A poco más de un año del triunfo revolucionario, en su memorable Discurso a la clase obrera, que por casualidad histórica pronunció en un aniversario de su natalicio, el 14 de junio, el Che se refirió al freno que habían significado para el avance de los planes de la Revolución en los primeros tiempos algunas posturas sindicales.
En un inicio hubo que librar, recordó, una guerra contra los representantes del mujalismo, la pandilla servil y proimperialista que se apoderó de la dirección de la CTC y que empezó a ser depurada en todos los centros laborales. “Hoy no podemos decir que estos viejos representantes de otra época hayan sido totalmente aniquilados, pero están en proceso de destrucción”.
Sin embargo, no se trataba solo de apartar a esos personajes, sino de transformar el modo de actuar de muchos dirigentes sindicales puesto en práctica en el fragor de la lucha contra el capitalismo, que no tenía cabida en las nuevas condiciones, al igual que conceptos arraigados en algunos colectivos, provenientes de la vieja división patrón−obrero, que llevaban a considerar como un buen jefe sindical el que gritaba más al patrón, y si hablaba con la administración lo consideraban un sindicato claudicante.
Por todo ello, al referirse al papel de los sindicatos en el socialismo, en el mencionado Discurso a la clase obrera el Che hizo suyo un concepto expresado por Fidel, cuando este subrayó que no era mejor dirigente obrero el que estaba buscando el pan de hoy para sus compañeros, sino el que buscaba el pan de todos los días para todos, el que comprendía el proceso revolucionario y analizándolo y comprendiéndolo a fondo apoyaba al Gobierno, explicaba a los trabajadores el porqué de las medidas revolucionarias y los convencía de su justeza.
Eso no significaba, enfatizaba el Che, que el dirigente sindical se transformara en una cotorra que repitiera simplemente lo que decía el Gobierno a través del Ministerio del Trabajo u otro departamento, porque podían cometerse errores y el sindicalista debía señalarlos de forma oportuna hasta que fueran corregidos.
Sometió a crítica también a los sindicatos que, después de enero de 1959, mantenían una actitud mecánica y administrativa porque basaban su funcionamiento en el modelo sindical de la Unión Soviética, y recalcaba que copiar no era marxista. En otra ocasión el Che habló de su doble función: “El sindicato tiene que aprender a jugar un papel nuevo: el de aliado en la producción de los administradores, y de vocero de la clase obrera”.
Para el Comandante Ministro las organizaciones sindicales a todos los niveles debían coordinar sus esfuerzos para lograr los objetivos de la edificación del socialismo y en las fábricas esto se concretaba haciendo participar a todos los trabajadores en las tareas de la producción de manera consciente.
Recomendó que los líderes sindicales fuesen incorporados a los consejos de dirección de cada centro de trabajo del Ministerio de Industrias, y en el Manual para administradores de fábricas promovido por él y publicado en 1964 se estableció el derecho de los trabajadores a tener representación sindical y la responsabilidad del administrador a coordinar con esta.
Al promover la creación de las asambleas de producción, el Che agregó a la tarea movilizativa de los sindicatos, la responsabilidad de velar junto con la administración para que estas se convirtieran en efectivos foros de participación obrera en la gestión económica de su colectivo.
Las ideas del Che respecto a la función de los sindicatos en el socialismo mantienen vigencia, merecen ser estudiadas.
Dentro del modelo económico que nos hemos propuesto construir nos corresponde tomarlas en cuenta, profundizarlas y perfeccionarlas, como él lo hizo en su momento, a tono con los tiempos.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …