En Río Grande del Sur, donde el mapa de Brasil termina para darle paso al de Uruguay, el matrimonio de médicos holguineros conformado por Kirenia Leyva Rojas y Raúl Aguilera Peláez escribió su historia de amor con el pueblo brasileño, el cual no se conforma con la partida de los galenos y les deja sentir su tristeza a través de la red social Facebook.
“Doctora, ¿por qué se fueron?”, es el clamor cibernético que recibe Kirenia de los agradecidos del municipio de Santa Victoria del Palmar, que ya extrañan la atención tierna y profesional brindada por la pareja durante dos años y medio, en una ciudad donde la calidad del sistema de salud es tan precaria como extensas son las plantaciones de arroz y soya.
“Mi esposo y yo, junto a otros seis médicos cubanos, éramos los colaboradores que más lejos estábamos, en una ciudad pequeña con un hospitalito muy carente. Los casos complicados había que derivarlos hacia otras ciudades más desarrolladas. Trabajábamos en el mismo puesto de salud y entre los dos atendíamos a una población de nueve mil habitantes. Era una carga fuerte, cada uno atendía alrededor de 20 pacientes en la mañana y otros 20 en la tarde, pero no dejábamos desamparado a nadie”, relata la doctora”.
Raúl secunda sus palabras y agrega que antes de los cubanos llegar a la zona, en el puesto de salud solo se daban seis turnos diarios, por lo que la gente hacía cola desde el día anterior y durante toda la madrugada para poder acceder al servicio. “Nuestro puesto de salud se convirtió en un hospital, la gente lo prefería porque atendíamos los casos de emergencias”.
En el gigante sudamericano, donde los médicos nativos a menudo prefieren quedarse en las grandes ciudades y desoír el lamento de los pobres, la atención de los especialistas en Medicina General Integral Kirenia y Raúl conmovió a los pobladores. “Tuvimos una paciente que se tatuó en la mano el mapa de Cuba para nunca olvidar a sus doctores. Y una madre posteó en su cuenta de Facebook que desde que llegamos nosotros no tuvo que pagar más a un pediatra para que atendiera a su hija. También muchas madres nos dieron fotos de sus niños para que las trajéramos de recuerdo. La gente era muy agradecida, porque era muy humilde.”, afirman.
Los holguineros se centraron en acciones de promoción y prevención de salud en un lugar donde, por el clima frío, lo que abundan son las enfermedades crónicas no transmisibles, aunque se evidencian índices altísimos de enfermos con Sida. Así que formaron diferentes grupos de embarazadas, niños, y pacientes hipertensos y con diabetes mellitus y les daban charlas educativas, para que a través del conocimiento mejoraran su calidad de vida. “Te voy a hacer franca, tuvimos que dividirnos, porque no dábamos a vasto con la cantidad de personas que acudían a medida que se enteraban”, dice Kirenia.
A través de esa familiarización, los doctores lograron dejar en Santa Victoria del Palmar, además de salud, un pedacito de la cultura cubana, sobre todo la costumbre caribeña de ofrecer un cálido beso en la mejilla. “Cuando llegamos allí vimos a las personas frías, se saludaban solo con un “buen día”, ya después llegaban y se daban un beso, eso quedó de nosotros”, manifiesta Kirenia con nostálgica alegría.
La historia común de amor y solidaridad del matrimonio holguinero se remonta 15 años atrás, poco antes de iniciar en la hermana Venezuela su primera misión internacionalista. Desde ese entonces hasta la fecha, Kirenia y Raúl, respaldados siempre por la familia, han bebido de la copa de la felicidad, que consiste en mirar al prójimo y saber que se le ha hecho un bien.