René Ramos Latour murió a los 26 años; mi edad. Este 12 de mayo hubiese celebrado sus 85, pero un fragmento de obús de las tropas batistianas alcanzó su vientre en El Jobal, y allí, en plena Sierra Maestra, se despidió de la lucha el único comandante del Ejército Rebelde caído en combate, justo cinco meses antes del triunfo revolucionario.
Cuentan que el Che ni siquiera pudo asistirlo; no obstante estuvo allí para decirle hasta siempre.
Murió el 30 de julio de 1958, coincidentemente un año después del asesinato de Frank País, a quien estuvo estrechamente ligada su vida revolucionaria, al punto de cargar con la responsabilidad de ocupar su puesto como jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio.
La inolvidable Haydée Santamaría escribió: “Era un hombre de un valor y una vergüenza como en pocos compañeros hemos visto. Cumplió a cabalidad su papel. Nunca me arrepentí de haber participado en su selección. Nunca desmereció la confianza depositada en él”.
Daniel fue su nombre de guerra, el que lo acompañaría en la clandestinidad y las montañas; fiel al mismo René que nació en Antilla, Holguín, y trabajó como contador en la Nicaro Nickel Company, donde enseñaba a leer y escribir a los obreros de la mina al concluir sus jornadas de trabajo. El mismo que vistiera con sus lágrimas las letras que enviara a su hija Haydée explicándole: “No estoy contigo porque lucho para dejarte una Patria libre”.