Precisada del aporte personal de cada uno en su puesto laboral —más en el trayecto a su actualización— la economía cubana enrumba cada año la ejecución del plan y el presupuesto, pronosticando entendamos, el esencial y lógico reducto de nuestro aporte personal. Y parece tautológico, pero en tal caso responde a un holograma económico donde yermos y erráticos caminos no nos condujeron precisamente a Roma.
De manera que proyección, anticipación y organización van a por la efectividad de un proceso en el mismo escenario laboral donde hoy proliferan el desacato a normativas y legalidades, violaciones de algoritmos oficiales y contratos, evasiones fiscales, oportunas inexperiencias desembocadas en la más confesa negligencia e irresponsabilidad, cuentas por cobrar y pagar vencidas, venta ilícita del combustible o la incorrecta y —tan llevada y traída— gestión de productos ociosos y de lento movimiento.
El plan y el presupuesto se avistan hoy en una serie de asambleas orientadas a indagar con los trabajadores las insuficiencias del diseño anterior, lo que faltó, aquello que no llegó a tiempo, y hasta los imprevistos naturales y fatídicos. Por esa misma cuerda, dichos encuentros invocan la participación del trabajador y su fortalecimiento para asumir con rigor un plan que a fin de cuentas es resultado de la ecuación entre lo que fue capaz de producir y sus facultades reales.
Un cuento mundialmente conocido, narrado por primera vez por la ambientalista Keniana Wangari Muta, considera a mí entender —como ninguna teoría relacionada— la delicada armazón del plan y el presupuesto, desde cada trabajador hasta la economía nacional.
Se trata de La fábula del colibrí africano, que hace pocos meses escuché citar en una de las asambleas convocadas y dirigidas por la CTC y sus sindicatos con el fin de presentar el programa anual, previamente discutido y aprobado, a quienes les toca desempeñarlo con esfuerzo y disciplina.
En esa ocasión un auditorio de hombres y mujeres consagrados y pioneros en la Empresa de Tabaco Torcido Lázaro Peña, de Guantánamo, escuchaban la intervención del director de la empresa, que buscaba horadar con emotividad la moraleja de la historia, como el que desviste la implicación personal de cada quien.
Cuenta la parábola que un ave a la que aducimos insignificante por su pequeñez llamaba la atención del resto de los animales del bosque donde vivía, pues en el medio de un incendio esparcido sin tregua hacia los árboles, el colibrí: en lugar de huir unido a la desbandada temerosa, volaba hacia las flamas enardecidas.
Cuestionado por unos que perdían la vida incinerados y otros que favorecidos por la suerte y la astucia lograban escapar de la calamidad, el colibrí ascendió a un punto donde podía divisar el corazón del fuego y se dedicó a volar de un río cercano hasta allí llevando solo una gota de agua en cada uno de sus viajes.
De tanta ida y venida el colibrí parecía perder el aliento, mas su espíritu dejando caer “una gota de agua sobre el incendio” le impedía desfallecer hasta el término de su propósito. Fue así que algunos animales le preguntaron: -Oye, ¿y tú qué crees que estás haciendo?” A lo que el pajarillo resuelto respondió: “Estoy haciendo todo lo que está en mi poder”.
Sin embargo, la concreción de un plan no depende solo de la voluntad de quienes tienen en sus manos los medios de producción, incurre también en la acción compulsiva, motivar el incremento de la productividad, estableciendo movimientos específicos que estimulen los servicios y la eficiencia en cada colectivo, y por ende el ingreso de los trabajadores, algo que ya no pocos se arrogan en la diversificación de sus utilidades.
Es así como el itinerario económico cubano asume el derecho legítimo de los trabajadores de participar en su gestión desde la sociedad, otorgándoles una ración en la necesaria tarea de lograr que los problemas que dificultan nuestro desarrollo como nación sean resueltos con el concurso de todos.
Reconfigurados a la praxis del colibrí que podemos ser, el plan y el presupuesto hacia nuestra sostenibilidad en lo económico y la consiguiente mayor fortaleza e irreversibilidad de nuestra continuidad, reclama hacer las cosas pequeñas que hacemos habitualmente, dondequiera que estemos, mejor y con más tesón.