Las uñas de sus manos, que parecen esculpidas a detalle, están pintadas de rojo. El pelo, de tan negro, se confunde con azul, y en sus labios quedan restos de un creyón rosado claro, que tal vez en la mañana era (solo un poco) más intenso.
Sentada en una de las salas del capitalino Palacio de Convenciones destroza, -quizás sin proponérselo- los estereotipos populares que describen a las mujeres de campo.
Con 69 años pidió la palabra ante un auditorio presidido por el Segundo Secretario del Partido Comunista de Cuba, José Ramón Machado Ventura y por el Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros Salvador Valdés Mesa, entre otras personalidades.
A veces, mientras hablaba, su voz temblaba, porque es Juana María Blanco una mujer fuerte, pero a ratos, también tímida.
“Yo no tengo muchos estudios ni mucha cultura, hablo como me llegan las palabras”, expresó a sus oyentes, en humilde intento de justificar posibles incoherencias, que de haberlas nadie hubiese reparado en ellas, porque cuando habla, la gente no escucha, siente.
Hasta la medalla de Heroína del Trabajo de la República de Cuba que exhibe en el lado izquierdo del pecho pasa inadvertida ante su poder de estremecer.
Nació en Guayos, localidad perteneciente a la provincia de Sancti Spíritus, en 1949. Nació pobre en una época donde sobrevivir en los campos cubanos era casi una proeza, y encontró en el trabajo eso que algunos han llamado destino y en el mundo de los centrales y las zafras azucareras su paraíso terrenal.
Dice que ama lo que hace y que no se ha jubilado porque sabe que la Revolución aun la necesita.
Sin embargo, ella sabe también que los tiempos han cambiado, que las labores en el sector son muy sacrificadas y que “desgraciadamente es muy complejo atraer personal”.
“Lo entiendo –afirmó a Trabajadores-. Las nuevas generaciones tienen otras oportunidades de superación que nosotros no tuvimos. Ellos disfrutan de herramientas para conocer el mundo y la zafra no es el lugar de sus idilios”.
No obstante, Juana María siempre tiene tiempo para recordar el pasado; para conversar del antes y del después; para recalcar que hay que construir y no destruir. Y uno, oyéndola, no pude evitar pensar que todo tiempo futuro debe ser mejor.
Ella, desde la humildad, siembra esperanza y eso lo agradecieron, con aplausos y alabanzas, los participantes en la recién finalizada Conferencia Nacional del Sindicato de los Trabajadores Azucareros.
Emocinante la Intervensión de Juana en la Conferencia, es digna mujer azucarera y así somos todos no importa el grado cultural si no el orgullo que sentimos de llevar el azúcar en nustra sangre, ser dignos hijos y herederos de un sector lleno de legados y miles de ejemplo que siempre han llenado al mundo, en este sector hay muchas Junas que de seguro revitalizaran la terea y que con su avanzada edad seguiran dando todo por la patria.
me pregunto todo los dias cuando leo estos articulos con escasas información,que quisiste decir que Hablo como las palabras como me salen las palabras, si al final describiste la mujer, la elogiaste todo el articulo pero lo unico que mencionaste fue es mejor contruir y no destruir y los aplausos, que barbaridad no entendi nada, ni lo que juana dijo coo lo dijo que quizo trasmitir, si hablo de que la zafa se debe estimular mas los trabajadores que los nuevos sistema trabajo acabaron con el sector, que salario son menos que dijo juana, nada supe del tema
Es muy importante para criticar:saber leer, y sobre todo saber escribir.Primero trate de entender y luego imponer,con desatino,tu desvaluado criterio. Esa mujer es historia, la que ud. nunca podrá escribir, porque ni siente ni sabe.
Esa es nuestra Juana de campo de ideas revolucionarias que tansmiten y se pegan tan espirituana como la guayabera azul que portaba en la conferencia