El Retablillo de don Cristóbal y la señá Rosita, de la compañía Teatro de las Estaciones, puso fin este domingo a la décima edición de Mayo Teatral. Diez días donde el público pudo disfrutar de diversas piezas que versaron sobre cuestiones sociales, culturales, políticas y, en varias ocasiones, desde la introspección y las experiencias de los propios actores; un canto a la vida y al poder de las obras para cuestionar la dimensión humana en distintas situaciones y contextos límites.
Cuba estuvo bien representada en el encuentro con El banquete infinito, Caballas, Cuatro, Jacuzzi, CCPC, La República Light, y otras puestas en escena que atrajeron a gran cantidad de espectadores a varias salas de la capital. Como era de esperarse —una tradición del evento que no ha variado— se presentaron relevantes agrupaciones de nuestro continente. Otro de los aciertos de la cita: la posibilidad de establecer puntos de contacto entre el teatro cubano y el latinoamericano. Ambos se entrecruzan al valerse de elementos testimoniales para la creación de propuestas artísticas. Prueba de ello constituye ¿Dónde? Acción no. 2 (Brasil), Mateluna (Chile), Animales domésticos (Bolivia), y las obras nacionales Jacuzzi y Diez Millones.
Un campo de estudios se abre entonces para teatrólogos y alumnos de la especialidad. Resulta necesario profundizar en la retroalimentación entre los amantes de las tablas y las problemáticas que se recrean en el escenario. ¿Cuánto impactaron las obras? ¿Se requieren prácticas más experimentales?, son algunas de las cuestiones fundamentales para concebir un mejor teatro.
La literatura cobró importancia en esta fiesta de la dramaturgia con la presentación del número 187 de la revista Conjunto, una suerte de bitácora de saberes que contiene un resumen sobre la segunda edición del Festival Internacional Teatro sin Fronteras, de Chihuahua, y las secciones habituales de la publicación, así como otros textos.
Los lectores también adquirieron Teatro del Oprimido, de Augusto Boal (Fondo Editorial Casa de las Américas); Tania Farias. El Teatro es un sacerdocio (Colección Gaúchos em Cena, Porto Alegre) y El banquete infinito (Ediciones Vigía).
Asimismo las clases magistrales y talleres fueron de vital trascendencia al ofrecer la posibilidad a los actores cubanos de nutrirse de sus homólogos extranjeros y viceversa.
En tanto, el premio El Gallo de La Habana, instituido por Casa de las Américas en 1996, fue conferido a la actriz, pedagoga y dramaturga puertorriqueña Rosa Luisa Márquez, luego de su excelente interpretación y dirección escénica en Hij@s de la Bernarda, del grupo Tojunto. Un lauro bien merecido por su fecunda trayectoria profesional.
Se despide por esta vez Mayo Teatral para regresar dentro de dos años con lo más novedoso y actual de la escena latinoamericana.