La combinación del verde claro con beige da el toque final al hospital materno de 10 de Octubre, donde, después de una noche tormentosa, se trabaja intensamente para entregarlo totalmente remozado, el próximo 20 de febrero
Se extraña el llanto de los recién nacidos, la urgencia de un parto, el movimiento de médicos y enfermeras, el trabajo en las madrugadas, pero se vive el ajetreo singular que impone una obra contra reloj: está a punto de concluir la reconstrucción del Hospital Materno Infantil Hijas de Galicia, de 10 de Octubre, en La Habana, seriamente dañado por el tornado del pasado 27 de enero.
Lo primero es el recuento. “Cuando entramos era una amasijo de escombros, cristales rotos, tablas arrancadas, tanques de agua rajados, muros derribados…” “Hicieron un parto con la luz de los celulares; fue heroica la actitud de los enfermeros esa noche, algunos de ellos heridos, salvando a sus pacientes y trasladándolos para el Hospital Enrique Cabrera; ninguno abandonó su labor”.
Son las vivencias de Lilian Mantilla, directora de la Brigada 25 del Contingente Blas Roca, y de la ingeniera Ana María Vizcaíno, subdirectora administrativa del hospital, quienes de diferentes maneras se convirtieron en protagonistas de la reparación del inmueble, que no tuvo afectaciones en su estructura, y sí en la marquetería de aluminio (más del 80 %) de ventanas y puertas, en las redes hidráulicas, eléctricas, falsos techos…
Brigadas del Blas Roca reconstruyen lo dañado. A la 25 le tocó el tercer piso, donde en breve volverán a funcionar los salones de preparto, parto, neonatología y el banco de leche humana.
“Los constructores han trabajado rapidísimo, con calidad y atención a los requerimientos de un centro como este. Al finalizar las reparaciones, que esperamos sea este 14 de febrero, tenemos que traer el equipamiento de nuevo hacia acá, volverlos a instalar y reanudar los servicios. Queremos que sea mañana, día 20. Ese es el sueño, y podemos cumplirlo; este es un hospital muy grande, que tiene gran demanda de la población”, comentó Ana María.
Recorriendo pasillos y salones donde aún se dan los toques finales, conversamos con los trabajadores. Una joven contó que en un área inhabilitada en el segundo nivel, funcionará el laboratorio clínico, lo que significa una mejora y mayor disponibilidad de los servicios.
“Está quedando muy bonito, recuperamos áreas y en breve será como un hospital nuevo para los bebés y las madres cubanas; y tendremos mejores condiciones de trabajo”, aseveró la muchacha al notar que observaba los lavamanos recubiertos con mármol y la pintura que daban sobre los azulejos.
Subí un piso más. El muro que resguarda el portal y patio del banco de leche humana está levantado de nuevo. “Fue lo primero que hicimos porque era muy peligroso trabajar en las alturas sin una pared de contención”, dijo Lilian, quien camina ágilmente de un lugar a otro enseñando los destrozos visibles en el vecindario, las primeras fotos que tomó con su celular y los tanques renovados para almacenar agua y la pintura que evidencia la terminación.
En lontananza, los tanques de plástico azul instalados sobre las viviendas y edificios de Luyanó dan fe de cuánto se ha trabajado, y de cuántos recursos se han puesto a disposición de la población. “Tenemos que reconocer el vínculo de las autoridades del país y de la provincia con la población y las instituciones afectadas por el tornado, pues a pocas horas del suceso y hasta el día de hoy, no han faltado en el terreno. Observando, dando seguridad a las personas, ocupados en resolver los problemas” afirmó Ana María.
El neonatólogo Doctor Reinaldo Pérez, anda de un lado a otro del banco de leche, como tocando imaginariamente a cada paciente que participa en la obra altruista de donar ese alimento vital para los recién nacidos. Pronto los salones volverán a la normalidad, pero él insiste en resaltar la actitud de los profesionales que aquella noche salvaron lo más preciado: sus vidas y las de sus pacientes; otras madres volverán a un lugar más cómodo y bonito.
Amancio Rondón, constructor de la Brigada 25, quien ha realizado desde la recogida de escombros, labores de albañilería hasta la pintura de las paredes, reconoce que hay un esfuerzo tremendo de muchos trabajadores.
“Laboramos desde las ocho de la mañana hasta las 10 de la noche, nos garantizan alimentación, medios de protección y útiles de trabajo, y nosotros ponemos el corazón y los brazos para que lo antes posible, este lugar se llene de nuevo con mujeres y bebés”, sentenció Amancio.
En la azotea del edificio, un grupo de hombres “tira” los cables, que rozan las paredes exteriores, y pronto transportarán la energía eléctrica hacia todos los niveles. Hay un ajetreo constante, que se extrapola a viviendas e inmuebles colindantes.
Es, como el verde claro en las paredes, la esperanza renovada para la maternidad, donde, de nuevo, se alumbrará la vida.
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