Por Jesús Pastor García Brigos, Profesor del Instituto de Filosofía del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente
“Como se puso del lado de los débiles, merece honor” afirma decidido el Apóstol. Y, como tantas veces, su mente de revolucionario verdaderamente universal, identifica, casi sin conocerlo, la esencia del hombre que “en sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto, lucha”, que nació un cinco de mayo, para no descansar, y continuar luchando hasta hoy, por explicar la realidad, para transformarla revolucionariamente, por “asentar al mundo sobre nuevas bases”[1].
Quienes hoy se preguntan qué ha envejecido, y qué ha pasado la prueba del tiempo dentro de la obra de Marx, solo muestran desconocimiento. Estamos ante un científico revolucionario que profundiza en el arte de comprender la realidad para transformarla, que no es la simple erudición académica: es la pasión unida a la razón, indispensables para concebir, fundamentar y luchar por el “reino de la libertad”, que no es un mundo idílico que se “construye” de una vez y para siempre, sino un nivel superior del incesante y continuo proceso de emancipación, que se hace “verdaderamente humana”/Marx/, como nos propone Fidel, emancipándonos “por nosotros mismos”, en lucha con fuerzas poderosas que han dominado durante siglos.
Hay quienes buscan resultados “envejecidos” en la obra de Marx y su inseparable hermano de luchas, amigo en el sentido más profundo de concepto de amistad, Federico Engels, quien con modestia sublime, lo calificó como un genio, dejando para todos los demás, a lo sumo, la condición de “hombres de talento”. Pero quienes pretenden encontrar los “errores” de estos dos gigantes, no están haciendo más que mostrar su enfoque “no marxista”. Olvidan que ellos jamás pretendieron brindar “teorías” definitivas, que comprendieron la complejidad del proceso del conocimiento humano y el papel de la práctica en la confirmación de sus resultados; olvidan que, en particular respecto a los procesos sociales, subrayaron que no pretendían ser “cocineros” de la historia brindando “recetas” de cocina para las futuras generaciones, las cuales tendrían que encontrar por sí mismas las soluciones a los problemas de su momento histórico.
Marx no se empeña en brindar una “teoría” del socialismo, pues se traicionaría como científico riguroso si pretendiera describir algo que no existía. Pero nos adelantaron esencias necesarias para avanzar en la nueva sociedad, destacando que implicaba “cambio” constante… aunque no cualquier cambio.
No se plantearon dar recetas, pero nos adelantaron elementos esenciales, que no siempre hemos identificado para materializarlos en los procesos concretos iniciados desde Octubre de 1917 en Rusia, como cuando nos planteaba la necesidad de una economía política “desde el punto de vista del trabajo” o la necesidad de “extinguir” el Estado en la transformación comunista, concebida como un proceso complejo y contradictorio que empezaba desde el primer día que los desposeídos comenzaban las transformaciones revolucionarias. Eran los primeros llamados para no usar las “armas melladas”, sobre las que el Che nos alertaba casi un siglo después. Desatenderlos ha tenido negativas consecuencias en las concepciones y las prácticas que hasta hoy han predominado acerca del “socialismo”, conducentes al derrumbe de experiencias autocalificadas como “socialismo real”, y a las necesarias rectificaciones en el proceso cubano de transformación socialista.
Con Marx podemos entender distinto los procesos reales. Y en particular, podemos entender la necesidad de trascender el orden reproductivo del capital. Podemos entender la transformación socialista como el inicio de un profundo proceso de transformación revolucionaria, necesariamente consciente; un proceso esencialmente contradictorio, de generación de relaciones emancipadoras superiores, que requiere de una transformación sistémica, compleja, no solo política, ni solo económica: una transformación radical de todo el sistema de relaciones sociales y de las relaciones entre los individuos humanos y la naturaleza: un proceso que requiere de nuevos contenidos en todas las actividades humanas, y nuevos conceptos para expresarlas y actuar conscientemente. Entre ellos, uno que resulta clave para llevar adelante el actual proceso de actualización: el concepto de propiedad, la propiedad socialista.
Sus ideas acerca de la propiedad, son esenciales para el necesario proceso de articular diversas formas de propiedad en la Cuba actual. Nos brinda los elementos para comprender la propiedad más allá de los enfoques estrechos en su expresión jurídica, económica, o como la posibilidad de “tener”, “poseer” directamente algo, ”usarlo” directa y exclusivamente por uno, como nos educó la propiedad privada imperante hasta el capitalismo que, en palabras de Marx, “… nos ha hecho tan estúpidos y unilaterales que un objeto es solamente nuestro cuando lo tenemos —cuando él existe para nosotros como capital, o cuando es directamente poseído, comido, bebido, vestido, habitado, etc.—, dicho brevemente, cuando es usado por nosotros. Aunque la misma propiedad privada de nuevo concibe todas estas realizaciones directas de posesión solamente como medios de vida, y la vida que ellas sirven como medios es la vida de la propiedad privada —el trabajo y la conversión en capital—.
En lugar de todos los sentidos físicos y mentales ha llegado entonces la enajenación completa de todos estos sentidos, el sentido de tener. El ser humano tuvo que ser reducido a esta pobreza absoluta para poder rendir su riqueza interior ante el mundo exterior.”[2]
Marx no solo nos brinda la crítica profunda de la propiedad privada hasta el capitalismo, sino nos adelanta una guia para la acción indispensable en las transformaciones concretas: la necesidad de entender la propiedad como un sistema en permanente movimiento, la propiedad socialista como un sistema en construcción, cuando afirma que:
« En cada época histórica la propiedad se ha desarrollado diferente en relaciones sociales completamente diferentes.Por esto definir la propiedad burguesa – esto no es otra cosa que describir todas las relaciones sociales de la producción burguesa. (…) Pretender dar una definición de la propiedad como una relación independiente, como una categoríaía independiente, como una idea abstracta y eterna, significa caer en una ilusi[no metafísif\ca o jurídica »[3].
En este, como en otros aspectos, Marx brinda contenidos indispensables para actuar en este inicio de la transformación comunista, la transformación socialista. Marx nunca habló de “construcción del socialismo”. Junto con Engels, subrayaron insistentemente la esencia de este proceso, cuando hablaban del comunismo como un necesariamente nuevo escalón en el funcionamiento y desarrollo de la sociedad. Solo nosotros, “bajo las presiones” de los requerimientos cotidianos que nos han planteado los procesos concretos de establecimiento de esta sociedad esencialmente nueva, de un nuevo funcionamiento y desarrollo de las relaciones sociales, introdujimos” los términos de “periodo de transición”, “construcción del socialismo”, “socialismo desarrollado”…
La obra de Marx, como sistema vivo, en permanente enriquecimiento, para la comprensión y la transformación de la realidad, seguirá siendo en lo adelante fundamento indispensable para responder a todos los retos de la contemporaneidad.
Paradójicamente a Marx lo conocen mejor los capitalistas cultos, que muchos “marxistas”, formados en estudios fragmentados de su obra. El capitalista encuentra en su obra un profundo estudio de la esencia del sistema del capital, y así entienden mejor sus debilidades para extender su agónica existencia, en las actuales condiciones de desarrollo humano. Una agonía que puede llevar la humanidad a su desaparición, si no enfrentamos con claridad en las ideas, enfoques como los que algunos reviven acerca de la “convergencia” de los sistemas, planteando que ante los graves problemas actuales no tiene sentido distinguir entre capitalismo y socialismo, y se apoyan oportunistamente en las potencialidades que brinda lo que se ha dado en llamar “sociedad del conocimiento”, y específicamente la “cuarta revolución industrial” y el desarrollo de la “nueva sociedad industrial”, para salvar a la humanidad.
Sin negar las potencialidades que se abren ante la humanidad a la luz de los incesantes descubrimientos científicos y el desarrollo de antes impensables tecnologías, hoy, como Fidel planteó en su intervención ante el VII Congreso del Partido, el reto es político. Y pasa por comprender que es imposible resolver los llamados “problemas universales de la humanidad” en los marcos de sistema del capital, solo apoyándonos en las infinitas posibilidades que brinda la ciencia y la tecnología.
La única respuesta correcta a los retos del “progreso destructivo” de los últimos años, es inseparable de nuestra postura política, sin que con esto nos apartemos de las ideas de Marx acerca del papel del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción en el desarrollo humano, ignoremos la importancia de consolidar una economía capaz de hacer sostenible la transformación socialista, todo lo contrario.
Y así lo comprendió cabalmente Fidel durante toda su obra, que hoy tenemos el deber de continuar consolidando los cubanos, al colocar en el centro de la atención de todo el proceso de transformaciones, el pleno desarrollo de los individuos como parte del pleno desarrollo de la sociedad como un todo, expresión del principio martiano de que la ley primera de nuestra República fuera siempre “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.[4]
Para los revolucionarios marxistas, los retos son muy grandes. No hay que ser un erudito para ser un marxista consecuente, tarea por demás muy difícil, por la propia magnitud de la obra escrita, que, además, no toda se halla traducida al español.
Los revolucionarios que nos asumimos continuadores de Marx y Engels, nos enfrentamos ante todo a los obstáculos de generar relaciones entre los seres humanos y la naturaleza radicalmente diferentes de las que existieron hasta el capitalismo, un camino desconocido a recorrer: el “viaje a lo ignoto”, como lo ha calificado Raúl Castro, que tenemos que emprender con claridad acerca de hacia dónde nos dirigimos, con una “visión de futuro” definida, que a la vez se irá precisando en la medida que nos movemos hacia ella. Y para guiarnos en ese viaje, los cubanos contamos con la brújula de las ideas de Marx y Engels, enriquecidas con lo mejor del pensamiento revolucionario hasta hoy, con la obra de Martí, Fidel, el Ché, con la obra de nuestro pueblo en más de 150 años de incesante lucha, hoy convencidos de que la existencia de Cuba como nación libre, independiente y soberana, es imposible si se aparta del rumbo socialista.
[1] José Martí, Obras Completas, T.9, p. 388, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963.
[2] Marx , C., Engels, F., Manuscritos Económico- Filosóficos de 1844” , Ep. Propiedad Privada y Comunismo (tomado de Colected Works, t. III, pp. 300-301, International Publishers, 1976, trad. del autor).
[3] Маrx, C., Miseria de la Filosofía, Capítulo 2, Metafísica de la economia política. Sección 4. La propiedad de la tierra o la renta de la tierra.
[4] Constitución de la República de Cuba, Preámbulo, Gaceta Oficial de la República de Cuba, La Habana, 31 de Enero de 2003.