En su discurso ante representantes de la sociedad civil, en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, el presidente Barack Obama llamó a dejar la historia de lado. Fue una intervención con el propósito de complacer a diversos públicos, con múltiples omisiones sobre aspectos cardinales de lo ocurrido entre ambos países. [1]
El mandatario estadounidense no pidió disculpas por las agresiones desatadas, ignorando olímpicamente la esencia de un conflicto marcado por las pretensiones bicentenarias de aquel país de apoderarse de Cuba, o influir en su destino.
Antes, el 14 de agosto del 2015, en la ceremonia de reapertura de la embajada norteamericana en La Habana, el secretario de Estado John Kerry se pronunció en la misma línea. Las dos comparecencias, al igual que otras de diferentes miembros del gabinete, ponen de manifiesto la significación que le otorgan las autoridades de ese país a que, en el nuevo contexto de las relaciones con este pequeño archipiélago en lo geográfico pero gigante en lo moral, los cubanos olvidemos nuestras tradiciones libertarias, y la resistencia heroica ante los avatares más insospechados.
Aspiran a que, especialmente entre los jóvenes, se desdibuje todo, trastocando hechos y desatando confusiones que nos desmovilicen en el plano político-ideológico. Pretenden un escenario donde únicamente nos concentremos en las cuestiones económicas y tecnológicas procedentes del norte, e idealicemos el “american way of live” como supuesto símbolo de modernidad y avance.
Dicha pretensión se da de bruces contra la raíz de un pueblo, que tiene en su historia gloriosa de luchas motivación para proseguir adelante, en la construcción de una sociedad en que, el culto a la dignidad plena de los seres humanos se erige como divisa principal.
Por supuesto que ese acercamiento implica nuevos desafíos, los cuales estamos dispuestos a encarar desde la satisfacción de no actuar jamás de rodillas y de haber sorteado las mayores vicisitudes. De Céspedes a Villena, de Agramonte a Camilo Cienfuegos, de Gómez y Maceo a Mella y el Che, de Martí a Fidel, de Raúl a los Cinco Héroes Antiterroristas, la inmensa mayoría de los cubanos asumimos conscientes, y pletóricos de orgullo, el sendero de hablar con voz propia y no ser apéndices de ninguna potencia.
La historia en esa línea es también “escudo y espada de la nación”, que debemos cultivar con creatividad y sin dogmatismos, incursionando sin tapujos en todas sus zonas. No se trata de recrear acríticamente cada episodio, sino de beber de un conocimiento que adquiere su verdadera potencia, precisamente cuando somos capaces de acercarnos a los acontecimientos, y las personalidades que intervienen en ellos, con todos sus matices.
Sabemos que no es un reto para asumir desde posiciones maniqueas y repeticiones vacías, exponiendo los temas en blanco y negro. No nos interesa tampoco la sacralización, ni colocar a figuras en un pedestal inaccesible. Es tan rico el acervo que nos sustenta, que no necesitamos inventar ni maquillar nada pues, desde la estatura humana de los que nos precedieron, se fraguaron epopeyas que encuentran prolongación en las batallas cotidianas.
Develar la esencia de los hechos.
Bajo estos presupuestos se presentó en el Memorial José Martí el libro El rostro oculto de la CIA. Antesala de Playa Girón, de los doctores Manuel Hevia Frasquieri y Andrés Zaldívar Diéguez.
Esta obra, con el sello de la Editorial Capitán San Luis, “es una investigación de gran valor en el momento actual”, expresó su director Juan Carlos Rodríguez. El texto incursiona en un contexto histórico concreto, que revela al mismo tiempo procederes imperiales que lejos de desaparecer a escala global se intensifican.
A través de una novedosa bibliografía, y documentación desclasificada de ambos países, en sus páginas se realiza un análisis exhaustivo sobre el papel de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en la conjura criminal que condujo a la invasión mercenaria por Playa Girón, derrotada por las fuerzas revolucionarias bajo la conducción personal del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en menos de 72 horas.
Los autores se adentran con rigor, y lenguaje ameno, en los entresijos puestos en práctica por la tenebrosa institución, empleando como eje a la misión diplomática de Estados Unidos en la capital antillana. Primero trataron de impedir el triunfo revolucionario y, después del 1ero de enero de 1959, desataron una guerra sucia sin precedentes, que tuvo como más caro anhelo (frustrado por la cohesión de los órganos de la Seguridad del Estado, que tienen como pilar fundamental su inquebrantable relación con el pueblo) asesinar a Fidel.
El General de División ® Jesús Bermúdez Cutiño tuvo a su cargo las palabras introductorias, en las que resaltó que, “ambos investigadores llevan más de la mitad de sus vidas estudiando estas temáticas”. Ello les permitió, “producir una obra espléndida que despierta varias sensaciones”. Su exposición fue en realidad un análisis detallado sobre los aspectos principales abordados en el libro, y otros tópicos que ponen al descubierto la naturaleza del quehacer de los servicios especiales enemigos.
Bermúdez Cutiño señaló que estábamos en presencia de: “Un estudio minucioso que evidencia el interés de la CIA por fortalecer los cuerpos represivos de Batista. En la ceremonia de apertura del Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), el 3 de mayo de 1955, estuvo presente incluso el jefe de la Agencia, testimonio inequívoco de la importancia que le concedían a estas estructuras para impedir las actividades revolucionarias. A ello se suma que el Inspector General de la CIA, Lyman B. Kirkpatrick estuvo tres veces en La Habana antes de 1959. Salen a relucir, asimismo, nuevas valoraciones sobre personajes nefastos como William Morgan y Frank Sturgis”. [2]
En otro momento de su disertación, se refirió a “la participación personal del presidente Eisenhower en la planificación de las acciones contra la naciente Revolución. Para que tengamos una idea de la avalancha de hechos vandálicos y subversivos que derrotamos previo a la invasión mercenaria de Girón, vale decir que, entre octubre de 1960 y abril de 1961, se produjeron 150 incendios en objetivos económicos estatales, la explosión de 200 bombas, y 800 sabotajes relacionados con las plantaciones cañeras. Todo ello unido a numerosos planes de atentados contra el Comandante en Jefe”.
Queda claro también a lo largo de esta obra, añadió: “La concertación entre el presidente Manuel Urrutia, Pedro Luis Díaz Lans y Hubert Matos, con el objetivo de descarrilar a la Revolución del rumbo trazado”.
Nuestro pasado de lucha es fuente de inspiración hacia el futuro.
Hevia Frasquieri explicó cómo: “Las acciones encubiertas de la CIA tuvieron predominio dentro de sus procedimientos durante el mandato de Allen Dulles. Es la etapa en que se producen los golpes de Estado en Irán, en 1953, y en Guatemala, en 1954. En realidad la Agencia Central de Inteligencia se volvió hiperactiva en el mundo en el plazo de una década, antes de que el público estadounidense se percatara de ello a partir del fiasco de Playa Girón, la más grande operación desarrollada por la CIA hasta ese momento”.
Refiriéndose a la necesidad de continuar estudiando estos asuntos, comentó: “Todavía se están desclasificando numerosos documentos. Apenas en septiembre salieron a la luz, por la parte norteamericana, materiales de gran valía para el examen sobre esta etapa”. [3]
Como parte de sus palabras, el estudioso se preguntó: “¿Qué experiencias podemos sacar de estos hechos para el presente y futuro?”. “Un nuevo capítulo de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, precisó, debería garantizar que actitudes como estas no se repitan jamás. Actualmente se considera que en los últimos quince años las operaciones de la CIA se han intensificado, jerarquizando nuevamente la labor con los seres humanos concretos en los diferentes escenarios.
“Sin renunciar al uso de drones y otros comportamientos inescrupulosos, como los que se probaron en Afganistán, Irak, Ucrania, Libia o Siria. De igual manera se incrementa la interrelación con el Pentágono y el resto de las dieciséis agencias de inteligencias estadounidenses”.
“En nuestro caso, remarcó, siempre estaremos listos para vencer en cualquier circunstancia. Es un compromiso que tenemos en primer lugar con los héroes y mártires de la Patria. Este libro es un modesto homenaje a todos ellos, a nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior y los órganos de la Seguridad del Estado”.
Zaldívar Diéguez, por su parte, confesó que: “De todos los proyectos investigativos en los que he participado a lo largo de tantos años, este me marcó de manera especial, pues es en dicho período en que aparecen los gérmenes y el resto de las manifestaciones que estos servicios imperiales ejecutarían más tarde. Resulta imprescindible que conozcamos la historia para que nadie venga con cantos de sirenas a confundirnos sobre el pasado”.
El libro, además del prefacio, las conclusiones, el testimonio gráfico, una bibliografía básica, y el índice onomástico, contempla cinco subdivisiones en las que se explica de manera profusa sobre las cuestiones seleccionadas.
En una de ellas se señala -lo que da idea de la magnitud de los planes concebidos desde EE.UU. para acabar con la Revolución- que: “Desde el 28 de septiembre de 1960 hasta abril de 1961, según sus propios informes desclasificados, la CIA intentó introducir ilegalmente al país 75 toneladas de explosivos y armamentos mediante 30 misiones aéreas y 46, 5 toneladas en 33 misiones de infiltración marítima por las costas de Cuba, para abastecer a grupos terroristas urbanos y bandas de alzados en zonas montañosas. Contamos con testimonios que indican que los norteamericanos emplearon submarinos para estos trasiegos en las costas cubanas”. [4]
En las conclusiones se plasma una reflexión que debemos tener presente: “Después de la derrota en Playa Girón, el gobierno norteamericano no solo continuó su incesante obsesión, sino que multiplicaron sistemáticamente los complots de asesinato, todos descubiertos y liquidados gracias a la acción popular, así como las acciones de guerra económica y aislamiento internacional. Fue la resistencia del pueblo, dirigido por Fidel Castro, quien neutralizó a la contrarrevolución organizada y armada por Estados Unidos, en solo unos años. Se quebró así el mito de la invencibilidad del imperio norteamericano”. [5]
Hevia Frasquieri es director del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado (CIHSE) y ha publicado numerosos artículos científicos y en la prensa sobre el tema de la subversión política contra Cuba. Es coautor de Welcome Home (2005) y de las Multimedias Cuba and USA (2003) y Operación Mangosta (2004).
Zaldívar Diéguez, quien trabajó durante años en esa institución, labora en la actualidad como Investigador Titular del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana. En el 2003 dio a conocer su libro Bloqueo, el asedio más prolongado de la historia. Es también el presidente provincial de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) en La Habana.
En la actividad participaron numerosos investigadores y personalidades de diferentes instituciones, entre ellas el Dr. Eugenio Suárez, director de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado y Ramón Sánchez-Parodi Montoto, quien fuera Jefe de la entonces Sección de Intereses de Cuba en Washington, desde su fundación en septiembre de 1977 hasta 1989.
La presentación de El rostro oculto de la CIA… coincidió con el 180 aniversario del natalicio del Generalísimo Máximo Gómez Báez, el 18 de noviembre de 1836 en Baní, República Dominicana, y estuvo dedicada además a saludar el Ejercicio Estratégico Bastión 2016 y el venidero Aniversario 60 de las FAR, a celebrarse el 2 de diciembre.
⃰El autor es Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.
Notas, citas y referencias bibliográficas.
[1] Entre las valoraciones que expresó sobre ello ese martes 22 de agosto, se destacan estas ideas. “Después de haber eliminado de nuestra relación la sombra de la historia. (…) A veces los cambios más importantes comienzan en lugares pequeños. Las mareas de la historia pueden dejar a las personas atrapadas en situaciones de conflicto, y exilio, y pobreza. Se necesita tiempo para que esas circunstancias cambien. (…) La historia de los Estados Unidos y Cuba abarca revolución y conflicto; lucha y sacrificio; retribución y, ahora, reconciliación. Es ya hora de dejar atrás el pasado. Ha llegado el momento de que miremos juntos hacia el futuro (en español) un futuro de esperanza”. Síntesis de la intervención del presidente Barack Obama en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. En: Granma, miércoles 23 de marzo de 2016.
[2] Sobre la presencia de estos directivos de la Agencia en nuestro país, escriben: “La visita de Allen Dulles abrió las puertas a otras similares. Quizás una mayor importancia operativo-práctica tuvo las que realizó el Inspector General de la CIA –uno de los cargos de mayor nivel en aquella institución- Lyman Kirkpatrick. (…) Cada una de ellas trajo consigo un incremento de las acciones directas de la CIA contra el movimiento revolucionario y, coincidentemente, la información existente muestra que paralelamente a aquellas visitas aparecían o reaparecían oficiales o agentes de la CIA en tareas de penetración o control en determinados ambientes cubanos, lo que demuestra un trabajo en sistema de elevada profesionalidad por parte de esa agencia en aquellos años”. Ob.cit, pp. 27-28.
[3] Se refiere al Volumen V de la denominada Historia Oficial de la CIA sobre la Operación de Bahía de Cochinos, preparada entre 1979 y 1984 por un staff dirigido por Jack B. Pfeiffer y que permaneció hasta ahora como top secret. El 9 de septiembre de este año, David S. Robarge, Jefe de Historia de la CIA desde el 2005, escribió una introducción sobre el que contexto en que se generó el material de 181 cuartillas, y cómo debe entenderse hoy. El documento se titula Investigación Interna de la CIA sobre Bahía de Cochinos y consta de cuatro capítulos y varios apéndices. Puede consultarse en la dirección electrónica https://www.cia.gov/library/readingroom/docs/C01254908.pdf
[4] Ibídem, p. 183.
[5] Ibídem, p. 314.