Semanas como la que pasó, muy pocas para la danza. Algunas de las principales compañías del país ofrecieron temporadas. Ayer, en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, concluía la de Acosta Danza, que incluyó el estreno en Cuba de una de las más hermosas piezas del coreógrafo estadounidense Justin Peck: Belles Lettres. De la poética de Peck hemos hablado en este periódico, a propósito de las presentaciones del creador con un grupo de sus colaboradores más cercanos en el pasado Festival Internacional de Ballet.
Más allá de su aparente abstracción, de ese vivaz e imaginativo juego de alternancias, en Belles Lettres late una (varias) historia(s) de amor. Unos cuantos años después Peck ha tomado el relevo del gran maestro del ballet estadounidense, George Balanchine: ha impuesto un sello en un neoclásico consolidado hace mucho rato.
También deslumbró al público habanero por estos días la exquisita interpretación de Daniela Gómez en las presentaciones del Ballet Nacional de Cuba, también en el Gran Teatro. El Cygne singularísimo que le confió el argentino Daniel Proietto fue el punto más alto de un programa que ofreció también otras coreografías recientes. Todas tenían algo en común: rendían homenaje, desde la distorsión de la línea o el reacomodo de la música, a la gran tradición clásica.
El teatro Mella fue el escenario de los homenajes a varias compañías, entre ellas el Conjunto Folclórico Nacional, que está celebrando este año su aniversario 55. El próximo 29 de abril su director, el coreógrafo Manolo Micler, recibirá el Premio Nacional de Danza 2017