Con la cubanísima expresión ¡A camisa quitá!, un trabajador caracterizó la Consulta Popular del Proyecto de Constitución que se ha desarrollado en el país. Miles de opiniones, dudas, propuestas de cambios y preocupaciones recogidas demuestran la certeza del enunciado.
Es un escenario variopinto, lleno de disímiles matices que solo pueden darse entre cubanos que saben desplegar la honestidad y se despojan de todo formalismo para convertirse en Constituyentes. Sin duda, el pueblo, y en particular los trabajadores, se han sentido participantes activos y protagonistas de estas jornadas.
El debate ha sobrepasado lo esperado. Y no únicamente por la diversidad de criterios que suscitó el controvertido artículo 68, referido al matrimonio igualitario, el que unos rechazan, otros aceptan o proponen debe estar contemplado solo en el Código de la Familia o incluso aquellos, quienes desprejuiciadamente consideraron que puede ser entre más de dos personas.
He visto debatir con fervor a economistas, abogados, historiadores y filósofos. En cada opinión brota la inteligencia, instrucción y preparación adquiridas en estos 60 años de Revolución, por lo que este proceso de debate es resumidor de un pensamiento y sistematiza la ideología forjada por el sistema social cubano, inaugurado en 1959.
Conozco a quienes han vuelto a Carlos Marx, entre ellos me encuentro, para reactivar conocimientos sobre la propiedad, la ley de distribución del Socialismo u otras cuestiones. Ese ejercicio académico no fue ocioso, evidencia necesidad de superación ante lo trascendente del análisis.
He meditado en por qué surge una opinión reiterada acerca de la edad y el tiempo de duración en el cargo del Presidente de la República y asumí como criterio que esas intervenciones se sustentan en dos sentimientos: respeto por la dirección histórica de la Revolución, quienes se entregaron sin horas ni limitaciones al pueblo, y esa enseñanza queda como ejemplo. A la vez, al proponerse que el Presidente debe permanecer en el cargo mientras cumpla con sus funciones y pueda, físicamente, se está reconociendo confianza en quienes llevan a cabo la continuidad, y he sido testigo que no se refieren únicamente a Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien ocupa ese escaño, sino a todo el equipo de vicepresidentes, ministros, presidentes de institutos y otras decisivas responsabilidades para el desarrollo del país.
Sorprende la energía con que se esquivan los términos del Gobernador e Intendente, aun cuando están bien explicadas las razones y funciones de esta nomenclatura. Tiene lógica la reacción: el pueblo de Cuba no olvida los desmanes de la seudorrepública y pesa en la conciencia popular el reflejo de aquellas condiciones anteriores.
Ha habido muchas intervenciones interesantes referidas a los derechos individuales, los problemas sociales como el envejecimiento poblacional, la vivienda, los servicios, el salario, el trabajo, etc., las cuales son expresión de necesidades sentidas que deben ser atendidas.
Al plantearlas sin remilgos los cubanos reafirman que siguen confiando, que tienen esperanzas en que entre todos, “a camisa quitá”, como afirmó el trabajador, podemos construir nuestro proyecto sin renunciar a los principios enarbolados hace 150 años atrás y refrendados en las cuatro constituciones mambisas, las que sustentaron en sus cláusulas fundamentales la independencia y la dignidad humana de los cubanos, acreditadas en esta que se construye, con todos y para todos, en pleno siglo XXI.