Como me lo contaron lo cuento. Sucedió en el Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDI), donde se colocó uno de los innumerables libros donde el pueblo podía estampar su firma de respaldo al medular concepto de Revolución del Comandante en Jefe. Un grupo de ancianos de una casa de abuelos acudió al lugar a dar su apoyo a ese texto, guía del presente y el futuro.
Los abuelos no se conformaron con dejar su rúbrica. Les pidieron a los estudiantes que les imprimieran el concepto de Revolución para llevárselo consigo.
Fueron copias y copias que pasaron de las jóvenes manos a las ya curtidas por el tiempo, que sin embargo querían tener muy cerca ese documento, demostrando que la edad no es un obstáculo para llevarlo adelante.
Tal vez su contenido había estado presente en su actuación individual durante todos los años de vida social activa, aun antes de que Fidel hubiera reunido esas ideas en un concepto, expuesto ante el pueblo el Primero de Mayo del 2000 porque ellos -como revolucionarios- deben haber tenido durante sus vidas la convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Y seguramente hasta el final de sus días continuarán defendiendo los valores en los que han creído.
Ya no les tocará personalmente la misión de cambiar lo que tenga que ser cambiado, pero sin dudas trasladarán a los pinos nuevos la necesidad de continuar marchando unidos, de mantener la independencia, de luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, como base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo.
Aquellos abuelos se llevaron ese día la Revolución en las manos.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …