Irma se ensañó con Esmeralda, municipio camagüeyano ubicado al norte de la provincia que sintió por más de cinco horas las fuerzas del huracán. Pareciera como si hubiera querido comprobar la fortaleza de sus calles, sus casas, sus árboles, su gente…
Así les hizo aguantar vientos por encima de los 200 kilómetros por hora y olas de hasta siete metros en la playa de Jigüey y los cayos Romano y Cruz.
Cientos de viviendas quedaron en el piso, sin techos o sin parte de su estructura. Son incontables los árboles mutilados o arrancados de raíz; y a poblados como Jaronú, más conocido como Brasil, Irma intentó hacerlos desaparecer, llevándose por delante parte de los valores arquitectónicos por los que su batey fuera declarado Monumento Nacional en enero del 2011.
Mas no tuvo en cuenta que nada eso importaría. Los esmeraldenses se habían preparado, incluso para lo que vendría después: la recuperación.
Manos amigas
Apenas a 48 horas del paso de Irma hombres como Franklin, trabajador de una de las unidades de la Empresa Azucarera de Camagüey, abandonaban su hogar para ir hasta Esmeralda a brindar una mano amiga, “porque aquí hacemos más falta que en casa”, dice.
“No era necesario que nos convocaran para dar nuestro apoyo. Somos alrededor de 600 trabajadores de Azcuba, de todas las industrias camagüeyanas y de provincias como Granma y Santiago de Cuba que velaremos además por la agricultura cañera, bastante afectada. También trajimos camiones, tractores y alzadoras para ayudar en la higienización del territorio”, asegura Melba García González, directora adjunta de la entidad agramontina.
Dentro del central Brasil no fue mucho lo que tuvieron que limpiar, pues los propios trabajadores de allí, sin pensar en las desgracias propias, se encargaron de liberar de escombros el lugar. Pero aún queda trabajo por hacer porque la industria, recientemente reparada, sufrió graves daños en su cubierta y estructura, sobre todo en la planta eléctrica, la cual necesita de trabajo reconstructivo.
Pero estos hombres y mujeres llevaron también consigo una decena de carretas-comedor para la elaboración de ajiacos y otros alimentos que venden en distintos puntos de la localidad, a precios módicos, “porque toda ayuda es necesaria”.
No son los únicos. Por estos días, en las calles de Jaronú y Esmeralda se dan cruce equipos de los ministerios del Interior y la Construcción, de Comunales y de contingentes solidarios que, como el granmense Braulio Coroneaux, han venido desde otras provincias. Son jornadas sin tiempo para el descanso.
“Llegamos y enseguida nos pusimos a trabajar. Empezamos bien temprano para poder aprovechar al máximo la luz del sol, pero hay mucho por hacer”, explica Raudis Almaguer Capote, al frente del contingente granmense que integran más de un centenar de hombres.
Ellos viajaron con su comida, con equipos específicos para la recogida de escombros y con el deseo de ser muy útiles. Quizás no son suficientes porque hacen falta muchas manos para recoger el daño de Irma, pero ellos son expertos en desastres. “Cuando Sandy, fuimos a Santiago de Cuba a ayudar y sabemos que lo más importante es recuperarse pronto”, argumenta Almaguer Capote.
Y bien lo sabe Olivia, una esmeraldense que mientras les alcanza un buchito de café a los muchachos de las brigadas de limpieza, les agradece infinitamente que los ayuden a levantarse.