La sorpresiva, y confusa dimisión del primer ministro libanés, Saad Hariri, decisión que hizo pública en Arabia Saudita, donde permanece en la actualidad, atiza las tensiones políticas en el País de los Cedros y crea serias dudas acerca de los verdaderas causas que compulsaron su renuncia, no presentada, como correspondía, ante el Parlamento en Beirut.
En un discurso televisado en Riad, el líder de confesión sunita, anunció como motivos de su decisión el temer por su vida
y su rechazo a las que denominó “interferencias de Irán en los asuntos internos del Líbano, acusando a Teherán y al chiíta Hezbollah (Partido de Dios) de ejercer el control de su país.
Las alegaciones de Hariri generaron una nueva situación de crisis interna, directamente relacionada con la coalición de diversos partidos integrados en el Gabinete de unidad nacional, que puso fin a 2 años de inestabilidad política por la falta de un Gobierno centralizado y de un Jefe de Estado.
La repercusión nacional e internacional por la dimisión del premier libanés y su no regresó al país, tiene diversas conjeturas en los enfoques de analistas políticos y medios de prensa mundiales, no solo por estimar improcedente su actitud, sino por las oscuras circunstancias en que se ha producido y los rumores de su detención o secuestro por los gobernantes de Riad.
Aunque en su mayoritaria estiman que esa determinación es consecuencia de la profunda rivalidad entre Arabia Saudita e Irán, presente desde hace más de una década en el Líbano y vigente e todo el Oriente Medio, y la cual cuenta entre sus más visibles y activos protagonistas a los Gobiernos de Estados Unidos e Israel, que apoyan al bloque regional antirani y maniobran a favor la desestabilización del país árabe mediterráneo.
Planes que precisamente se han recrudecido, en los momentos en que el Ejercito de Siria, con la asistencia militar de Rusia y las milicias del Hezbollah, ha resultado victorioso en la guerra contra el denominado Estado Islámico y ha expulsado a sus huestes terroristas y mercenarias de más del 95 % de su territorio.
En el enrarecido clima político libanés por la inesperada renuncia de Hariri, introducen mayor inquietud y confusión el comunicado del presidente del Líbano Michael Aoun, en el que urge a Arabia Saudita a ofrecer explicaciones inmediatas sobre la misteriosa situación del dimitido primer ministro y las razones que han impedido su regreso al país.
”Los actos de Hariri son el resultado de la dudosa y misteriosa situación que está viviendo en el reino saudita”, señala Aoun en el comunicado emitido por su oficina”.
Mientras, el líder de Hezbollah, Nasrallah, profiere que Arabia Saudita ha sido la que ha redactado la declaración de renuncia del premier libanés Saad Hariri.
Las extrañas circunstancias en que se ha producido esta dimisión han concitado masivas denuncias en el Líbano y otros países, en las que se señalan, sin mayores elementos de confirmación, la existencia de una conspiración trilateral detrás de la misma, en la que involucran por una parte a la Administración de del presidente Donald Trump, al Gobierno de Israelí al de Arabia Saudita.
El hecho es que El Líbano carece ahora de un Primer Ministro, el cual presentó su dimisión en un país vecino, dando inició a una vorágine de incertidumbres acerca de los futuros acontecimientos que se derivarán de esta determinación, para su estabilidad política, y la posibilidad de verse envuelto en una espiral de mayores y más graves conflictos.