la frente. Era algo sublime para todos que les tomáramos las manos, independientemente del color o posición social, y le dedicáramos ese momento para escucharlos”.

Las palabras de la doctora no pudieron haber tenido otro acompañamiento que la forma más visible y natural de la aflicción:

“Cuando recibimos la noticia del regreso nos estremecimos y lloramos muchísimo. Fue imposible despedirnos de ese pueblo sincero con el que convivimos, escuchar lo que tenían que decir y abrazarlos. Esa es una insatisfacción que nos pesa; sin embargo es gratificante el agradecimiento con el que lo hicieron las autoridades locales, quienes reconocieron la dedicación, la entrega y el amor con el que trabajamos.

“He estado en cinco países como colaboradora y es la primera vez que un presidente denigra a los profesionales cubanos de la medicina, y así lo manifesté allí durante esos días de dolor. Siempre hemos sido paradigmas. Y en Brasil, a pesar de que con nuestra llegada los índices de salud dieron un salto positivo importante, fuimos humillados y menospreciados por esa autoridad.

“Es inconcebible que por un hombre pague un pueblo entero, que no tendrá ahora ese calor humano que tanto necesitan y que le fue proporcionado porque es parte de nuestra idiosincrasia. Creo que más que curar enfermedades, nos abrimos espiritualmente con las personas y eso también ayuda a sanar.

“Solo espero que el gobierno brasileño se sensibilice y de alguna manera lleve nuevamente la salud a aquellos lugares donde por primera vez vieron un médico, palparon el abdomen o fueron auscultados”, concluyó.