Según apunta el historiador de la ciudad de Bayamo, Ludín Fonseca García, esta zona de la llanura del Cauto se caracterizó durante siglos por la actividad de ganadería, favorecida entonces por los numerosos ríos y la situación geográfica, que propició el desarrollo de la industria láctea; sin embargo, señala, hoy está dormida por un problema de respeto a la herencia.
Otros entendidos en la rama productiva aseguran, con no menos pesar, que si se ha perdido la base económica se debe, en parte, a que igual suerte ha sufrido la cultura y tradición ganadera, lo cual trasciende los límites del territorio de Granma.
Para comprender mejor esta problemática, aún reversible, Trinidad Sierra Zambrano, presidenta de la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), en la provincia, realizó un análisis que toca muy de cerca puntos sensibles y neurálgicos.
“Cuando caminas por las localidades del territorio encuentras hallazgos, como tanques viejos, cercas, que indican la existencia de una importante actividad pecuaria. Asimismo, conversas con trabajadores de mayor edad que viven en lugares casi inhóspitos y quizás cuestiones el por qué no se trasladan: la respuesta está en que allí dominan este tipo de producción, la aman y respiran. Muchos conservan la mirada esperanzadora de rescatarla en su plenitud.
“Ellos no hacen más que defender su identidad cultural, tal es el caso de Tranqueras, en Cauto Cristo; la Guanábana, en Cinco Palmas o Victorino, en Guisa. En un momento dado existieron 19 pistas de rodeos en el territorio, de ellas 13 listas para ser reutilizadas hoy, que son parte importante de ese proceso. La ganadería se salva si reivindicas su tradición”.
Un asunto cardinal es la preparación para enfrentar los efectos del cambio climático en ese sector, que es vital por cuanto garantiza la alimentación.
“Puedes ir con transferencia de tecnología y ponerla frente a este fenómeno que es fuerte; sin embargo vas a encontrar resistencia a lo que supuestamente es mejor porque su cultura es la que aporta al sustento. No podemos aislarnos de los viejos modos de hacer como base para mitigar esas consecuencias nocivas, también son fortalezas para llegarle a espacios superiores donde se toman decisiones.
“La tradición es el punto de partida para profesionalizar una estrategia de desarrollo, la cual resulta básica a la hora de trabajar las cadenas de valor productivo y obtener resultados. Algunas comunidades fueron prósperas con un notable desarrollo de la actividad ganadera, pero se perdió al no dejarles esa herencia a los hijos. El cuidado de la genética y el manejo del ganado son, en esencia, prácticas que se trasmitían eficazmente de una generación a otra.
Asegura la especialista que corresponde hacer una interpretación crítica del proceso, además de evaluar y reconsiderar particularidades al tomar decisiones, lo cual favorecería a los trabajadores del sector.
“Los procesos de desarrollo económico se definen socioculturalmente y se materializan cuando se reconocen de acuerdo a lo cambios sociales, pero respetando los esquemas de experiencias.
“Hoy están coexistiendo tres tipos de cambios socioculturales relacionados con la emergencia, necesidad y oportunidad. La tierra, que es lo más preciado, y por solo citar un ejemplo, se ha entregado a personas de diferentes profesiones y oficios, carentes en no pocas ocasiones de conocimientos y capacitación, lo que trae como consecuencia que no tengan resultados, pues donde habían áreas de pastoreo han sembrado arroz o no respetan los ciclos y las fases de la luna. El suelo por sus características te dice lo que va, y esa realidad hay que entenderla.
“En ese sentido se han dado saltos mortales. Las dimensiones de cambio de las estructuras, como se ha demostrado en vano tantas veces, tienen que ser en las propias estructuras”.
Ante la pregunta: ¿en qué punto se perdió esa base económica?, la respuesta es precisa:
“Ocurrió cuando se hicieron efectivas las políticas públicas, las cuales -a la hora de diseñar el desarrollo social integral- no tuvieron en cuenta lo endógeno. Una estrategia de este tipo no puede aplicarse del mismo modo y esquema en todas las comunidades o bases productivas, porque cada una es diferente en las formas de hacer para obtener el sustento.
“Es ese igualitarismo es el que nos ha marcado de manera negativa. El presupuesto debe proyectarse de acuerdo a las potencialidades de cada lugar. Los procesos que son urgentes y emergentes tienen que tener en cuenta las particularidades. Es como cuando haces una carretera sin estudiar y atender la necesidad, las personas van a hacer su sendero, por donde llegan más rápido.
“Las universidades son incubadoras para el progreso, ¿por qué no utilizarlas a favor nuestro? ¿Por qué desestimamos las investigaciones científicas en este campo? Es el hombre quien transforma al mundo, y no a la inversa como está ocurriendo”.
Otras consideraciones son válidas
“Estoy convencida del papel que tiene ACPA en relación con el fomento de la ganadería, y contamos con el personal capacitado en todos los territorios, pero ese lugar aún no se le reconoce cuando se toman decisiones.
“Por otro lado, es imprescindible la consolidación de una oficina de riesgos y desastres en cada comunidad, con un especialista que oriente. Tener un productor referente, formado no solo por tradición sino también con las herramientas especializadas, sería del mismo modo de mucha validez para el logro de ese desarrollo sostenible al que aspiramos”.