Una práctica que caracteriza al presidente de Estados Unidos, Donald Trump es la de no utilizar la verdad ni en su irascible retórica, ni en su gestión de Gobierno.
Una hipotética encuesta sobre mentiras de la Casa Blanca mostraría que su actual inquilino supera en ese estilo a George Bush, Richard Nixon y Lyndon B. Johnson, artífices en el engaño a la opinión pública norteamericana y a la comunidad internacional en los casos de la invasión a Irak, el escándalo Watergate y la patraña del “incidente” en el Golfo de Tonkin, iniciador de la guerra contra Vietnam, respectivamente.
Es propio de un record Güines, que en sus discursos y miles de twitter, Trump mintiera en más de 800 veces desde que asumió el cargo y que durante su campaña presidencial, lanzada en el 2015, hiciera 836 declaraciones falsas o engañosas, según publicitan medios de prensa norteamericanos y foráneos.
Su mitomanía está relacionada directamente con la unipersonal salida del pacto nuclear suscrito entre Estados Unidos, Irán, Rusia, China, Francia y Alemania, denominado Plan Integral de Acción Conjunta.
Para sustentar tan desacertada medida, Trump reiteró, sin prueba alguna, el supuesto apoyo de Teherán al terrorismo y la continuidad de su programa nuclear, decisión que concitó el rechazo inmediato del resto de los firmantes del Acuerdo y de la comunidad internacional, temerosa del agravamiento de las tensiones y la posibilidad de un conflicto de mayores, generalizadas e impredecibles consecuencias.
Antes, y utilizando la falsedad del uso por Siria de armas químicas por contra la población civil, ordenó el ataque militar al país árabe.
Sin salir de estos entuertos, la improvisación y la torpeza, continúan presidiendo la política exterior practicada por el jefe de Estado de la nación norteña.
Desestimando el gran y esperanzador paso dado por los líderes de la República Popular Democrática de Corea (Corea del norte) y la República de Corea (Corea del sur) a favor de la distensión, la normalización de sus relaciones y la búsqueda de la paz y seguridad en la Península de coreana, Washington ha enrarecido y complicado estas alentadoras conversaciones.
En medio de ellas han tenido lugar las provocadoras maniobras militares conjuntas Estados Unidos-Corea del sur, recibidas con muchas aprensiones por Pyongyang, y las sorprendentes declaraciones de Trump y su furibundo halcón John Bolton, asesor de seguridad de la Casa Blanca, que han provocado que Corea del norte congele sus conversaciones con Seúl y amenace con cancelar la cumbre de Kim Jong-un y el presidente norteamericano, programada para el próximo 12 de junio en Singapur.
Tanto Trump como Bolton han manifestado que exigirán a Corea del norte el desmantelamiento de su programa nuclear y que seguirán el modelo aplicado por Estados Unidos para la desnuclearización completa de Libia, el cual resultó en la posterior devastación del país norafricano por la OTAN y el derrocamiento y asesinato de su líder Muammar el Khadafi.
Así las cosas son muchas las expectativas sobre la posibilidad de que el encuentro llegue o no a efectuarse, y las consecuencias que pueden derivarse de una retorno a la confrontación en la Península de Corea entre naciones dotadas del arman nuclear y con capacidad para incendiar el planeta.