Fiel testigo

Fiel testigo

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“Ella estaba conmigo. Cruzamos  el río. Esquivamos juntos sin éxito la aviación. Rompimos hacia el monte, nos escurrimos entre la hierba y las piedras, evadimos de forma lateral las avionetas”.

Así narra Raúl Pérez  Herrera su historia. Si no fuera por sus canas nadie creyera que lo que cuenta  tiene seis décadas, porque revive los más mínimos detalles. Fue, el Canoso, como también le llaman a Raúl, uno de los jóvenes que el 9 de abril de 1958 participó en la toma de la ciudad de Sagua la Grande, como parte de la huelga general que se convocó para ese día.

Según relata, las células del M-26-7 en ese territorio estaban bien organizadas y primó la discreción, pero repite, llamando la atención sobre la frase: “Cuando por la emisora se informó a la población que había estallado la huelga, ella estaba junto a mí, dispuesta a combatir “. No revela quién es ella, por el pronombre y el tono amable y sentimental con que la nombra supongo sea una novia, una compañera, una amiga cercana…

“Formé parte del Comando que actuó en la emisora, luego me encomiendan buscar municiones dentro de la ciudad, no puedo regresar, me integro al grupo que combate en el hotel Unión. Se toma la instalación, allí izamos las banderas cubana y del 26 de Julio, nos atrincheramos en el parque, más tarde se cubre la carretera que va hasta Isabela de Sagua, para impedir un desembarco por la bahía. Ella siempre va conmigo”.

Vuelve a mencionarla. Cuando habla de ella, el Canoso lo hace con  cariño entrañable, hasta con dulzura, es visible que la extraña, se emociona y a pesar de ello puede precisar cada lugar en los que se combatió de forma coordinada en la ciudad.

“El Comando General ocupa el Colegio Jesuitas, desde allí se distribuyen las órdenes al resto de los grupos. En la Logia Masónica se reúnen los que  incendian el taller de Linares donde se inutiliza el coche motor que va hacia Isabela, se toma la terminal de ferrocarriles y caen los primeros compañeros”.

En esta parte de la narración sus palabras no fluyen igual, las frases salen entrecortadas, le afectan aún aquellas primeras pérdidas: Fidel Arredondo, Antonio Pérez, Lázaro Barrios y Manuel Garrido.

Se recupera de la nostalgia, Raúl es un hombre que sabe empinarse y pasar sobre los recuerdos; tiene la fuerza que le dan sus años para reponerse y continuar la historia.

“En Sitiecito se ponen bombas, se detiene el bombeo de agua. Entran en acción el matadero, la destilería, los combatientes se apropian de armas, desarman guardias. Un punto de fuerte combate fue la Colonia Española, quedan paralizados todos los establecimientos y  se resguarda el circuito norte para impedir la entrada de refuerzos por esa vía, teniendo en cuenta que el día anterior el comandante Víctor Bordón había realizado acciones en Quemado de Güines y el ejército de la tiranía podría estar alerta”.

Los combatientes del M-26-7 y el pueblo de Sagua la Grande mantuvieron el control de la ciudad por 24 horas, la acción más importante del país durante la huelga nacional revolucionaria. Las fuerzas del ejército batistiano se concentran en la región y reprimen a los participantes, quienes tienen que esconderse, algunos se repliegan al Monte Luca, entre ellos Raúl, quien recuerda que con él va ella.

“El contraataque fue terrible. Llegamos juntos hasta la costa. El día 10 decidí regresar como cualquier ciudadano, es entonces que me separo de ella. La escondo en un árbol frondoso, la envuelvo con yagua. La dejé con zozobra en lo más alto de la mata con el cañón hacia el suelo, me separaba de mi escopeta”.

Durante un tiempo el Canoso se refugió en La Habana, al regresar a Sagua la Grande fue directamente al árbol que ocultó a su compañera. Ella estaba allí, esperándolo. “La recogí, la desarmé. Al reorganizarse la lucha volvimos a estar juntos”.

Ahora la acaricia, revisa la marca que le tatuó para identificarla, es una de las más valiosas piezas del Museo Municipal de esta ciudad. Raúl vuelve a ella y confiesa que fue una novia, una compañera, una amiga cercana…Su fiel testigo de aquel 9 de abril.

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