Hassan Pérez Casabona⃰
A continuación del golpe de estado y de la ocupación “Made in USA” de 1965, Bosch interiorizó con mayor elocuencia que resultaba impostergable ahondar los conocimientos políticos. Meditando en ello fue que decidió emprender dicha batalla, de innegables dimensiones ideológicas.
Alejado de su país físicamente, nunca perdió el hilo que lo conectaba a la realidad quisqueyana, ni en el contenido ni en la formas consustanciales a la esencia de los habitantes de esa nación. En Europa reflexionó sobre las urgencias que planteaban los tiempos modernos, en cuanto a las infraestructuras de organización política y la participación ciudadana en el ejercicio del poder.
A sus 64 años, sin amilanarse en modo alguno, optó por renunciar a su condición de Presidente y miembro del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Era el 18 de noviembre de 1973. Con el ímpetu de un imberbe que debuta ilusionado a la política en los predios universitarios, treinta y dos jornadas después, exactamente el 15 de diciembre, procreó el nuevo aparato de combate: el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Lo hizo mediante un evento de parto al que denominó Congreso Constitutivo Juan Pablo Duarte. Inspirado en la rica historia de su pueblo exhortó a la criatura política naciente a edificar la gesta emancipadora iniciada por el prócer en 1844.
Con esta maquinaria se enroló, cual nueva expedición para salvaguardar los objetivos prístinos de los libertadores decimonónicos, esta vez desde las posibilidades asociadas al sufragio de los ciudadanos, en un quinteto de procesos electorales, entre 1978 y 1994. Los mecanismos de propaganda neoliberales, perfectamente sincronizados para lanzar matrices de opinión que atemoricen a los votantes, cuando se trata de contrarrestar el empuje de candidatos genuinamente independientes en sus formulaciones, impidieron que obtuviera la victoria en las urnas. Inclusive en 1990, en que todos los observadores foráneos reconocieron al PLD como el partido más votado, le escamotearon el triunfo en una justa a todas luces amañada.
Pese a tales contratiempos el recio pensador, ya con la cabellera completamente de blanco, no se retiró a lamentarse ni se resignó a abandonar las batallas que le correspondían Así, reguardado con la coraza infranqueable que proporciona la honestidad, prestó su verbo y pluma a causas internas y extrafronteras con el entusiasmo acostumbrado.
Se le vio, por ejemplo, en las sesiones del Tribunal Russell II, acusando a quienes mediante la concertación Cóndor y otros engendros, arrancaron la vida a miles de compatriotas de la patria grande. En Quito, la cuna del inmenso Eloy Alfaro, se recuerda su participación en las audiencias solemnes del Tribunal Antiimperialista de Nuestra América (TANA), espacio de participación encabezado por el también combatiente imprescindible Guillermo Torriello. Dieciocho meses más tarde, en agosto de 1985, anduvo por los salones del Palacio de Convenciones, en el oeste habanero, acompañando a Fidel en su justísimo reclamo de que la deuda externa de América Latina y el Caribe, había sido pagada con creces por nuestros esquilmados habitantes.
Ninguna injusticia dejó de recibir su condena militante. Uno de los casos en que más brilló su ejemplo fue cuando se intensificaron las agresiones contra la Nicaragua sandinista, con la llegada al Salón Oval de Ronald Reagan. Desde la Managua libre rojinegra del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Bosch propuso el surgimiento del Batallón “Simón Bolívar” para proteger la inédita experiencia independentista centroamericana. La peculiar iniciativa estaba destinada a atraer a científicos, educadores, artistas, poetas, pintores, cineastas, y trabajadores en general de todo el orbe, impidiendo que las garras norteñas, a través del empleo de la “contra” que pertrechaban, se cebaran en los parajes del “General de Hombres Libres”, Augusto César Sandino.
Por su trayectoria ejemplar recibió numerosas condecoraciones nacionales e internacionales. En 1988 el Comandante en Jefe colocó sobre su pecho la Orden José Martí. Antes el Consejo de Estado le otorgó también la Orden Félix Varela. Venezuela le confirió la Orden Simón Bolívar, mientras que Francia le entregó la Legión de Honor.
El Comandante en Jefe seis años atrás, por último, ofreció un hermoso testimonio que refleja, en toda su dimensión, el aprecio por el insigne luchador.
“Estando en la isla, un día llegó un grupo de dominicanos y, entre ellos, Juan Bosch. Muy pronto hicimos amistad. Entre tanta gente en el cayo a mí me gustaba conversar con él; de todos los dominicanos que conocí fue el que más me impresionó. Lo recuerdo como un hombre mayor. Cumplí 21 años en el cayo, y pienso que Bosch ya tendría unos 36 ó 37 años. Su conversación realmente conmovía, la forma en que se expresaba; parecía un hombre muy sensible. Vivía muy modesto allí, al igual que todos los demás, y creo que sufría lo mismo que la gente. Yo no lo conocía, no sabía que era el escritor, el historiador, el intelectual. Lo vi como un dominicano honorable, de conversación agradable, que decía cosas profundas y sensibles; transmitía todo eso. Se le veía como una persona que sentía los sufrimientos de los demás, estaba sufriendo por el trabajo duro de la gente. Además vivía la emoción, porque era el intelectual, al fin y al cabo, que se incorpora a la acción, llegada la hora de la lucha – un poco como hicieron Martí y otros muchos intelectuales de nuestra propia guerra-. Pudiéramos decir que era allí el hombre de mayor calibre, el más destacado. Muchas veces nos íbamos para el extremo de la isla y conversábamos; sus palabras me marcaron mucho. Así nos hicimos amigos. La amistad tiene un mérito por su parte, él ya era una personalidad y yo era un estudiante joven que no significaba nada entre tantos jefes, coroneles… Yo era un teniente y mandaba un pelotón. Sin embargo, Bosch me trató con mucha deferencia y consideración”. [1]
⃰El autor es Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.
Notas, citas y referencias bibliográficas.
[1] Katiuska Blanco Castiñeira: Fidel Castro Ruz. Guerrillero del Tiempo. Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana, Primera Parte, Tomo I, Casa Editora Abril, 2011, pp. 382-383.