A través de un mensaje grabado que se divulgó en la tarde del 21 de marzo, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), acompañado por su Gabinete, se dirigió a la ciudadanía solicitando su renuncia como presidente de Perú.
A juzgar por sus propias palabras, la decisión encerraba “lo mejor para el país”, pues no quería ser “un escollo para que la nación encuentre la senda para la armonía y unidad que tanto necesita”.
La figura de Kuczynski no era muy popular, sobre todo luego de que el 24 de diciembre concediera un indulto humanitario por supuestas razones de salud al expresidente Alberto Fujimori (1990-2000), quien cumplía una pena de 25 años por corrupción y violaciones de los derechos humanos.
Horas antes de enfrentarse a un segundo pedido de vacancia, comenzaron a circular unos videos que lo relacionaban a hechos de corrupción: “son grabaciones editadas y selectivamente tendenciosas que daban la impresión de que el Gobierno ofrecía cargos a cambio de votos en el Congreso” para evitar su destitución, se justificó PPK.
En diciembre pasado, el expresidente tuvo que someterse a un proceso de dejación tras ser acusado de “incapacidad moral” por su implicación en el escándalo de la constructora brasileña Odebrecht; sin embargo, la dimisión fracasó por ocho votos. Ahora, cuando aparecen nuevas evidencias, su petición fue aceptada en el Congreso con 105 fallos a favor, 11 en contra y 4 abstenciones.
Este acto de renuncia —que sucedió un día antes de que la Fiscalía imposibilitara su salida del país— añade incertidumbre a la VIII Cumbre de las Américas, el foro político que algunos especialistas han calificado como el más relevante para Estados Unidos en Latinoamérica desde la década de los 90, pero que en los últimos años se ha caracterizado por las controversias.
Si ya la cita anunciada para el 13 y el 14 de abril en Lima se visualizaba como problemática por su cuestionable organización y por la decisión de excluir a Venezuela, la situación política peruana aporta una cuota extra de escepticismo al evento.
El analista internacional Pedro Brieger manifestó a Sputnik que la renuncia “debilita a la corriente conservadora y neoliberal de la región, que se pensaba que ya estaba completamente consolidada”. Citó los episodios de corrupción que involucran al presidente de Brasil, Michel Temer, y también a miembros del Gobierno de Mauricio Macri, en Argentina.
La movida más reciente de PPK, y por tanto, su reemplazo por quien fuera el vicepresidente electo, Martín Vizcarra, podrían derivar en la ausencia de varios actores principales, entre ellos Macri y su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos, quienes conversaron su intención de no acudir al encuentro si el Gobierno del exmandatario caía, reveló el diario argentino La Nación. También se ha especulado acerca de que Estados Unidos enviaría delegaciones de segundo nivel, debido al posible cambio de planes del magnate estadounidense Donald Trump. Estas jugadas están por confirmarse, pero la solo sospecha empaña la cita.
En ese contexto, el presidente venezolano Nicolás Maduro —a última hora no bienvenido a Perú— ha reiterado su intención de asistir a la Cumbre, cuyo tema central, contradictoriamente, será Gobernabilidad Democrática frente a la Corrupción.
Cuba acudirá para legitimar un lugar ganado y demostrar el deseo de diálogo respetuoso aun en medio de las diferencias. En palabras del embajador Juan Antonio Fernández Palacios, quien encabezó la delegación gubernamental cubana al Diálogo Hemisférico previo a la Cumbre, celebrado la semana anterior en la capital peruana, estos eventos “deberían ser un punto de encuentro para los países del hemisferio y un espacio donde todos, sin injustas exclusiones, podamos expresar nuestras ideas, alcanzar consensos, disentir y debatir respetando nuestra rica diversidad”.