Cargando...Por las calles escarpadas y zigzagueantes de Génova caminó hace más de seis siglos Cristóbal Colón, pero los vínculos entre este puerto italiano del Mediterráneo y Cuba van mucho más allá del itinerario del célebre almirante nacido aquí.
A principios del siglo XX un cubano fue nombrado cónsul en la ciudad: Fernando Ortiz. Todavía no era el gran antropólogo que marcó hitos en las ciencias sociales del continente americano, pero en Génova tuvo un encuentro revelador con un legado inmenso, que lo marcó definitivamente.
“Nadie hizo más que él en ese momento por estrechar los vínculos entre nuestras dos culturas”, asegura el poeta y etnólogo Miguel Barnet, que fue alumno y colaborador de Ortiz durante los últimos años del intelectual.
Barnet regresó a Génova como parte de la delegación cubana que participa en el V Fórum Internacional Timbalaye 2018: La ruta de la rumba. Fue una oportunidad para rendir tributo a su maestro, “un hombre que abrió caminos que todavía recorremos”.
“Sin Fernando Ortiz no hubiera sido posible comprender la gran valía de nuestras tradiciones de origen africano, de la rumba misma”, afirmó el coreógrafo y bailarín Ulises Mora, presidente de Timbalaye. En la plaza que lleva el nombre del sabio cubano, muy cerca del puerto, Barnet, junto al embajador de Cuba en Italia José Carlos Rodríguez, depositó una ofrenda floral el pasado miércoles.
Fue un acto sencillo pero muy emotivo. Participaron autoridades del ayuntamiento de Génova, residentes cubanos en la ciudad, amigos de la Revolución cubana…
“Yo sé que Fernando Ortiz está entre nosotros ahora. Es una presencia simbólica y poderosa”, concluyó Barnet.
