Por: Agustín Borrego Torres
Aunque es difícil ser como el Che, muchos somos los que tenemos como paradigma al Guerrillero Heroico: los niños en sus ámbitos escolares y los maestros formadores de esas generaciones, los médicos y enfermeras que cumplen misiones internacionalistas en complejos parajes, los trabajadores con su quehacer imprescindible…, todos en tributo a la patria siguen su ejemplo.
En las disímiles marchas y actividades que han tenido como escenario la Plaza de la Revolución, miles son las personas del pueblo que portan objetos con la imagen del Che: en banderas, pulóveres, gorras; pero, especialmente, en el pensamiento y el corazón.
Cuando en 1967 Ernesto Guevara de la Serna fue hecho prisionero por las tropas bolivianas en la quebrada del Yuro y posteriormente asesinado, sus ejecutores creían enterrar con su muerte también sus ideas; nada más lejos de la verdad.
El Che y su legado se ha multiplicado por el mundo. Y hoy son millones los seres humanos, que inspirados en su guía de hombre nuevo y soñadores de que un mundo justo y mejor es posible, apuestan por ser como él.