Por Hassan Pérez Casabona
Cada torneo es diferente. La presentación actual es un nuevo desafío, en el que lo histórico sirve de inspiración, pero no alcanza para certificar la medalla anhelada. Esa, y no otra, es la dinámica en que se ven inmersos los deportistas de uno y otro confín.
Da igual que hablemos de pesistas, luchadores, futbolistas o exponentes del campo y pista. Es algo inherente a la actividad muscular, por el carácter competitivo de la misma.
Si el certamen es múltiple (Juegos Centroamericanos, Panamericanos, Universiadas, etc.) todo se complica. Cuando se trata de Olimpíadas, aspiración suprema dentro del imaginario de los atletas en el planeta Tierra, la tensión llega al cénit.
En esas citas todo se hace más difícil. Concursantes, entrenadores, personal médico, federativos y el resto de las autoridades de cada delegación tienen un solo propósito: saborear la miel olímpica. A lo largo de cuatro años todo giró en torno a agenciarse un pergamino en esa justa. Si se falla allí, se echa por la borda cada sesión de entrenamiento, superación de lesiones o trabajo técnico-táctico. Si se vence solo hay un destino: el ascenso al templo de los inmortales
Para los cubanos la motivación por estar a la vanguardia adquiere ribetes adicionales, a partir del compromiso de esos jóvenes con su pueblo, verdadero protagonista de las hazañas en cada esfera.
En el caso de las disciplinas que les corresponde “abrir” la ruta la tarea posee una connotación particular, por el efecto psicológico que un buen resultado (y su contraparte) ejercen sobre el resto de la comitiva.
Por ello es vital (siguiendo el viejo refrán de que “el que da primero da varias veces”) arrancar con el pie derecho, presentando credenciales en el medallero general, a la mayor brevedad de ser encendida la llama olímpica.
En esta oportunidad ese mérito correspondió de manera oficial a Idalys Ortiz (los boxeadores Joahnys Argilagos, Erislandy Savón y Lázaro Álvarez reservaron antes sus metales, pero no aparecerán en el la tabla hasta que no concluyan sus divisiones) con su excelente desempeño en la última sesión del judo, en Río de Janeiro, que tuvo como sede a la Arena Carioca 2, desde el sábado 6 de agosto.
La artemiseña Ortiz se presentó intratable durante la competición, venciendo sin mayores contratiempos a la rusa Ksenia Chibisova, la sudcoreana Minjeong Kim y la japonesa Kanae Yamabe, antes de caer en regla de oro ante la francesa Emilie Andeol, en la lucha por la presea dorada.
En un pleito que se extendió a siete minutos y11 segundos, el desenlace sobrevino al intentar Idalys proyectar a la francesa y resultar infructuosa esa acción, que le permitió a su oponente controlarla por inmovilización de yoko-shiho gatame, en el trabajo en el Ne-waza. La europea tenía como mejor resultado el bronce en el Campeonato Mundial del 2014.
La carismática antillana, doble titular universal, y con incontables trofeos en torneos de primerísimo nivel, ganó con solo 18 años bronce en Beijing 2008, anticipo de su comportamiento inigualable en Londres 2012, que la llevó a lo más alto del podio.
Con su actuación, Idalys se convierte en la segunda judoca antillana con mayor número de metales bajo los cinco aros, (3) al igual que Amarilis Savón; superadas ambas por la incombustible Driulis González, quien posee 4.
Alex García, por su parte, alcanzó el quinto lugar en la división de más de 100 kg. El matancero se impuso, en la mañana de este 12 de agosto, a Mukhamadmurod Abdurakhmunov, de Tayikistán y al húngaro Barna Bor, antes de caer frente al japonés Hisayoshi Harasawa.
En la faena vespertina doblegó a Iuri Krakovetskill, de Kirguistán, pero no pudo con Or Sasson, en la discusión del bronce; con independencia de que ya tenía una sonrisa en eventos de Grand Prix ante su oponente, único encuentro entre ellos previo al combate por el tercer escaño.
El israelí perdió poco antes el derecho de disputar el oro, justo en el segundo final de su pleito con el fenomenal francés Teddy Rinner (el judoca más laureado de todos los tiempos), a partir de una sensacional proyección del galo.
El judo comenzó dentro del programa olímpico en la cita de Tokio 1964, con la pugna entre los hombres. Veintiocho años más tarde, en Barcelona 1992, irrumpieron las féminas.
En la Ciudad Condal, las chicas del “General Veitía” cosecharon un formidable desempeño, con el oro de la holguinera Odalys Revé, en los 66 kg; la plata de Estela Rodríguez, en más de 78 kg y los bronces de Amarilis Savón, en 48 kg y Driulis González en 57 kg. Antes de Río nuestras féminas acumulaban 24 preseas en estas lides, cinco de ellas doradas.
La guantanamera González ganó además el oro en Atlanta 1996; plata en Sídney 2000 y bronce en Atenas 2004. De esa manera es la segunda judoca con mayor número de pergaminos bajo los cinco aros, de cualquier latitud, únicamente superada por la fenomenal Ryoko Tani, quien acumuló foja de 2 de oro, 2 de plata y un bronce.
Cuba finalizó con la plata de Idalys, y los quintos lugares de la espirituana Dayaris Mestres (48 kg), la holguinera Yalennis Castillo (78 kg) y el yumurino García. Esta es la actuación más discreta para los judocas antillanos, de ambos sexos, desde la edición de Montreal 1976, en que Héctor “Coquito” Rodríguez ganó el oro en los 73 kg.
A partir de ahí –ya hablamos de las formidables demostraciones de las damas- los hombres alcanzaron al menos una medalla en cada convocatoria olímpica, cadena que se interrumpió ahora en predios brasileños.