Porque te quisimos y siempre te vamos a querer, incluso los nietos que llegarán después.
Porque desde el Moncada, el Granma y la Sierra te convertiste en líder forjador de la Revolución, protagonista de nuestras victorias en la lucha contra bandidos, en las arenas de Girón, en los “días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe”, en las misiones internacionalistas y en el malecón habanero, aquel 5 de agosto de 1994.
Porque lograste, parafraseando al Che Guevara, un diálogo de intensidad creciente con tu pueblo y hacer vibrar la masa hasta alcanzar un climax de final abrupto coronado por un grito de lucha y victoria.
Porque tuviste toda la autoridad moral para pedirle a este pueblo el cumplimiento de cualquier misión.
El estratega bajo cuya guía el país logró sobrevivir a la desaparición de la URSS y el campo socialista, y enfrentar el bloqueo y estrictas leyes económicas, dictadas desde el “Norte revuelto y brutal”.
Porque no te equivocaste en la batalla por el derecho a regresar junto a su padre del niño obligado a balsero, y el de los Cinco antiterroristas cubanos a volver a su Patria.
Porque desde el instante en que conocimos tu partida al encuentro con Chávez, Bolívar y Martí, el pueblo triste, pero sereno, apostó por más apoyo a la Revolución como mejor respuesta.
No importa que unos pocos desalmados cubanos en Miami intentaran festines y alzaran copas bañadas de terror, plegándose a la misma bandera de las barras y las estrellas que disemina el horror de la muerte en muchas partes del mundo.
No levantan la bandera del valeroso pueblo americano la de Abraham Lincoln, George Washington y Henry Revee; aquel valiente que llamaban “inglesito” y peleó al lado de nuestros mambises.
Esa mafia miamense enarbola la bandera del irrespeto, la debilidad y el terror. Usted sabe que hasta quienes no le querían lo respetan.
Porque desde que hace un año la noticia de tu muerte le dio la vuelta al planeta, millones de personas de todo el mundo, de diferentes idiomas y dialectos, credos y razas, lloran tu partida, pero también muestran a diario su solidaridad con Raúl, Cuba y la Revolución.
Porque tu ejemplo y tus sueños de justicia social, de la necesidad de un mundo mejor posible, se multiplican en cada médico, cada maestro y cada colaborador cubano en muchas partes.
Porque fuiste, como te dijera tu amigo Gabriel García Márquez, “incapaz de concebir alguna idea que no fuera descomunal”.
Porque durante más de cinco décadas estuvo al frente de las principales batallas del Tercer Mundo.
Por sus inmensas cualidades humanas y de revolucionario se le recordará por siempre. Usted no ha muerto Comandante, usted- al decir de Frei Betto – pasó a otra dimensión para velar por nosotros.
Por tus inmensas cualidades humanas y de revolucionario se te recordará por siempre. Tú no has muerto Comandante, tú- al decir de Frei Betto – pasaste a otra dimensión para velar por nosotros.
Por todo eso, y por mucho más. Vivirás por siempre, Fidel.