Más allá de la precisión en sus definiciones y conceptualizaciones de su labor auditora, en él sobresale la pasión, la que parece ser su mayor virtud. Con experiencia de 30 años como economista y otros tantos vinculado a la auditoría, Valentín Sosa Núñez no comparte los criterios que lo ubican como un agente policíaco encargado de labores detectivescas al estilo del famoso personaje del escritor inglés Arthur Conan Doyle.
“Somos más que eso —dice— somos técnicos en la búsqueda de evidencias para cuantificar las afectaciones, daños y perjuicios al presupuesto estatal, entidades y personas. Más que todo, esta profesión constituye columna vertebral de la Revolución.
“Me veo como un consultor natural —agrega— con la capacidad y la autoridad suficientes para evaluar con creatividad el cumplimiento de las legislaciones vigentes en cualquier proceso empresarial”.
Valentín es director de auditoría en la Empresa de Comercialización y Servicios de Equipos Automotores y de Manipulación de Cargas, nombre que pocos identifican, pero conocida por todos como Moncar, perteneciente al Ministerio de Industrias.
Entre sus valoraciones destaca que no debían existir temas —por complejos que resulten— en que no se consulte el criterio del auditor. “Ya sea un pago indebido, un robo, en fin, todo que lo afecte el proceso productivo forma parte de nuestra atención”.
Como algo imprescindible para un positivo control interno, menciona la participación de los trabajadores y la contabilidad. “Aplicamos encuestas para comprobar el conocimiento que poseen sobre aspectos vinculados a ese control. Por ejemplo, si conocen las diversas resoluciones o aspectos de los sistemas de pago.
“Además, para que nuestra labor fluya y disminuyan los riesgos, es fundamental el buen funcionamiento de diversas áreas, entre ellas la contabilidad, capital humano, seguridad y protección”, destaca.
A su criterio, su figura no puede ser la de juez y parte en el escenario de su gestión. “Somos contrapartida en el cumplimiento de las regulaciones vigentes; fiscalizadores con la función de prevenir, minimizar riesgos, disminuir fisuras en los enfoques de gestión y de mejora continua, pero nos afecta mucho la falta de sensibilidad ante la atención integral que debe tener nuestro trabajo.
“Hay empresas en que no está ocupado el puesto de auditor, y otras en que se le utiliza en tareas no afines a su profesión, lo que favorece el descontrol interno y hace muy difícil la dirección; por ello hay que incentivar más esta labor”.
¿Sugerencias a las administraciones? Valentín tiene varias: “Atención integral y diferenciada a los auditores, y saber que las entidades pueden sobrevivir, perdurar y crecer mediante el papel preventivo y no forense del control interno, del que forma parte la gestión y prevención de riesgos”.