El dolor está a flor de piel, la tristeza es visible, pero es su voz, la voz de Raúl, la del hermano pequeño que siempre acompañó a Fidel, es lo que más lacera el alma.
Se le aprietan las palabras tanto como el corazón. La garganta es un nudo y el discurso suena profundo, meditado, y lacerante.
Yo, que hasta ahora he contenido el llanto, me rindo y lloro con él, como mismo, ahora mismo, lo hace Cuba.
Acerca del autor
Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.