Fue como si a un cuadro perfecto, hecho por un artista perfecto, le cayera una gran mancha imperfecta de tinta negra. Muchos se llevaron las manos a la cabeza. “¡No puede ser!, ¡no puede ser!”, repetían. La bahía es la perla principal de Cienfuegos, digan lo que digan.
La lluvia intensa desbordó “las copas” y arrastró residuos petrolíferos que corrieron, como si fueran de prisa para un festín veraniego, a “bañarse” en las aguas de la rada. Nada pudo impedirlo. Nadie pudo impedirlo. Largas manchas cubrieron la superficie como si quisieran hacer una de esas pinturas abstractas que a primer golpe de vista no dicen nada, pero al observarlas y pensarlas detenidamente sí dicen mucho.
Con lamentos no se resuelven los problemas y los cubanos no somos ni de lamentos ni de lloriqueos estériles. Bastantes ciclones y tormentas nos han pasado por encima y aquí estamos.
Lo primero fue frenar el avance que parecía impetuoso. Y se frenó. Seguidamente resultaba imprescindible eliminar las sustancias oleosas (aceitosas) en el menor tiempo, para que la afectación al ecosistema no fuera más allá de lo imposible, y limpiar los tramos del litoral afectados y las embarcaciones que se mancharon.
Entonces el trabajo requirió de “gigantes”. Para sacar las plantas (flor de agua) embadurnadas de residuales los hombres tenían que accionar sumergidos hasta la mitad del pecho. Han sido toneladas las acopiadas y trasladadas.
Para las labores se han necesitado muchas manos y esfuerzos enormes. Como siempre sucede, porque los cubanos estamos forjados a golpes de coraje, a las zonas dañadas acudieron, entre otras muchas personas, trabajadores de diversos sectores, convocados por la CTC y los sindicatos.
Con voluntad e ímpetu ─y también con ciencia y técnica─ se afrontaron los trabajos y hace solo unas horas, justo a un mes de la tragedia, dieron a conocer que, felizmente, solo resta por limpiar un 1 % de las áreas afectadas.
Algunos daños ocasionará el derrame. Eso aún está por determinar. Pero poder mirar de nuevo el reflejo limpio del cielo sobre las aguas de la bahía de Jagua en sus 88 km2 era un anhelo de los cienfuegueros para preservar los encantos de la perla principal. Y se logró a fuerza de hombradas.
Acerca del autor
Graduado de Profesor de Educación General en el Instituto Superior Pedagógico Félix Varela, de Villa Clara, Cuba (1979). Ha laborado en la Revista Juventud Técnica, semanario En Guardia, órgano del Ejército Central, periódicos Escambray, CINCO de Septiembre y Granma. Desde el año 2007 es corresponsal de Trabajadores en la provincia de Cienfuegos. Está especializado en temas económicos y agropecuarios. En 1999 acompañó en funciones periodísticas a la segunda Brigada Médica Cubana que llegó a Honduras después del paso del huracán Mitch. Publicó el libro Verdades sin puerto (Editorial cubana MECENAS). Ha estado en otras tres ocasiones en esa nación centroamericana, en funciones periodísticas, impartiendo conferencias a estudiantes universitarios, asesorando medios de comunicación e impartiendo cursos-talleres sobre actualización periodística a periodistas y comunicadores. Multipremiado en premios y concursos internacionales, nacionales y provinciales de Periodismo. Fue merecedor del Premio Provincial Periodístico Manuel Hurtado del Valle (Cienfuegos) por la Obra de la Vida – 2012. Le fue conferido el Sello de Laureado, otorgado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura (SNTC). Mantiene evaluación profesional de Excepcional.