Quizás porque su madre siempre ha sido su mayor ejemplo, no pudo ser otra la profesión que escogió. Y en cuanto le dijeron a Maritza Pérez Lafuente, camaronicultora de profesión, que podía tener un ayudante, pensó: “quien mejor que mi hijo”.
Rodolfo Pérez Lafuente como todo joven inconforme buscaba su camino en la vida. Quería ser útil, hacer algo que le gustara, estar tranquilo.
“Desde pequeño mi madre me llevaba a trabajar con ella y veía los estanques y como alimentaba a los animales. Así que de esto no hay quien me haga un cuento. Cuando me comentó sobre la opción de ir a trabajar con ella no lo pensé dos veces”, cuenta.
Pasos para seguir
En la Unidad Empresarial de Base Cultisur, perteneciente a la Empresa para el Cultivo del Camarón, más de 300 trabajadores dedican sus días a la atención de los pequeños crustáceos. Actividad que en los últimos cinco años se ha potenciado, gracias, entre otras cosas, al apoyo de jóvenes como Rodolfo.
“Año tras años hemos venido rompiendo nuestro propio récord de producción. Ha sido una misión de todos, lo cual se ha podido fomentar, en primer lugar, por una voluntad del Estado de desarrollar esta producción”, explica Nelson Toledo Cabrera, director de la UEB.
La lucha contra el delito, una mejor organización, así como el rescate de la disciplina laboral son aderezos que permiten a Cultisur vanagloriarse. “El pasado año sobrecumplimos el plan en más de 125 toneladas, logramos un peso promedio de más de 13 gramos por animal y el salario promedio rondó los 2 mil pesos”, expresa Toledo Cabrera.
Esos números son orgullo de todos. “Si el salario es bueno, claro que estimula, y mucho. A esto uno le coge cariño y desde que llegas el resto de los trabajadores te enamora para que te quedes”, dice Rodolfo.
Norma Lafuente Jorge, dirigente sindical de la entidad, es una de las culpables de que los jóvenes se comprometan así, “que lo den todo. Si no se sienten responsables es imposible que alguien desee dedicar 8 o hasta 12 horas del día a este trabajo”.
Responsabilidad y juventud van de la mano. Eso se lo enseñaron a Rodolfo, uno más de los cientos de jóvenes que en Santa Cruz del Sur y en toda Cuba, con sus nuevas maneras y modernos estilos, nunca pierden el deseo de ser útiles, de ser futuro.