Nadar en piscina no genera olas. Tampoco el viento hace acto de presencia allí. Pero bien pudiéramos convenir que las olas simbolizan avances y el viento señales de triunfo para graficar, de una manera sintética y metafórica, que sin tenerlos como aliados, la natación cubana está dando movimientos positivos este 2018.
Tras varios años de medallas sumergidas en el recuerdo y de un solo rostro visible y ganador: Hanser García, una nueva hornada de nadadores comienza a pensar que es posible, poco a poco, asaltar lugares cimeros en los venideros Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla. Y quizás logren más de tres preseas, incluso hasta algún título.
El techo regional lo dominamos entre 1990 y 1998; y entonces, como ahora, éramos conscientes de que los rivales, incluidos los mejores exponentes, no tenían luego la misma fuerza en podios panamericanos, mundiales u olímpicos.
Es decir, el medidor de un adelanto real o sostenido en esta disciplina no podrá ser la cita colombiana, por más galardones que vayan a los cuellos, pues lo que demuestra una verdadera progresión, por encima del color de los metales, son las rebajas de las marcas personales, el número de clasificados y la cantidad de finalistas, tal y como evalúan otros deportes de tiempo y marca.
Aunque en muchos lugares del planeta la natación funciona como laboratorio de una gran cantera, a la que aplican ciencia y tecnología de punta desde el primer día de entrenamiento, para nosotros esa cantera es cada vez más reducida, pues el país se inundó de albercas, pero no calculó su carísima sostenibilidad y a más del 70 % (siendo conservador) únicamente las visitan el sol y la sequía.
Y para que se tengan referencias precisas: en China nadan hoy más de 5 millones entre todas las categorías, y en las grandes potencias como Estados Unidos, Australia, Rusia, Francia, Hungría los siete dígitos de tritones también se sobrepasan con facilidad.
¿Qué hacer entonces si en Cuba jamás alcanzaremos eso? ¿Hay o no futuro? La ciencia aplicada al deporte ha mostrado decenas de ejemplos positivos entre nosotros. De hecho, la mayoría de las plusmarcas nacionales obedecen a los últimos ocho años, solo que ninguna está cerca de las cotas continentales ni mundiales, que se rompen a velocidad de tren bala, mientras las nuestras siguen a ritmo de almendrones.
Retomar el trabajo puntual con quienes resaltan por encima de la media se antoja decisivo, así como mantener las condiciones para nadar todo el año sin interrupción. Si se aprovecha esta juventud con métodos de preparación desintoxicados del pasado será posible aplaudir pronto nuevos Mayitos, Falcones y Neisseres. Lo demás quedará en olas y vientos; y ya sabemos que eso no empuja ni ayuda a nadie dentro de una piscina.