En las mismas entrañas de la Sierra de la Güira, humedecida por el paso del río San Diego, en la occidental provincia de Pinar del Río, existía uno de los mayores latifundios de la Cuba neocolonial: la Hacienda Cortina, con cerca de 6 mil 850 fincas, de las cuales 108 excedían las mil hectáreas, y más de dos decenas con 5 mil, consagradas a la cría de caballos, vacunos y cerdos.
La paradisíaca propiedad —abrillantada por la combinación de profusa vegetación, montañas, riachuelos y lagos— tenía un total de mil 800 caballerías de tierra, que se extendían hasta las sierras del Rosario y de los Órganos. Sobresalían unas 150 vegas de tabaco, árboles frutales, maderas preciosas y café, entre los que resaltaban panales de abejas. Se protegía la fauna nativa y se introdujeron otras especies que se reproducían libremente.
Cortina tenía un fino gusto por la cultura universal y la naturaleza, admiración que conjugó en un maravilloso escenario para su descanso y enriquecimiento. Hacia mediados de los años 40 del pasado siglo, su propiedad comprendía inmensas áreas de los municipios de Consolación del Sur, La Palma y Los Palacios. Se accedía por una enorme portada con estilo medieval que hizo levantar con piedras del lugar, y en los alrededores del batey descollaban lujosos jardines con farolas de bronce que llegaban hasta la casa principal, también construida con materiales de la zona, en imitación al célebre Palacio de Versalles, en Francia.
En las áreas dedicadas a los paseos se emplazaron numerosas figuras decorativas y escultóricas, muchas de ellas esculpidas en mármol de Carrara y bronce, adquiridas en sus viajes al exterior, conjunto de parques y vergeles donde se entremezclaban culturas de todo el mundo, como la asiática, la griega, la romana, la egipcia… Entre los tesoros también había tapices Manchú, oxidados pebeteros, cojines de seda y un guerrero mongol de tamaño natural, de la época de Gengis Kan.
Cortina disponía de una habitación que denominó del Buda, donde practicaba algunas costumbres orientales; relajación y sosiego que igualmente encontraba en dos valiosas casas: la china y la japonesa, que atesoraban objetos oriundos de esos países.
En las aguas del río San Diego ordenó hacer un lago artificial para pescar y pasear en bote. En las orillas erigió glorietas y embarcaderos, diseñados de acuerdo con la geografía local.
Todo aquel emporio fue erigido para el disfrute de un solo hombre: el abogado y diplomático José Manuel Cortina, quien edificó su regia hacienda en el año 1920, hasta convertirla en un feudo donde dos décadas después miles de familias campesinas, que trabajaban esas tierras en arriendo, vivían en la miseria y la pobreza.
Y llegó el Comandante…
El 20 de septiembre de 1959, al calor de la efervescente Reforma Agraria, la Hacienda Cortina cambió su historia. Acompañado por Celia Sánchez y otros relevantes revolucionarios, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz recorrió el lugar, ante cuya belleza natural y riqueza artística, quedó impresionado.
Tras su recorrido por la instalación, con su pensamiento puesto en los humildes que nunca hubiesen podido conocer y mucho menos recrearse en aquel sitio, Fidel expresó varias ideas que, tras la nacionalización del lugar, fueron acogidas por Celia, como la creación de un parque de diversiones para niños y la oferta de paseos en botes para jóvenes y adultos. Desde entonces se denominó Parque La Güira. De aquella visita surgió también la propuesta del líder de la Revolución de desarrollar por valles, playas y montañas, una forma de recreación al alcance de todos los cubanos; visión de lo que 22 años después, en abril de 1981, sería el comienzo del proyecto del Campismo Popular, para el sano disfrute del pueblo, cuya primera instalación se hizo precisamente allí.
En un encuentro efectuado en la capital ese mismo año 1959 con el dueño de la hacienda, el paladín de la Revolución cubana le explicó detalles sobre la consumación de la Ley de Reforma Agraria, de acuerdo con la cual él sería afectado teniendo en cuenta su enorme feudo. El millonario aceptó ceder sus dominios y quedarse con 50 caballerías contiguas. Poco después se fue de Cuba.
Encuentro reconfortante
En un breve diálogo con Ernesto Barreto Castillo, presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular en Pinar del Río y exigente impulsor de la restauración del Parque La Güira, insistió en que visitáramos el lugar. “No se deben de ir sin ver esa colosal obra fruto del trabajo de todos los organismos del territorio”. Según él, esa hermosa zona dedicada al esparcimiento popular fue seriamente afectada por los huracanes del año 2008. “Todo aquello —apuntó— estaba bajo la maleza. Hubo que trabajar muy duro”.
Entre las entidades que participaron en la reconstrucción está el reconocido Proyecto Cultural de Desarrollo Local Fidias, de Pinar del Río, dirigido por el artesano artista Pedro A. Luaces Torres, afectivamente intimado como Pedrito, quien opinó que su colectivo, integrado por escultores, pintores, restauradores, artesanos, cuentapropistas (carpinteros y constructores), asumieron con ímpetu la tarea encargada por el Gobierno, en la que intervinieron, además, otros grupos de creadores, como La Cucaña y Arte y Luz.
“Fidias —enfatizó— corroboró la calidad artística de sus integrantes en la restauración de las esculturas y en la ambientación de aquel paraíso, patrimonio artístico y natural de Pinar del Río y de toda Cuba. Estamos orgullosos por lo que se hizo allí con el apoyo de muchos trabajadores de diferentes organismos de la provincia”.
Carlos Manuel de la Cruz, director de la Empresa Municipal de Comercio y Gastronomía (EMCG) de Los Palacios —municipio al que ahora corresponde La Güira—, celoso cuidador del bellísimo vergel que desde el año 2011 pertenece a esa entidad, puntualizó que “con la llegada del período especial y la falta de mantenimiento, unido a la indolencia de algunos equívocamente hospedados en la base de campismo, el parque se fue destruyendo poco a poco, hasta que llegaron los huracanes y lo ultimaron. Fueron muchos años deseando devolverlo al pueblo, al que le toca ahora cuidarlo y preservar sus riquezas. Para ello existe el sostén de los custodios dispuestos en todas las áreas”.
Enclavado en la demarcación del Consejo Popular San Diego, en el parque recién remozado (enero del 2014) laboran cerca de 130 afiliados al Sindicato Nacional de Trabajadores del Comercio y la Gastronomía, distribuidos en labores relacionadas con los servicios, almacenes, jardinerías y mantenimiento. “Es un colectivo que ama este sitio, con sentido de pertenencia”, subrayó De la Cruz, licenciado en Contabilidad y Finanzas, quien desde hace 22 años dirige la empresa y cada día siente la necesidad de visitar ese centro, gestión que la mayoría de las veces acomete por sus propios medios, desde Los Palacios, donde vive y labora, hasta las montañas de La Güira.
“Abrimos cada día desde la salida del sol hasta las 11:00 p.m. Aquí el público disfruta de variadas ofertas: tres restaurantes; salas de juego; cafeterías; alquiler de botes; espectáculos en el anfiteatro; un pequeño zoológico; los respectivos parques asiático, francés y japonés; piscina natural y tres artificiales; islas y embarcaderos; además del goce de los objetos atesorados en el museo y las inigualables flora y fauna, sobre todo observadas en los paseos por los senderos”, indicó Gilberto Zayas Borrego, director del parque.
El administrador de alojamiento, Luis A. Padrón Plasencia aseveró que en la instalación se han habilitado nueve confortables cabañas —Casa Roja y Villa Las Maracas—, con beneficios adicionales para los niños y en los servicios de gastronomía y el uso de las piscinas.
La Cueva de Los Portales
Muy cerca de los inmuebles habitados por Cortina, se encuentra la Cueva de Los Portales, en la cual el terrateniente mandó a hacer aceras, rampas, pasamanos y un puente para cruzar el río, convirtiendo el bello accidente geográfico en uno de sus preferidos ambientes de descanso personal y familiar, al que prohibió la entrada a los campesinos de la zona, quienes tampoco podían hacer uso de un terraplén que en 1943 dispuso construir desde La Güira hasta allí.
En el año 1960 el Comandante Ernesto Che Guevara comenzó a visitar el sitio, el cual valoró como estratégico, alejado y ubicado en el centro de las montañas. Luego, al producirse la Crisis de Octubre de 1962 estableció su jefatura en la Cueva de Los Portales, declarada el 25 de julio de 1987 Monumento Nacional. En esa ocasión, Armando Hart Dávalos escribió en el libro de visitantes: “Quien no sepa lo que este recuerdo histórico significa no es cubano”.
El Parque La Güira sumerge al visitante en un idílico sueño de emociones, espiritualidad, historia y conocimiento.