Los simpatizantes de los cálidos veranos, el ocio, la diversión de julio y agosto, están de plácemes, con el disfrute de su bien merecido descanso del trabajo o los estudios.
Pero como siempre hacemos notar, los veraneantes y vacacionistas deben entender que no se hallan solos en este mundo. Para que ellos se solacen, otras muchas personas tienen que continuar laborando día y noche.
Y hablando de noches, estas suelen ser ahora mucho más aprovechadas por los noctámbulos que encuentran en ella el reposo del sol y el calor diurnos, y las aprovechan al máximo para pasear, conversar, jugar dominó, bailar, escuchar música…
Y hablando de músicas, no es que tengamos nada en contra de ninguna de ellas, pues esta bella manifestación del arte —también la popular—, se agradece, reconforta el alma, ayuda a crear nexos de amistad y hasta de amor entre las personas, pero cuando la subes, y la subes, y la subes, deja de ser música para convertirse en ruido.
Y hablando de ruidos, las vacaciones no tiene por qué ser motivo para el escándalo, la perturbación del orden y el derecho de los demás —de esos mismos que están trabajando, día y noche, para quienes descansan— a dormir plácidamente, o al menos, de una manera normal, cuando les corresponde reponer fuerzas para el siguiente día.
Y así, como en la vida misma, todo se relaciona, vacaciones, noches, música, ruidos… respeto.
Para divertirse, recuerda, no hay necesidad de aturdir al prójimo con tu alegría desbordante.
El verano es una oportunidad maravillosa para demostrar cuánto quieres o estimas a tus vecinos, si muestras la debida consideración por el reposo ajeno.
Hay que pensar siempre que lo que unos lo disfrutan, en materia de altos decibeles, otros seguramente lo pueden estar sufriendo.
La alerta es válida también para las instituciones recreativas estatales que animan con mucha entrega y dedicación en la etapa veraniega.
Porque —parafraseando una canción infantil— la discoteca de la esquina de mi casa no es particular… y me aturde y desvela como las demás…
Y que tampoco nadie se ponga bravo con quienes exigimos ese elemental sentido de la convivencia, que es válido para cualquier época del año, pero es que en estos meses se hace más problemático el asunto de la agresión sonora, bajo el pretexto del período vacacional.
Las autoridades del orden, las administraciones de los centros recreativos, los organizadores de fiestas populares, los ciudadanos comunes y corrientes que comparten alegremente sus noches de verano en familia, tienen que tomar en cuenta que en las intensas noches de calor, la música alta… es simple ruido, insoportable muchas veces, para quienes debemos ir a trabajar al día siguiente o sencillamente, para las personas que poseen otra concepción del disfrute del tiempo libre, nada relacionada con una prueba de resistencia contra los tímpanos.
Haga, en fin, de este verano “sumando alegrías”, también la felicidad de quienes merecen dormir en paz. Recuerde que no suena mejor lo que más alto se oye, sino lo que mejor nos hace sentir a todas y a todos.