Hacía siete años que se desconocía su paradero. Solo se supo que había sido capturado, en plena calle, cuando se dirigía de su casa al Centro Obrero, por individuos vestidos de civil que lo golpearon para introducirlo en un auto que lo condujo con rumbo desconocido.
Ocurrió en plena dictadura machadista, el 20 de julio de 1926, el secuestrado era un hombre bien conocido y respetado por sus luchas sindicales y a favor de la unidad del movimiento obrero y por esa misma causa odiado por el régimen, quien ya con anterioridad lo había amenazado de muerte si no abandonaba la lucha y sus convicciones, siniestra advertencia que no melló un ápice su firmeza. Su nombre, Alfredo López Arencibia.
Pero Alfredo fue encontrado, tras la caída del machadato. El 24 de agosto de 1933 un grupo de integrantes del Directorio Estudiantil Universitario se dirigieron al castillo de Atarés, lugar adonde se conducían a muchos revolucionarios perseguidos, y cavaron en sus faldas en busca de cuerpos de sus compañeros. Encontraron un cráneo con huellas de haber recibido un golpe contundente en la parte posterior derecha. La prensa de la época reportó así el hallazgo: “el hecho que se conservara la dentadura completa permitió la identificación de la víctima. Se trata de Alfredo López, dirigente obrero, organizador de los tipógrafos y la Federación Obrera, desaparecido en 1926”. Fue entonces que los trabajadores y el pueblo pudieron rendirle postrer y multitudinario homenaje.
Julio Antonio Mella, quien reconoció en Alfredo al guía que le mostró el rumbo de las luchas sociales, lo caracterizó con hermosas y contundentes palabras: “ No era un intelectual ni un erudito, sino un linotipista cuyo buen salario le habría permitido vivir con su familia holgadamente desde las filas de la llamada aristocracia obrera , y sin embargo, se había entregado por entero a la causa de la organización y la lucha del proletariado, convertido en una personalidad que envuelta en su traje oscuro y su corbata blanca, andaba con los bolsillos, como verdaderos archivos ambulantes, siempre repletos de folletos, revistas, mientras como un eterno buscador de información de cualquier tipo, se había convertido en un hombre de elevada cultura general y sobre todo, de elevado sentido conceptual y práctico acerca de lo que significaba la explotación capitalista, la importancia de la organización unitaria y la necesidad indispensable de que los trabajadores adquiriesen la cultura general y política que necesitaban para la comprensión y el exitoso de sus luchas, junto al significado del dominio norteamericano para la nación cubana”
Para contribuir a las forja de esa cultura, Alfredo había fundado en 1922 la Escuela Racionalista para trabajadores y al año siguiente apoyó calurosamente la idea de Mella de crear la Universidad Popular José Martí, que representó el vínculo de la intelectualidad y el estudiantado revolucionario, convertidos en profesores, con la clase obrera, con el fin de elevar su nivel educacional y político.
El mejor monumento a la memoria de Alfredo y su mayor legado fue la creación de la primera organización central sindical nacional cubana: La Confederación Nacional Obrera de Cuba (CDNOC) fundada en agosto de 1925, un año antes de su asesinato, y a la que contribuyó con su tesonera y permanente labor unitaria.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …