Es el mayor intercambio cultural de los últimos años entre Cuba y los Estados Unidos, una oportunidad única para el diálogo mutuamente beneficioso entre los dos países. Más de 200 artistas cubanos viajan a la capital estadounidense para actuar en los diferentes escenarios del Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas, una de las principales instituciones de las artes en el mundo.
El festival Artes de Cuba: desde la Isla para el mundo ofrecerá un panorama amplísimo de la música, la danza, el teatro, el cine y las artes visuales, defendido por artistas que viven y trabajan dentro y fuera del país.
Algo llama la atención: la gran mayoría de los creadores que asistirán (los de afuera y los de adentro) son fruto del sistema de la enseñanza artística cubana, referente indiscutible en la región y en el mundo.
Las orquestas más representativas (desde Los Van Van hasta la Orquesta Sinfónica de la Universidad de las Artes); compañías de danza de trascendencia internacional (entre todas, la más emblemática: el Ballet Nacional de Cuba, que se presentó por primera vez en los Estados Unidos hace 40 años precisamente en el Kennedy Center); dos de los mejores grupos de teatro; cantantes casi de culto (como la mítica Omara Portuondo); junto a artistas muy jóvenes, pero con sólidas trayectorias… No son todos los que viajan a Washington, pero todos los que viajan son.
La calidad de la delegación es muestra de la importancia que las instituciones en Cuba le han otorgado a la cita. Y es garantía de que cumpla su objetivo: ofrecer una visión integradora del arte (del buen arte) que se hace en Cuba hoy.
Los vínculos entre los dos países han experimentado fuertes tensiones a lo largo de las últimas décadas. De hecho, ahora mismo no se vive el mejor de los momentos. Pero el arte siempre ha unido las dos naciones.
Es natural que así suceda, teniendo en cuenta la cercanía geográfica, la historia compartida y los fuertes lazos entre las dos culturas.
El “puente”, que ha resistido las políticas de bloqueo y aislamiento promovidas por las sucesivas administraciones estadounidenses, siempre ha funcionado en los dos sentidos.
El arte siempre ha sido el mejor embajador de los dos pueblos. El arte supera fronteras idiomáticas, obstáculos políticos, dificultades económicas.
El arte (el arte auténtico) nunca será burda propaganda, sino concreción luminosa de un potencial creativo.
A juzgar por la expectativa que se ha creado, el festival debe dejar dividendos a sus organizadores. Pero ese será, hasta cierto punto, el beneficio menor.
Quizás pueda parecer un golpe de efecto (traer a la capital de los Estados Unidos una delegación de un país con el que se mantiene un significativo diferendo), quizás el “golpe de efecto” funcione. Pero lo cierto es que este festival abrirá muchas puertas al conocimiento y la sensibilidad.
Los que asistan a las numerosas presentaciones programadas para este mes podrán llevarse una idea de la solidez de la cultura cubana. Notarán que no es una cultura “parásita” y “ególatra”. Es arte cuestionador y comprometido, de altísimo vuelo estético.
Arte de todo un pueblo.