Fidel en Santiago de Cuba: Eterna cobija

Fidel en Santiago de Cuba: Eterna cobija

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Los juegos infantiles en el entorno de Rabí 6 le hacen evocar al Dr. C. Fernández Carcassés al tados. niño de Birán y su amiguito Gabriel, un pasaje recogido en el libro Tivolí: la casa donde vivió Fidel. Foto: Miguel Rubiera Jústiz (ACN)
Los juegos infantiles en el entorno de Rabí 6 le hacen evocar al Dr. C. Fernández Carcassés al tados. niño de Birán y su amiguito Gabriel, un pasaje recogido en el libro Tivolí: la casa donde vivió Fidel. Foto: Miguel Rubiera Jústiz (ACN)

Tres fueron las casas santiagueras testigos del paso de la niñez a la adolescencia de Fidel Castro Ruz, período crucial en la existencia de cualquier ser humano.

Las vivencias de aquella etapa, narradas en varios textos, estuvieron marcadas por una mezcla de sentimientos y reacciones que les dejaron huellas eternas: deslumbramiento, tristeza, desamparo, rebeldía, esperanzas, conquistas, amores…

Sin lugar a dudas Santiago de Cuba lo signó de muy diversas formas y por muchas razones quedó atado a esta tierra que hoy, y para siempre, lo cobija con desvelo y pasión desbordados, restañando cualquier desgarradura de aquel pasado.

A casi 91 años del natalicio del líder de la Revolución cubana, el Doctor en Ciencias Manuel Fernández Carcassés, Profesor Titular del Departamento de Historia de la Universidad de Oriente, rememora para Trabajadores detalles en torno a primera presencia en Santiago de Cuba, algunos de estos recogidos en el libro Tivolí: la casa donde vivió Fidel (Editorial Pablo de la Torriente, 1997).

“El primer lugar donde reside, junto a su hermana Angelita, es en la calle Santa Rita, casi llegando a la Alameda; frisaba los 6 años.

“Ahí vivían las hermanas Feliú. Una de ellas, Eufrasia, era maestra en la escuela de Birán y fue ella quien convenció al matrimonio Castro-Ruz para que el tercero de sus hijos saliera del entorno rural y viniera a estudiar a la gran ciudad, pues el pequeño mostraba una proverbial inteligencia y merecía mejores posibilidades para su desarrollo intelectual.

“Por lo menos en eso no se equivocó, pero sin duda los primeros momentos de Fidel aquí no fueron para nada felices. Comenzaron a pasar trabajo, él y su hermana, el dinero que mandaban sus padres las Feliú lo ahorraban estrictamente, haciéndoles pasar hambre, a lo que se sumó una disciplina férrea, absurda y sin sentido para un pequeño acostumbrado a la libertad.

“Aquellos rigores le signaron visiblemente el alma y el cuerpo, al punto de que la decisión de los padres fue retornarlo a la casa natal, de la cual vuelve a salir poco tiempo después, tras la insistencia de la propia maestra, quien no cejaba en la idea de propiciarle una mejor formación y a su vez beneficiarse del dinero que mes por mes le enviaban al niño”.

¿En este momento es que pasa a vivir a la zona de El Tivolí, el más conocido de los lugares donde vivió Fidel en Santiago de Cuba?

Sí. Ya las Feliú se habían mudado a Rabí número 6, una barriada mejor, la anterior estaba ubicada en lo que se conocía como la zona de tolerancia, la de ahora era también humilde pero más fresca, y con una visualidad increíble.

Uno llega a la casa y desde que entras está la Sierra Maestra al fondo. Como se ubica sobre una elevación, en forma casi voladiza, toda la vista de la ciudad hacia la bahía resulta muy especial.

Quizás en Santa Rita Fidel haya visto el mar, pero no con la dimensión panorámica que brinda la casa de El Tivolí, para un niño de campo eso debe haber sido todo un suceso: la inmensidad, las embarcaciones, el movimiento en el muelle, las grandes montañas, desde Birán se ven algunas, pero no con la magnificencia que se observan desde el balcón trasero de Rabí número 6.

Ahí quizás la alimentación mejoró un poquito, pero las restricciones fueron peores porque una de las dos hermanas de Eufrasia, Belén, se había casado con Luis Hibbert, cónsul de Haití, a la postre padrino de Fidel, quien había reforzado las estrictas normas disciplinarias antes impuestas.

Por aquel entonces ya tenía 7 años, y lo habían matriculado en La Salle como alumno externo.

El recorrido de El Tivolí a la escuela, ubicada en la calle Heredia, realmente tiene que haber sido muy interesante, quizás lo mejor de este período en la vida del niño Fidel.

Por ese camino tenía que atravesar la calle Santa Rita, frente a lo que era el Instituto de Segunda Enseñanza, con una tradición de lucha extraordinaria, además, acababa de caer Machado pero todavía seguía la ebullición y ese centro escolar fue siempre un foco de revueltas.

Más abajo estaba el rincón martiano junto a una gran ceiba, y allí jóvenes estudiantes se manifestaban contra la dictadura y por una Cuba mejor.

Fidel a los 7 años, con su hermana Angelita, cuando estudiaban en Santiago. Foto: Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado
Fidel a los 7 años, con su hermana Angelita, cuando estudiaban en Santiago. Foto: Oficina
de Asuntos Históricos del Consejo de Estado

Después de pasar el Instituto doblaba por la calle Corona, supongo era el recorrido porque lógicamente es el más cercano para llegar a La Salle, ve la escalinata de Padre Pico, los comercios, el movimiento de la ciudad, todo nuevo para él, ese trayecto pudo haber sido un momento de felicidad en medio de tanto rigor.

Pero una vez de vuelta a la casa volvían las ataduras, eso era lo que más mortificaba, ese clima que reinaba dentro de aquellas cuatro paredes, de hostilidad y represión contra la libertad de un niño.

De manera que Fidel se propuso violar todas las normas absurdas, dar su primera manifestación de rebeldía, si no se podía hablar alto él gritaba, si había que comer protocolarmente él transgredía las pautas.

“Recuerdo que en las indagaciones para escribir el libro una vecina ya fallecida, le decían la Mora, me contó que en cierta ocasión se encaramó en el techo en señal de protesta por todo aquello que le hacían pasar.

De manera que la decisión de la familia Feliú-Hibbert fue dejarlo como alumno interno de La Salle, algo que Fidel quería de todo corazón.

Yo digo que con aquella conducta no solo mostró su primera rebelión sino también alcanzó su primera victoria, porque logró lo que él quería en lo más profundo en busca de un poco más de libertad.

Menos conocida que la de El Tivolí es la etapa de vida en otra vivienda santiaguera luego de su ingreso al colegio Dolores.

Es cierto. Fue en la calle Calvario 462 altos entre Enramadas y San Jerónimo, una casa que se conserva pero nunca se ha señalizado, los detalles los recoge de manera muy precisa Katiuska Blanco en su libro Todo el tiempo de los cedros.

Era la residencia de la familia Mazorra, de origen gallego como don Castro, Fidel era alumno externo de Dolores, ubicado a unas tres cuadras, y allí también encontró restricciones.

Sin embargo, había una muchacha, hija del matrimonio, de la que Fidel, a la sazón de 11 o 12 años, se enamoró platónica e inconfesadamente, su nombre era Riset. Fue viviendo allí cuando le da la apendicitis y tienen que operarlo en La Colonia Española, sitio donde permanece por unos tres meses a causa de una infección en la herida.

En ese hogar también conoce a una maestra muy especial, Emiliana Danger Armiñán, quien en un principio daba clases a su hermana Angelita, la cual lo deslumbró por su sapiencia transmitida de manera genial, sin agobios.

De la casa de la calle Calvario se va por decisión personal, otra vez rompe las ataduras de un disciplina absurda, y pasa a ser interno del colegio Dolores, donde despuntó como gran jugador de baloncesto, además de irse marcado por la calidad de la enseñanza.

A mi juicio el período de vida en tres casas santiagueras le aportó en varias direcciones, primero la rebeldía, fue siempre un eterno rebelde contra lo mal hecho y lo manifestó desde pequeño; segundo la avidez que se despierta en él por las buenas lecturas, por saber cada día más; y tercero, su empeño por no solo educar la mente, sino también el cuerpo.

Después volvió una y otra vez a Santiago de Cuba, con la ortodoxia, al Moncada, a la lucha en la Sierra, a la proclamación de la victoria de enero, al impulso del desarrollo de la provincia, durante las elecciones, en par de ocasiones visitó la casa de Rabí número 6, y ahora regresó por siempre y para siempre, para ser custodiado en esta tierra, en nombre de toda Cuba.

Acerca del autor

Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.

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