Por Elaine Caballero e Ivania Williams, estudiante de Periodismo
La historia del cine va más allá de lo que se muestra en la gran pantalla y los programas de televisión. Existe una reveladora producción conservada en los archivos, donde es posible contemplar la incursión de las naciones en el séptimo arte. En ese sentido, ¿cuáles películas marcaron época en Cuba?, ¿qué actores asumieron roles protagónicos? Estas y otras interrogantes se podrán descubrir en Bitácora del cine cubano, exhaustivo proyecto —auspiciado por Ediciones La Palma, de España; la Cinemateca de Cuba; la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo; el Ministerio de Cultura de España y la Filmoteca Canaria— que recoge la trayectoria del celuloide en nuestro país, desde sus inicios hasta finales del siglo XIX.
Se trata de cuatro volúmenes —hasta el momento tres editados— con cientos de fotografías digitalizadas y restauradas, exhaustivas fichas técnicas y sinopsis de largometrajes, donde se recrea el imaginario social del tiempo en que fueron concebidos.
El primer tomo, La República (1897-1960) contiene los filmes anteriores al surgimiento del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), período clave para lo que se realizó posteriormente.
En tanto, el segundo Largometrajes de ficción y animados abarca las películas desde 1959 hasta el año 2017 en esas categorías, y el tercero comprende la producción correspondiente al Departamento de documentales científico-populares, la Enciclopedia Popular, las mil 490 ediciones del Noticiero Icaic Latinoamericano, inscrito desde el 2009 en el Registro Memoria del Mundo de la Unesco y las revistas cinematográficas surgidas tras su desaparición. La enorme producción documental del Icaic ocupará el cuarto volumen.
“La idea original es que el material sea de consulta en bibliotecas”, comentó a Trabajadores Luciano Castillo, director de la Cinemateca de Cuba.
“En La República están obras como El brujo desapareciendo, primer corto realizado por José Esteban Casasús; La Virgen de la Caridad (1930), dirigida por Ramón Peón, que cierra el período silente; La serpiente roja (1937), de Ernesto Caparrós, entre otros clásicos. Representa un viejo anhelo en el que intervinieron no pocos especialistas, cumplido felizmente gracias a todos los puentes establecidos”.