El primer documento que reclamó la liberación de los presos políticos, especialmente los participantes en los sucesos del 26 de julio de 1953, circuló en el mes de mayo del siguiente año, mimeografiado, de mano en mano, y estaba dirigido a las madres de toda Cuba.
En uno de sus párrafos señalaba: “Pedimos que las celdas queden vacías, que se abran los cerrojos de las rejas para la liberación de nuestros hijos, que solo un ideal allí los condenó”.
Lo suscribían las madres de Ernesto Tizol, de Juan Almeida, de Pedro Miret y de Jesús Montané. ue el antecedente del poderoso movimiento de masas que promovió el Comité de Familiares Pro Amnistía de los Presos Políticos del asalto al cuartel Moncada, que se formó en la otrora Isla de Pinos por iniciativa de Juan Almeida y Sergio Montané, padres de Juan Almeida Bosque y Jesús Montané Oropesa, que tuvo como centros de acción las humildes viviendas de madera de los dos progenitores, en Nueva Gerona y el reparto Poey, en La Habana.
Cuando el reclamo adquirió dimensión nacional el régimen pretendió, por una parte, ignorarlo, y por otra, trató de vincular la amnistía a que los revolucionarios cejaran en su actitud. Ambas posiciones fueron condenadas por Fidel desde el presidio de Isla de Pinos cuando escribió en marzo de 1955:
“Celebra el usurpador una entrevista de prensa en Santiago de Cuba; declara que no existe opinión pública a favor de nosotros. Días después se produce un hecho insólito: el pueblo oriental en masa, en un acto de un partido al que no pertenecemos, la más grande movilización de la campaña según los cronistas, grita incesantemente nuestros nombres y clama por nuestra libertad. ¡Formidable respuesta de un pueblo bizarro y leal que sabe bien la historia del Moncada!”
Y a las ofertas de libertad condicionada por un compromiso con el Gobierno, respondió enérgicamente: “No queremos amnistía al precio de la deshonra. No pasaremos bajo las horcas caudinas de opresores innobles ¡Mil años de cárcel antes que la humillación! ¡Mil años de cárcel antes que el sacrificio del decoro!”.
Mientras crecía la exigencia por la salida de la prisión de Fidel y los moncadistas, la revista Bohemia comentaba la medida de incomunicación impuesta por las autoridades carcelarias al jefe de la Revolución ya iniciada, por su actitud viril e intransigente, dejándolo sin radio, sin correspondencia, sin periódicos, sin revistas, sin sol.
Pero la voluntad del pueblo se impuso y el 15 de mayo de 1955 se produjo en el Reclusorio Nacional para Hombres de Isla de Pinos la salida de Fidel Castro y otros 29 sancionados por los sucesos del 26 de julio de 1953. Una foto recoge el histórico momento en que descienden los escalones de la dirección del penal, saludando con los brazos en alto, y en los rostros, sonrisas de triunfo.
Pero las emociones se sucederían y quedarían plasmadas en imágenes para la historia: el abrazo emocionado de Fidel a Melba y Haydée, transido por el inevitable recuerdo de los caídos; la entrevista a la prensa donde, entre otros temas, Fidel subrayó el imperativo de la unidad de la oposición, pero no a nivel de los partidos, sino de lo que denominó “fuerzas morales”, entendidas como tales las organizaciones, sectores y personas capaces de enfrentar la tiranía sin compromiso con el pasado, y dentro de esas fuerzas consideró a los estudiantes y obreros como columnas vertebrales; las demostraciones de simpatía recibidas desde Nueva Gerona y durante el trayecto del tren que lo condujo desde Batabanó hasta La Habana; el jubiloso recibimiento a Fidel, a quien la multitud que acudió a recibirlo el 16 de mayo lo condujo en hombros…
Las masas acogían así a su líder, que se aprestaba a retomar la batalla liberadora iniciada en el Moncada.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …