Dulce María Loynaz: en el umbral de su poética

Dulce María Loynaz: en el umbral de su poética

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“Quien pudiera como el río, ser fugitivo y eterno: partir, llegar, pasar siempre y ser siempre río fresco”. Estos versos pertenecen a una poeta esencial de la lírica cubana, Dulce María Loynaz, quien hace 20 años, un 27 de abril, abandonó este mundo, no sin antes haber legado una obra digna de consumirla hasta la saciedad.

Dulce María Loynaz: en el umbral de su poética
“Quien pudiera como el río, ser fugitivo y eterno: partir, llegar, pasar siempre y ser siempre río fresco”. Estos versos pertenecen a Dulce María Loynaz, quien hace 20 años abandonó este mundo, no sin antes haber legado una obra digna de consumirla hasta la saciedad

 

Ya con 10 años escribía poesía y publica sus primeros cuadernos en varios periódicos de capital. Tal parece que la sensibilidad para la creación es el centro de su universo y su mayor dicotomía. Prueba de ello son los siguientes versos: Yo soy libre en mi verso. Nos amamos. Nos tenemos (…) Fuera de él soy pequeña y me arrodillo ante la obra de mis manos, la tierna arcilla amasada entre mis dedos… Dentro de él, me levanto y soy yo misma.

La joven amante de las letras comienza a escribir su primera novela en 1928, libro que tardó siete años en finalizar y el cual vio la luz en 1951. Aquí el mundo es comprendido desde las oposiciones: la plenitud y el sufrimiento; la ignorancia y la sabiduría; la felicidad y el hastío; la muerte y la savia de la vida. Su trama refleja la vida de una mujer oprimida por sus propias obsesiones, sumergida en una historia familiar que estar confinada a las pruebas y avatares del destino.

Nada más parecido a la historia que vivió en su primer matrimonio con su primo Enrique Quesada Loynaz. La relación terminó, entre otros motivos, por su imposibilidad de tener hijos. En 1937, el mismo año de sus nupcias, escribió Canto a la mujer estéril, poema que evoca el duelo de una fémina al no poder tener descendencia.

En la década del 30 su casa se convierte en vaivén de conocimientos con las tertulias literarias organizadas por Domingo del Monte y conocidas como las “juevinas”. Federico García Lorca, Gabriela Mistral, Juan Ramón Jiménez, Alejo Carpentier, Emilio Ballagas, Rafael Marquina, Carmen Conde, Gonzalo Aróstegui, María Villar Buceta y Angélica Busquet, entre otras personalidades asistieron a estos encuentros donde el saber era el anfitrión de cada cita.

Llega 1946 y con ello su segundo matrimonio con el periodista canario Pablo Álvarez, el cual fue un sostén significativo para su obra en Cuba y en el extranjero. Permanecieron juntos hasta 1961, cuando Álvarez viajó al extranjero donde permaneció once años. En 1972 regresó enfermo a Cuba y falleció en compañía de su esposa en 1974.

Siempre estuvo muy unida, ya sea emocional como intelectualmente a España, no en vano en la década de 1950 se publican y reeditan sus libros. Se cumple así, una vez más, el maravilloso fenómeno que hace al poeta hispanoamericano completarse o definirse al contacto con la tierra española.

Siguen los éxitos y la lírica en la punta de mira de esta increíble mujer. En 1951 la nombran miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras de Cuba, Hija Adoptiva por el Ayuntamiento de Puerto de la Cruz (Canarias) e ingresa en la Academia Cubana de la Lengua y nueve años más tarde, en la Real Academia de la Lengua Española.

Sin embargo, no han llegado los mayores lauros por su obra, la cual ostenta de gran maestría en el manejo del castellano, decantación del lenguaje, poder de síntesis, claridad y virtuosismo. Estas y otras facetas fueron valoradas para otorgarle, el 5 de noviembre de 1992, el Premio de Literatura Miguel de Cervantes Saavedra, no sin antes recibir el Nacional de Literatura en 1987.

Apasionada por la vida y cualquier acto de amor que magnetice su corazón, no existió mayor urgencia para esta poeta que poner su inspiración en favor de la lírica y su verdad.

 

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