La jornada de este miércoles del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas confirmó que desde ese organismo no es posible garantizar la seguridad y la paz mundial. Sus miembros, en ocasiones, fomentan lo contrario.
En torno al habitual salón circular de este organismo permanente de la Onu se dieron cita este miércoles presidentes, primeros ministros, cancilleres, expertos e invitados de ocasión, entre los cuales se hallaba el secretario general António Guterres. El mando estuvo a cargo de Donald Trump, feliz en su rol de presidente pro témpore de la única institución de Naciones Unidas cuyas resoluciones son de obligatorio cumplimiento.
El Consejo de Seguridad nació en 1952 para promover la paz y el multilateralismo. Lo componen 15 Estados, cinco miembros permanentes (China, Francia, la Federación Rusa, Reino Unido y Estados Unidos); el resto es electo cada dos años. En esta última condición se encuentran ahora Bolivia, Etiopía, Países Bajos, Kazajistán, Suecia, Costa de Marfil, Guinea Ecuatorial, Kuwait, Perú y Polonia.
Video: ¿Qué es y cómo está formado el Consejo de Seguridad?
Según los colegas que han dado cobertura, año tras año, a estas reuniones, el mandatario anfitrión habitualmente reserva su discurso para el final, pero hoy Trump invirtió la agenda, y habló de primero.
Como “orden del día” anunció una jornada dedicada a “las acciones para la preservación de la paz y la seguridad internacionales, así como a la no proliferación de las armas de destrucción masiva”. En otras palabras: esperaba aplausos a su crítica a Irán, a Siria, a la República Popular Democrática de Corea, a Rusia, a China…
Pero no hubo consenso. El resto de los miembros permanentes apoyó el acuerdo internacional con la nación persa, que Estados Unidos sancionó en mayo de este año, lo ratificaron como la herramienta adecuada para garantizar que el programa de uso de la energía atómica iraní preserve sus propósitos pacíficos.
“Ese horrible acuerdo unilateral, afirmó Trump, permitió a Irán seguir adelante para obtener una bomba nuclear y le dio al régimen un cheque en blanco para conseguir fondos con los cuales patrocinar el terrorismo y alimentar el caos”. Amenazó con sanciones “más duras que nunca” y aseguró que el individuo, o entidad, que no las cumpla enfrentará “graves consecuencias”.
Pero quedó solo.
El primero en marcar distancia fue el presidente de Francia, Enmanuel Macron, quien afirmó que “juntos debemos elaborar una estrategia de largo plazo para gestionar esta crisis, pues no se puede reducir a una política de sanciones y contención”.
Recordó que para mantener el régimen de no proliferación como columna vertebral del sistema de seguridad colectiva, es preciso fomentar la responsabilidad y unidad de los miembros del Consejo de Seguridad.
Teresa May, primera ministra de Reino Unido, reconoció que el marco multilateral de tratados internacionales es uno de los logros más importantes de Naciones Unidas y que es el camino para garantizar la “previsibilidad de los conflictos”.
El ministro del Exterior de China, Wang Yi, calificó de viable el acuerdo con Irán. Ninguno es perfecto, comentó, pero lo sucedido en estos 3 años demuestra que es posible. Reiteró el apoyo de su país a ese plan de acción aprobado por el Consejo de Seguridad y pidió seguir adelante con él.
El canciller chino rechazó el lenguaje injerencista de Trump y la acusación de que su Gobierno pretendía inmiscuirse en las venideras elecciones de Estados Unidos, exigió respeto a la libre determinación de los Estados a mantener relaciones con el resto del mundo según sus propios intereses.
Sergei Lavrov, canciller de Rusia, con su habitual serenidad y firmeza, también se mostró favorable a continuar con el tratado negociado con Irán en el 2015 y calificó la retirada unilateral de Estados Unidos como poco disuasoria, en referencia a las negociaciones que actualmente tiene lugar para conseguir la desnuclearización de la península coreana, otro foco de tensiones en Asia.
El acuerdo de la discordia
El 8 de mayo de este año el presidente de Estados Unidos anunció que su país abandonaba el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por su sigla en inglés), conocido como el acuerdo nuclear iraní, el cual había sido largamente negociado y finalmente suscrito en 2015 por Irán, el Grupo 5+1 (China, EE.UU., Francia, Reino Unido y Rusia, más Alemania), y la Unión Europea.
El pacto regula el programa científico persa, reconoce el derecho de ese país a usar la energía nuclear de forma pacífica, pero veta su uso con fines militares. Esto significó el fin de sanciones internacionales contra Irán.
Donald Trump, desde su campaña por la presidencia, denunció el pacto negociado por el Gobierno Barack Obama. Meses después de haber asumido el cargo se retiró del acuerdo, sin importarle que la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) confirmara, en 12 ocasiones consecutivas, que la República Islámica de Irán estaba cumpliendo con la palabra empeñada.
El Gobierno persa ha defendido su derecho a usar la energía nuclear con fines pacíficos, recurso amparado en el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), al cual se integró tempranamente (en 1968).
Como parte del JCPOA, Irán tiene permitido utilizar una planta de agua pesada para la investigación nuclear pacífica y estudiar sus aplicaciones en la medicina y la industria.
Desde la llegada de Trump al ejecutivo, EE.UU. ha tensado sus relaciones diplomáticas con México, Canadá, Rusia, China… y se ha retirado, además del pacto con Irán, del Acuerdo de París sobre cambio climático, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, ha boicoteado el Pacto Global para la Migración que se venía negociando, desafió el consenso de que Jerusalén es la capital del Estado de Palestina, y ha amenazado públicamente, sin pudor, con seguir recortando los fondos que su país entrega a Naciones Unidas si la institución no cede a sus presiones.
Morales, el disidente
Pero si bien el lenguaje diplomático marcó la tónica de la jornada, donde los representantes de los Estados dejaron claras sus posturas intentando no “herir susceptibilidades”, una voz se alzó clara y disidente, la del presidente de Bolivia, Evo Morales, nación que este año concluye su bienio como miembro no permanente del Consejo de Seguridad.
Evo aprovechó la oportunidad para recordar el artículo número 1 del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), donde los Estados firmantes “se comprometen a no desarrollar, ensayar, producir, fabricar, o adquirir de cualquier otro modo, armas o dispositivos de ese tipo. Sobre esa base convocó a hacer valer lo escrito: “Es un imperativo ético”, dijo.
Fue categórico al rechazar las sanciones unilaterales de Estados Unidos contra Irán, así como la retirada unilateral del Gobierno de Trump del acuerdo con la nación persa.
Al referirse al largo historial de injusticias de Estados Unidos y sus aliados, recordó las tres más grandes agresiones en lo que va del siglo XXI:
- la invasión a Iraq (2003), basada en la mentira de que poseía armas químicas;
- el derrocamiento del Gobierno de Libia por supuestos motivos humanitarios; y
- la guerra civil en Siria, fomentada y financiada desde el exterior.
En los últimos meses Estados Unidos ha demostrado su desprecio al derecho internacional, al multilateralismo y a la Carta de las Naciones Unidas, disparó de frente a Trump y añadió: A ese Gobierno no le interesa la democracia. Si así fuera, no habría financiado golpes de Estado, ni apoyado a dictadores, no amenazaría con intervenciones militares a gobiernos democráticamente electos, como lo hace contra Venezuela.
Washington tampoco respeta los derechos humanos, sostuvo, “si así fuera, firmaría los convenios internacionales de protección de los derechos humanos., no promovería el uso de la tortura, no abandonarían el Consejo de Derechos Humanos, no separaría a los niños migrantes de sus padres, ni los pondría en jaulas, tampoco amenazaría los mecanismos de investigación de la Corte Penal Internacional.
A Estados Unidos no le interesa el multilateralismo, prueba de ello es el abandono de Acuerdo de París y del pacto global de migraciones, insistió. Su afán es el control geopolítico, y es responsabilidad de nuestra generación entregar un mundo más justo, concluyó.