Cultura, obviamente, es más que arte y literatura: es el gran patrimonio de la humanidad, el conjunto de valores que sostiene a la sociedad, el espíritu de una nación… Con un concepto tan amplio, es innegable que la esencia de cualquier proceso revolucionario es necesariamente cultural.
Cultural es, por tanto, la transformación a la que aspira el socialismo. El proyecto cubano mantiene el compromiso de garantizar que todos los ciudadanos tengan pleno acceso a todas las manifestaciones, pues es la única garantía —ya lo dijo Martí— de acceder a una libertad plena.
El sistema de la cultura tiene desafíos: estar a la altura de las transformaciones que vive el país. En medio de circunstancias económicas adversas, siempre será necesario un importante respaldo financiero a las actividades artísticas, que casi nunca lo encontrarían en un contexto meramente mercantilista. Pero hay que entender que las subvenciones tienen que estar dirigidas a los que las merecen.
La inmensa obra cultural de la Revolución es referente en el mundo, en momentos de crisis en que muchos países han reducido sus programas sociales. Pero el país necesita hacer más eficientes todos sus ámbitos, incluidos los que no tienen que ver directamente con la producción.
Porque (es una verdad del tamaño de un templo) el arte y la literatura nunca serán un asunto menor. La cultura toda es el sostén de la nación, su materia misma. Y a lo largo de nuestra historia ha ido de la mano de la gesta de emancipación. El hecho de que esta celebración evoque la primera vez que el pueblo entonó las notas del Himno Nacional es una confirmación.