John Reed no es un escritor común, pocas veces un estadounidense ha detallado con destreza un hecho que marcó un antes y un después en la historia universal, la Gran Revolución Socialista de Octubre. Su obra más conocida, Diez días que estremecieron al mundo, recientemente presentada en el espacio Sábado del Libro, bajo el sello Editorial de Ciencias Sociales, constituye un fiel relato de las primeras jornadas de lucha, donde los bolcheviques consiguieron el poder del Estado para colocarlo en manos de los sóviets. Un acontecimiento sin precedente alguno, que conmovió y dio esperanzas a la clase obrera.
El autor no estaba enajenado en su país, o como simple espectador leyendo las noticias. Todo lo contrario. Se encontraba a pie de obra, en el corazón mismo de Petrogrado, centro de la insurrección; por lo que el texto recoge pasajes testimoniales, casi cinematográficos, intensamente vividos; experiencias narradas desde el oficio de un periodista que hizo del libro una crónica magistral.
Resulta insólito, a primera vista, que tenga la firma de un estadounidense, con poco dominio del idioma y de las costumbres de un territorio tan distante al suyo, pero si se tiene en cuenta la trayectoria de Reed, las dudas se convierten en respuestas.
No por mero azar o casualidad tuvo un papel tan activo. Durante su etapa de estudiante organizó un club socialista en el seno de Harvard, verdadera muestra de coraje. Ya desde 1911, a los 24 años de edad, viajó a México como corresponsal de guerra del periódico Metropolitan Magazine y posteriormente acompañó a Francisco Villa en sus luchas por el norte de México. De ahí México insurgente, y años después, La guerra en Europa Oriental (1916), al laborar como reportero de prensa. Tales acciones significan pruebas suficientes de que no existen límites geográficos cuando se está al lado de la verdad.
Asimismo ofrece elementos determinantes al afirmar en el prólogo que la gesta no comenzó el 25 de octubre (que es el 7 de noviembre en el calendario actual) de 1917, “(…) sino muchos meses antes, cuando se produjo la desorganización de la vida económica y del ejército ruso, término lógico de un proceso que se remontaba al año de 1915. Las clases poseedoras querían una revolución solamente política que, arrancando el poder al zar, se lo entregara a ellas. Ahora bien, las masas populares querían una verdadera democracia obrera y campesina”.
Es posible contemplar la huella de la Revolución Rusa en él. Un hombre no vuelve a ser el mismo cuando presencia hechos con un brío único. Su comprensión del mundo cambia, crece, aumenta en saberes, y he aquí el resultado, 369 páginas donde el lector puede trasladarse a los escenarios de la época por la fuerza y viveza del relato.
Para los jóvenes de hoy, los que conocen por vez primera los sucesos de octubre de 1917, Diez días que estremecieron al mundo es una lección de historia, pero no de esas difíciles de entender por el peso o la magnitud de su contenido. La narración incita a investigar, buscar conexiones, establecer diferencias, llegar a conclusiones sin escuchar juicios de terceros; y entender la lucha de clases, la toma de conciencia, el despertar de un país, cuestiones que se repiten sin importar latitudes o idiosincrasias. Han pasado cien años y otros tiempos forjan historias, pero la escrita por John Reed permanece como símbolo de la revolución proletaria.
En la actualidad sus restos descansan al pie de la Muralla Roja del Kremlin en Moscú, honor merecido a quien mostró al mundo una memoria ligada indiscutiblemente a su existencia.