Por Angélica Paredes
Cuando el pasado 9 de agosto Cuba y el mundo conocieron la Declaración emitida por el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano acerca de la presunta ocurrencia de incidentes que causaron supuestas afecciones auditivas a funcionarios de la embajada estadounidense en La Habana y sus familiares, no pocas personas formularon la misma interrogante: ¿dónde están las evidencias?
Y hasta hoy, quienes conocen bien la esencia ética y apegada a los principios del Derecho Internacional que distingue a Cuba, continúan preguntándose: ¿por qué no ha sido posible establecer ninguna hipótesis investigativa acerca del origen de estos hechos que por su naturaleza son eminentemente sensoriales? La respuesta para muchos es clara como el agua.
Tampoco se han identificado posibles autores ni personas con motivación, intención o medios para ejecutar este tipo de acciones, ni se ha establecido la presencia de personas o medios sospechosos en los lugares donde se reportaron los alegados incidentes. Un funcionario cubano vinculado con las investigaciones aseveró que “las autoridades cubanas no poseen ni están relacionadas con el equipamiento ni la tecnología que pueda ser utilizada con fines similares a los descritos como ataques acústicos”.
La fuente consultada aseguró que “tampoco tenemos precedentes de hechos de estas características en Cuba”. Más adelante, precisó que “las autoridades cubanas, de acuerdo con los resultados preliminares obtenidos en su investigación y con los datos compartidos por las autoridades estadounidenses, hasta el momento no cuentan con las evidencias que confirmen las causas y el origen de las alegadas afecciones de salud de diplomáticos estadounidenses y sus familiares”.
Similar conclusión fue transmitida por las propias agencias especializadas de Estados Unidos, que plantean no poseer pruebas que permitan confirmar la ocurrencia de los supuestos incidentes ni tienen ideas claras acerca de lo que puede haber provocado los daños a la salud que han referido los funcionarios norteamericanos.
Por otra parte, expertos ratificaron que no se ha obtenido información que indique la existencia en el territorio cubano de ningún equipamiento emisor de sonido, como el que describen varios medios de prensa en el norteño país.
En medio de las indagaciones, la portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert, reconoció: “La realidad es que no sabemos qué o quién ha causado esto”.
Ciertamente, algunas versiones que circulan en los medios digitales de comunicación y en las redes sociales acerca de los presuntos daños auditivos parecen salidas de una película de ciencia-ficción. Son historias insólitas, sin sustento, sin argumento, sin pruebas.
Lo que sí resulta paradójico es que el país que desarrolla las más sofisticadas tecnologías e invierte miles de millones de dólares para los más variados fines, en todo el mundo, no logre identificar el origen de los presuntos incidentes. Esta enrarecida historia ha sido tomada con suma seriedad por las autoridades cubanas. Por indicación del más alto nivel del Gobierno se inició una investigación exhaustiva con el mayor grado de prioridad.
Cuba ha expresado la voluntad y la importancia de establecer una verdadera cooperación entre las autoridades de ambos países, con el fin de entregar evidencias, intercambiar con expertos e investigar profundamente los hechos.
Compartir información que facilite la caracterización de los sucesos o la identificación de posibles autores, en caso de haberlos; acceder a los afectados y a los médicos que los diagnosticaron e intercambiar con los expertos con conocimientos de los incidentes y de la supuesta tecnología utilizada, serían aspectos esenciales para la necesaria colaboración bilateral en este delicado asunto.
En medio de un complejo escenario, los oportunistas de siempre, los que nunca asumieron que Cuba y Estados Unidos pudieran establecer un puente civilizado más allá de sus profundas diferencias, se agarraron de la situación y no han perdido la oportunidad para intentar presentar al país como responsable de los alegados incidentes contra diplomáticos estadounidenses y presionar al Gobierno de los Estados Unidos a adoptar medidas que implicarían un mayor retroceso en las relaciones bilaterales.
A pesar de la falta total de evidencias, el tema sigue latiente acerca de los supuestos “daños acústicos” ocasionados a funcionarios estadounidenses en territorio cubano.
Ante la complejidad de este caso, las autoridades cubanas mantienen abierta la investigación y están dispuestas a colaborar con sus contrapartes estadounidenses para esclarecer los hechos. Para Cuba, su mayor verdad es la convicción profunda de que su Gobierno no ha perpetrado ni lo hará jamás, ataques de ninguna naturaleza contra funcionarios acreditados en el país ni sus familiares. Tampoco ha permitido ni permitirá que el territorio cubano sea usado por terceros para ese propósito. Jamás lo ha hecho en su historia de más de 50 años de diplomacia revolucionaria. Y de eso, sí sobran las evidencias.