Por María Esther Ortiz Quesada
La sociedad necesita proteger a la familia; fortalecerla para que pueda aportar personas que resulten buenos ciudadanos y no me refiero solamente a ellos en Cuba, sino en cualquier parte del mundo.
Resulta muy difícil ser formado como irrespetuoso de los derechos ajenos, como depredador de la naturaleza, como débil visual para la higiene de la ciudad, como ombligo del mundo, como despreciador de la solidaridad y aprovechador de debilidades ajenas y luego salir a ese mismo universo como virtuoso ciudadano. Imposible ser incompetente aquí y competente en otra parte del mundo.
Una persona mal educada, lo es en cualquier latitud; una personna indolente ante el sufrimiento ajeno, lo es siempre. Alguien formado en el atropello, generalmente devolverá el maltrato; un niño o adolescente al cual se le enseña a desconocer los derechos de los otros, lo hará en cualquier lugar. Y no importa si un día tiene “éxito”. Aunque viva en una esplendorosa casa, aunque se vista de seda, igual a como era, se queda.
Del mismo modo, en un niño o adolescente que crece con la creencia de que la vida es sólo un espacio de diversión y de recreación, con la convicción de que el esfuerzo es algo obsoleto, con la certeza de que la sociedad y la familia están diseñadas para satisfacer sus necesidades sin compromiso con ellas mismas, los valores internos no crecen porque los ahogan las malas yerbas de las apariencias y la ostentación.
Lo que se tiene, se consume y se ostenta, es lo máximo para él o ella. Lo que se es, pierde su significado, quizá precisamente por eso, porque se es muy poco. ¡Ahí están los riesgos!
El análisis puede generalizarse a cualesquiera otros riesgos a los que pueden estar sometidos los adolescentes, pero en este momento me centro en el consumo y por qué no, en la posibilidad de involucrarse en el tráfico de drogas.
Apartar al adolescente de las drogas lícitas o ilícitas, es válido. Es imprescindible enfrentar al narcotráfico con todos los recursos disponibles y hasta las últimas consecuencias. Pero debemos centrarnos en algunas preguntas:
¿Qué es lo que hace que un adolescente, entre tantas cosas que puede hacer con su tiempo, con su energía, con su inteligencia, con su rebeldía, renuncie a las utopías, a los sueños, al diseño de su propia vida y se abrace al consumo de sustancias?
¿Cuál es la razón por la cual los adultos significativos en la vida de los adolescentes son los últimos en enterarse de que ha comenzado el consumo? ¿Qué hace que las señales de alerta –que siempre aparecen- no sean percibidas cuando aún hay tiempo?
¿En qué nos estamos equivocando nosotros, los adultos?
Estas preguntas pueden servir a la familia como guía para encontrar las formas de actuar que permitan acompañar al adolescente en la formación del adulto que será. Asumir determinadas actitudes con los adolescentes podría facilitar ese acompañamiento.
Algunas ideas, sin pretensiones de recetas infalibles, elaboradas por diferentes colegas, podrían ser de utilidad.
- Cuando se diseñe algo para adolescentes debe estar presente la idea y sentir de él mismo, si no estará en falta un ingrediente importante y aumenta la posibilidad de fracaso.
- Es un error tratarlos como niños y marcarles el camino todo el tiempo, tampoco tratarlos como adultos y esperar que siempre tomen las decisiones adecuadas. Se trata de encontrar el justo equilibrio en la relación que responda a las características que le corresponden, a los derechos que tiene y a los deberes que le atañen.
- Cuidar los límites para que no se dañen a sí mismos y tampoco dañen a los demás, pero dejando fluir sus sueños, utopías y rebeldías.
- Acompañar sus cambios corporales, mentales y sociales, asumiendo que cuando ocurran ya no serán niños, pero tampoco adultos.
- Respetar sus iniciativas y cuando éstas puedan hacerles daño o hacérselo a los demás marcar nuestra opinión y nuestros límites. Ellos necesitan utopías y sueños. Si no los tienen, si no se rebelan para construirlos, estarían amputando la natural potencia de su vida.
- Como herramienta “el pacto” es mucho mejor que “la orden”. Demasiadas veces se confunde el dañino e ineficiente autoritarismo con el concepto de autoridad. El primero se ejerce por el miedo. El otro funciona por la persuasión y la convicción, y suele ser más firme y duradero. Si en algo se discrepa, pactar un límite entre las dos posiciones y luego dar un voto de confianza mutua. Cada parte debe cumplir, y si no lo hace, ya queda pre establecido que la pena es la pérdida de credibilidad y sus consecuencias hasta revertirla.
- Promover la comunicación sabiendo que será diferente a la de la infancia y que, como tal, implica a alguien que emite el mensaje y alguien que escucha. El adulto a menudo debe ser la parte que escucha y la que trata de entender los mensajes. No es necesario siempre terminar la comunicación con un consejo.
- Promover el espíritu crítico ante lo que reciben, incluso si proviene de nosotros. El dudar y analizar antes de formar opinión o tomar decisiones los hace más libres y seguros; menos manipulables y mucho más creativos.
- Buscar la forma de ser coherentes entre lo que nuestras palabras dicen y lo que nuestras acciones expresan. Si se discursa contra el consumo de drogas, pero luego se toma alcohol de forma irresponsable, se rompe la coherencia y la credibilidad.
Y nunca olvidar el afecto. La firmeza no implica pérdida de la ternura, un abrazo no dice nada con palabras, pero cuenta todo, absolutamente todo en su lenguaje.
Los adolescentes nos necesitan. Nosotros los necesitamos. Son quienes tomarán nuestro lugar en el diseño de la sociedad que está a la vuelta de la esquina. Invertir en escucha, dedicación y cercanía es la mejor de las inversiones.
Escucha primero
Escucha Primero, es una iniciativa para prevenir el consumo de drogas, una inversión eficaz para lograr el bienestar de niños y jóvenes, sus familias y comunidades. Es el tema central para la conmemoración, este 26 de junio, del Día Internacional contra el Tráfico Ilícito y Abuso de Drogas.
Se trata de reforzar la acción y la cooperación con el fin de alcanzar una sociedad libre del consumo de drogas.
Un documento resultante del periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, celebrado en abril del 2016, hace recomendaciones para reducir la oferta y la demanda, así como para mejorar el acceso a medicamentos controlados y restringir su desvío al mercado ilegal.
También se tratan cuestiones relacionadas con los derechos humanos, los jóvenes, los niños, las mujeres y las comunidades; otros problemas incipientes, como las nuevas substancias psicoactivas; el fortalecimiento de la cooperación internacional, y vías alternativas de desarrollo. El texto destaca la importancia de que existan políticas y prácticas condenatorias a nivel nacional para los delitos relacionados con las drogas y apoya la prevención y el tratamiento.