“Antes de que te lo den se debe ir acumulando méritos y recibiendo otras condecoraciones, es el resumen de tu vida laboral; por lo que uno se imagina cuando llega. Pero de todas forma te da una alegría y un orgullo enorme”, reconoce Jaime, quien a sus 70 años labora con humildad como jefe de la brigada de mecánicos en la UEB Aseguramiento # 2 de la Empresa de Construcción y Montaje # 1Camagüey (Conenca).
Cuando llegó al sector de la construcción venía con la energía característica de la juventud, el tiempo ha pasado y suman ya 51 años de trabajo. Ahora su pelo es blanquecino, las manos se le cansan y el lado izquierdo del campo visual lo tiene afectado por la glaucoma, pero aún preserva el deseo de continuar siendo útil desde el puesto de trabajo.
La esencia del ser
“Mi familia era muy humilde, mi padre cortador de caña y mi madre trabajadora doméstica en el hoy central Argentina, por lo que desde muy pequeño, junto a mis cuatro hermanos, trabajé en lo que fuera para buscar los centavos.
“Vivíamos junto a mi abuela, que estaba ciega por la glaucoma, en una cuartería. Fue una infancia dura, pero marcada por el respeto, la disciplina y la buena educación que enseñaba la cultura inglesa que recibieron mis padres en Barbados y Trinidad y Tobago, sus tierras natales.
“Fueron tiempos difíciles, hasta que mi madrina me acoge en su casa en la ciudad de Camagüey. Ahí conocí de la Revolución y supe de los rebeldes por unos mellizos de la lucha clandestina que se escondieron y fue donde nació mi vocación por la mecánica. Pero fue cuando me llegó el servicio militar que me dediqué a estudiarlo”.
Amor a lo suyo
Jaime ha sido de esos hombres que le ha gustado ganarse las cosas, “prefiero agradecer lo que hacen otros a través del trabajo”, señala, por eso le pone amor y dedicación a todo. Y cuando su esposa, ya jubilada, le dice que se una a ella en el reposo hogareño él tajantemente le refuta, porque todavía le falta mucho por hacer y enseñar.
“El trabajo de mecánico es difícil —explica—, porque hay que estar lleno de churre y grasa todo el tiempo, y treparte o meterte debajo de carros y máquinas de la construcción. Eso es lo que hacemos, dar mantenimiento y reparar los equipos que aseguran la construcción en el territorio, ya sea de casa o de obras de la economía.
“Pero a mí me gusta. Llevo muchos años y le he dedicado todo mi tiempo, pero los jóvenes desgraciadamente no lo quieren abrazar, por eso me queda mucho todavía aquí trabajando y viendo cómo, junto a las escuelas, enamoramos a más muchachos”.
Y es que Jaime, prefiere no descansar y cuando el médico le dice que haga reposo para operarse los ojos, él se lamenta “mi vida es esto”, me susurra; y hasta el último momento lo encuentro reorganizando el trabajo o ultimando detalles para la entrega de un camión remolque al que le modificó, junto a los demás miembros del comité de innovadores y racionalizadores del centro, una cuña que garantizará eficiencia en el traslado de carga.
“Los años no pasan por gusto, ya no soy el mismo de antes. El trabajo es fuerte, y sé que pude haber estudiado otra cosa, pero esto es lo que me gusta, y lo que me ha formado”.