Los admiradores del buen arte no deben dejar de disfrutar de una de las exposiciones más sobresalientes de la plástica insular en el año que transita: la muestra de pinturas titulada A teatro abierto, con obras realizadas durante los últimos años por Manuel López Oliva (Manzanillo, 1947), y se mantendrá abierta al público durante todo el mes de mayo en la Galería ARTIS718, del Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC).
La presentación, que ocupa el moderno salón de 7.º avenida y calle 18, Miramar, constituye a la vez un homenaje de este maestro al aniversario 40 de esa institución. “Es a la vez —dijo— una manera de agradecer a las personas y entidades que, antes o actualmente, han creído en mi dimensión de artista visual y han apoyado la concreción y despliegue de mi obra”.
Se trata de 13 piezas de mediano y gran formato, concebidas como puestas en escena con una autonomía que se muestra a través de la dramaturgia y la unidad. Son rostros, medios faciales de simulación, poses de ceremonias cotidianas, personificaciones y trabajos de actuación, seducidos por la milenaria expresividad del teatro. “Todos estamos —en alguna proporción— poseídos por las máscaras…”, ha dicho este artífice considerado una de las figuras más representativas del arte cubano de entre milenios.
El también Premio Nacional de la Crítica Guy Pérez Cisneros 2000, recrea el difícil drama de vivir, en torno al cual establece un original lenguaje cuyos presupuestos conjugan las emociones personales con sentimientos colectivos, así como asuntos relacionados con la idiosincrasia y la cultura de nuestro país, particularmente los referidos a las fiestas de carnavales, las ceremonias religiosas y la farsante doblez de algunos congéneres humanos que a veces también reclaman máscaras. Su obra igualmente se nutre de la historia universal con referencias indirectas a los códigos provenientes de la iconografía indígena de América.
López Oliva asume en sus obras “la vida como peripecia y desarrollo escénicos, donde los roles cotidianos devienen conflictos simbólicos y mascaradas; la cultura y lo antropológico encarnados en figuraciones dispuestas como retratos circunstanciales de lo humano que nos universaliza; determinados tatuajes virtuales integrados como textos que sirven para ayudar en la lectura libérrima de las imágenes; nos proporcionan así un viaje por la diversidad sintáctica, la sinceridad expresiva y una proyección espiritual nutrida, de pasión y búsqueda de la verdad”.
Como en otras de sus exposiciones, en la apertura de A teatro abierto, los bailarines de la reconocida Compañía de Danza Combinatoria que lleva el nombre de la Premio Nacional de Danza 2013, Rosario Cárdenas, interpretaron un performance durante el que interactuaron con el público utilizando máscaras realizadas por el pintor, con desplazamientos por la galería. En ese juego de sentidos entre ser uno mismo y otro a la vez, ocultándose a veces la identidad, surgió un místico ambiente donde la espiritualidad y la reflexión resultan factores trascendentes.
Los códigos estéticos de este creador —mediador entre lo que somos y lo que aparentamos— irradian desde lo antropológico hasta el gran dilema de la sociedad moderna, llevados al fantasioso universo del teatro, del cual es profeso amante. Hacedor de historias que dejan huellas en el tiempo, López Oliva construye sus imágenes a partir de una perspectiva ética que varía en dependencia de sus diferentes estados de ánimo, anhelos, sueños, frustraciones y esperanzas; todo lo cual influye en la conformación de su psicología y su personalidad.
Con esta exposición López Oliva demuestra la riqueza de sus recursos, oficio y posibilidades estéticas, donde se hace evidente el carácter renovador y la dinámica de una propuesta abierta que no se amarra a patrones externos y que apuesta por la autenticidad del arte y la cultura que lo nutren.
Su mística y paradójica pintura posee un lirismo que llama la atención a través de un sistema de signos, analogías y colores representativos del hombre y la naturaleza; sin embargo, aún reclama de mayor reconocimiento, promoción y estudio, pues, sin duda, constituye uno de los más sólidos legados a la cultura cubana, y en particular a las artes plásticas de esta época.
Me encantaría tener esa exposición el 20 de octubre en el teatro Bayamo, lugar que atesora un vitral donado por este artista.